Inicia el año y con él nuevos retos e ilusiones pero quizá en el fondo lo que deseamos es romper en llanto. Seguimos con el dolor de los coletazos de los meses anteriores, agotados y con los estragos de la alteración de los ritmos biológicos sobre nuestros hombros. Aunque parezca un poco exagerado, lo cierto es que padecemos de cronodisrupción. Ese desajuste en los relojes cronobiológicos cada vez más dominados por las pantallas y la luz artificial.

El Dr. Madrid Pérez destaca en su libro Cronobiología: una guía para descubrir tu reloj biológico como el ritmo circadiano se ha visto afectado por el uso indiscriminado de las pantallas. “No quiero que parezca que estoy en contra de la luz artificial. De lo que estoy en contra es de su mal uso. En nuestras viviendas deberíamos respetar un periodo de ocho o 10 horas mínimo de oscuridad. O al menos, cuando llegan las dos horas anteriores al sueño, bajar la intensidad de la luz y cambiarla a una más cálida para respetar la producción interna de melatonina. Y en las calles tampoco deberíamos dedicarnos a iluminar el espacio público de una forma exagerada. En primer lugar, porque es un gasto económico. En segundo, porque esa contaminación afecta a los relojes cronobiológicos de especies animales y vegetales de una forma que no podemos ni imaginar. Y en tercer lugar, porque afecta a la salud humana. Ya hay publicados estudios epidemiológicos que demuestran que, cuanto más iluminamos una ciudad, más incidencia hay de determinados tipos de cáncer como el de próstata, el de mama o el colorrectal”.

Un artículo publicado hace pocos días hace referencia a la alta contaminación lumínica, que crece un 10% cada año. Hemos pasado por alto la emisión de contaminación y lo mucho que han cambiado los biorritmos de todas las especies. Además, limita en gran medida ver los cuerpos celestes que brillan desde el cielo: “un niño nacido en una zona donde son visibles 250 estrellas solo será capaz de ver 100 cuando cumpla 18 años”.

Sin duda estos estudios resultan en una señal de alerta y son un reto para nuestro tiempo, ¿qué nos ha dado la experiencia de cargar un móvil? ¿Qué nos ha dejado vivir en ciudades más iluminadas? Supongo que nos han dejado lecciones necesarias para reflexionar.

Queda atada la idea que quizá, para este año, lo que necesitamos sea atender los límites de la hiperconexión digital, apagar las luces, movernos, recurrir a la naturaleza y bañarnos de ella. De otra manera tocará inventarnos algo parecido a la luz estelar… artificial. Inconcebible.

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