Por Warren Ricardo Aguilar Rivel – Estudiante de la Escuela de Estudios Generales
Las personas ciegas de nacimiento poseen sus otros sentidos un poco más agudizados que los videntes, debido a la ausencia de información visual en ellos (Dávila, 2014), lo que quiere decir que no tiene referencias para saber cómo son las cosas que los rodean, cómo lucen sus seres queridos o incluso para soñar mientras duermen. Estas deficiencias de imagen dan paso a un desarrollo del sentido de la audición, olfato, tacto, memoria y lenguaje, así lo expresa (Occelli et al., 2017). Pero ¿qué pasa con una persona que adquiere la ceguera en el transcurso de la vida y no tiene sus instintos igual de desarrollados que una persona con ceguera temprana? ¿Llega a desarrollarlos igual? ¿Cómo es su perspectiva de las cosas a su alrededor, ya que tiene información visual previa de ellas? ¿Su información visual desaparece con el tiempo?
En un estudio realizado por investigadores de Massachusetts Eye and Ear, de la Universidad de Harvard, examinaron, mediante una comparación de imágenes de resonancia magnética, el cerebro de personas con ceguera desde corta edad y personas perfectamente videntes. En las imágenes de los ciegos, se observó cambios en la estructura de conectividad, con condiciones mejoradas de envío y procesamiento de información dentro del cerebro; dichas características estuvieron ausentes en los resultados de los videntes. (Occelli et al., 2017). El área del cerebro que procesa la información visual no recibe información por parte de los ojos, por lo tanto, esta, al no llevar a cabo su función, es aprovechada por otras regiones del cerebro y de ahí se da un mejor desarrollo en los sentidos restantes (Bértolo, 2005).
Por otro lado, las personas con ceguera adquirida sufren situaciones y cambios diferentes. Primeramente, se da un cambio de identidad al verse enfrentadas a la discapacidad, así como un proceso de reestructuración de la vida con respecto a actividades o elementos cotidianos, mostrando dependientes de familiares y amigos, con el paso del tiempo y ayuda brindada se fueron capacitando y logrando su independencia. Se da también la renuncia de diferentes aspectos de la vida que llevaban anteriormente, como por el ejemplo el trabajo. Ps. Elena Rug Foster, en su investigación con la universidad de Chile, decidió hacer un muestreo de testimonios de personas con ceguera temprana. Uno de sus entrevistados ejemplificó el aspecto mencionado anteriormente de la siguiente forma:
“Mira, me fue muy difícil dejar de trabajar. Me fue muy difícil dejar de trabajar porque, era mi vida (…). Y esa parte fue muy difícil, dejar la vida laboral(…). Y de repente me siento así como desplazada cuando no me piden a mí resolver un problema, pero que por lo general es de ir a hacer trámites. Que yo lo hacía antes y ahora no lo puedo hacer, o sea, no es que no lo pueda, sino que no me lo piden entonces me siento ya un poquito disminuida en ese sentido.” (Entrevista Juana).
Una de las fases finales en la adquisición de la discapacidad es la búsqueda de la aceptación de su nueva condición, aunque ya para este punto la persona ya ha pasado por diferentes procesos de adaptación. Sin embargo, aceptarla completa y personalmente se vuelve una tarea compleja para la persona, que va más allá de la independencia física y tiene que ver más con el aspecto psicológico.
Las personas con ceguera adquirida se vieron obligadas a cambiar su forma de vida para adaptarse a su nueva situación (Foster, 2013), caso contrario a la personas con ceguera temprana cuyo proceso de adaptación comienza desde el día que nacieron. Para ellos, durante toda su vida, el no poder ver ha sido una cosa normal; por supuesto que sufren y se encuentran con obstáculos en la vida debido a su discapacidad, pero a tempranas edades logran adaptarse completamente y están listos para continuar con su vida. Al adquirir la discapacidad, se marca un significativo antes y después: a una ya avanzada edad se comienza el proceso de adaptación que para las personas con ceguera temprana empezó desde el día 1.