La resiliencia o también llamada entereza es esa capacidad de sobreponerse más fácilmente a situaciones adversas obteniendo resultados positivos.

La palabra proviene del latín resilio que significa “volver atrás”. Este término se adaptó en psicología para referirse a las personas que, a pesar de sufrir situaciones complejas de alto nivel de estrés, logran superarlas sin grandes traumas ni consecuencias negativas, sino todo lo contrario. En química y física se refiere a la capacidad de ciertos elementos de recuperar su forma inicial después de haberse ejercido la fuerza o presión que los deformó.

Posterior al año 2000, la resiliencia es vista como una adecuación óptima de los individuos pese a la adversidad, tomando en cuenta sus dos elementos básicos que son la adversidad y la adaptación positiva.

La resiliencia es una cualidad que muchos subestiman, pero es sin duda una gran habilidad, en muchos casos más importante incluso que la fuerza. ¿Por qué ocurre esto? Porque no todos tenemos un carácter fuerte ni confrontativo y posiblemente ni siquiera aparentemos o queramos tenerlo. Y aunque otras personas posean mayor poder, carisma, persuasión y energía y todas estas herramientas sean de gran utilidad en la vida, la verdadera razón por la cual salimos adelante a pesar de haber fracasado y de no ser tan fuertes en apariencia es porque no nos quedamos hundidos en la adversidad, sino que nos adaptamos. Nos levantamos, nos sacudimos de los daños, aprendiendo de la lección vivida y volvemos a empezar, sin permitir que el temor de la mala experiencia nos paralice para continuar en el camino.

Para todo este proceso mencionado anteriormente no se requiere fuerza, se requieren dos características, el golpe y la capacidad de recuperarse (la adaptación positiva). En síntesis, la resiliencia.

En más o menos medida, la resiliencia es parte natural de la vida ya que en algún momento nos tendremos que enfrentar con obstáculos que nos harán caer, sin embargo, la forma de encarar los retos desafiantes es lo que diferencia a las personas resilientes del resto.  La resiliencia transforma el fracaso en aprendizaje para futuros éxitos.  Aquí comparto seis ideas de cómo podemos ser más resilientes y por qué:

  1. Dejemos de compararnos y competir con los demás y empecemos a trabajar en nosotros mismos: evitemos la comparación de nuestros logros con los ajenos. Cada persona vive su propio proceso de éxito bajo reglas distintas, con circunstancias y variables diferentes a las nuestras que hacen imposible replicar de una persona a otra. Podemos tomar como referencia ejemplos de éxito, pero no pretender que la receta de los demás, sea la receta adecuada para nosotros y no tiene sentido desgastarnos en competir con nadie, cuando lo que queremos es ser mejores versiones de nosotros mismos y ser exitosos a nuestra manera.
  2. Mantengamos pensamientos positivos en todo momento: cada vez que nos propongamos una meta, pensemos en la satisfacción y orgullo que sentiremos de haber llegado a la cima. Estar abajo, no es motivo para desanimarnos, estar abajo es la oportunidad de alcanzar la cima y lo mejor de todo es que abajo, no hay nada que perder, así no tendremos temor al fracaso y todo lo que surja de presente a futuro será positivo.
  3. La fuerza por sí sola no es suficiente, la fuerza se agota con el tiempo: de nada sirve ser muy fuerte y empezar un proyecto con grandes bríos, trabajando sin descanso y corriendo más rápido que los demás si no somos capaces de mantener ese esfuerzo a través del tiempo. Es necesario medir el nivel de las adversidades, dosificar la fuerza y pensar que es mejor llevar los objetivos un poco más despacio pero persistentemente hasta alcanzar la meta que anhelamos sin morir a medio camino.
  4. La fuerza no nos ayuda a adaptarnos a los cambios, nos ayuda a resistir por un tiempo limitado en condiciones de estrés: en cambio la resiliencia sí tiene la capacidad de moldearnos, de hacernos más flexibles para buscar nuevas opciones que nos ayuden a salir de cualquier problema e incluso a ser humildes para pedir ayuda cuando ocupamos una mano que nos apoye en momentos de necesidad y de alta presión.
  5. La resiliencia nos ayuda a reponernos más sanamente de cualquier hueco en el que estemos atrapados: si buscamos salir de una crisis económica, un desconsuelo ante una relación fallida, el haber perdido tu trabajo, el no haber llegado a donde queríamos, no sentirnos autorrealizados a pesar de todos nuestros grandes esfuerzos, es el momento de no seguir luchando contra viento y marea, utilizando la fuerza que se agota, sino que es hora de llevar a la práctica la resiliencia como mecanismo para que podamos analizar la situación con calma, buscar alternativas para salir del bache y volver a empezar de una forma más sana, que no nos genere el trauma y el estrés de luchar hasta vencer o morir.
  6. Dar espacio a la resiliencia nos hace vulnerables sin sentirnos culpables cuando se nos acaba la fuerza: nos ayuda a aceptar nuestras limitaciones, siendo más amables con nosotros mismos, reconociendo nuestras fortalezas y debilidades, permitiendo que la flexibilidad nos ayude a encontrar nuevas alternativas y que éstas nos hagan continuar por un camino más conveniente para nuestra vida.

Triunfar sin sobresaltos, inconvenientes ni fracasos es un triunfo muy insípido.  Todos necesitamos la dificultad, los problemas y los fracasos como condimentos le dan color, aroma y sabor a nuestra vida. Y todos necesitamos la capacidad de sobreponernos para que el resultado final nos sepa a éxito.

Nunca nadie podrá contar una buena historia donde todo sea perfecto, sin conflicto, sin aventuras, ni peligros y difícilmente tendrá un final feliz sin la capacidad de superar todos esos obstáculos.  La resiliencia es precisamente parte de esa receta única y deliciosa y de esa historia épica que solo nosotros podremos contar.

Un abrazo fuerte en el camino de la resiliencia.

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