Por Jeykel Gabriel Espinoza Solano - Estudiante de la carrera de Ingeniería Biomédica
Uno de los temas que más ha tenido relevancia durante el último año es cuáles medicamentos sirven para tratar la COVID-19, y cuáles no. Son muchos quienes han optado por agotar todas las alternativas que se hayan a su alcance con tal de sentirse protegidos de la enfermedad y sus síntomas; no obstante, al mismo tiempo, otro mal silencioso invade a la población mundial: la resistencia antimicrobiana. La mayoría de los antibióticos son recetados para combatir infecciones provocadas por bacterias, y su uso no está justificado salvo que se detecte y diagnostique una infección bacteriana (Rey et al., 2011). Por ende, el uso inadecuado de antibióticos puede llegar a producir efectos perjudiciales para el ser humano y afectar el funcionamiento de los sistemas de salud.
Mientras que algunos piensan que puede ahorrar dinero probando medicamentos que no han sido indicados para tratar una enfermedad, el uso inadecuado de antibióticos genera un alza en los costos de los servicios médicos, y provoca un impacto negativo en el sector salud (Antibiotic Resistance, 2020). Este mal uso puede llegar a prolongar la enfermedad y aumentar la necesidad de utilizar fármacos más caros, lo cual aumenta el costo de la atención sanitaria a los pacientes con infecciones resistentes. También la complejidad de los procedimientos se incrementa y, al mismo tiempo, la demanda de recursos (Vargas-Alzate et al., 2019).
Finalmente, todo esto conduce a estadías hospitalarias más prolongadas, costos médicos más altos y una mayor tasa de mortalidad. La resistencia antimicrobiana y sus efectos han hecho cada vez más difícil la tarea de combatir múltiples enfermedades. La quimioterapia contra el cáncer, el control de la diabetes y la cirugía mayor (por ejemplo, cesáreas o reemplazos de cadera) se convierten en un riesgo muy alto debido a los antimicrobianos efectivos para la prevención y el tratamiento de infecciones (Tanday, 2016). Esta resistencia, además, impacta el tratamiento de infecciones urinarias y respiratorias, puesto que los organismos que las desencadenan pueden no responder a los antibióticos empleados de rutina, y requieren la utilización de tratamientos más complejos. El uso deficiente y excesivo de antibióticos ha provocado que las bacterias se vuelvan más resistentes a los múltiples medicamentos para tratar las infecciones que ellos causan (Alliance for the Prudent Use of Antibiotics [APUA], 2010).
A menudo se argumenta que el uso de antibióticos podría prevenir o incluso disminuir los efectos de la COVID-19. De hecho, hallazgos recientes han revelado que varios antibióticos fueron recomendados para el tratamiento de esta enfermedad. Esta estrategia basada en el reposicionamiento de medicamentos consiste en identificar nuevos usos de fármacos, diferentes a la indicación terapéutica original. Hay quienes creen que dicha estrategia podría disminuir los síntomas de la COVID-19. Sin embargo, esta metodología aún se encuentra bajo estudio y los resultados obtenidos son inconclusos y no demuestran que el uso de antibióticos tiene algún efecto favorecedor para reducir el impacto de la enfermedad. Por lo tanto, mientras se llega a una conclusión, es indispensable que las autoridades que regulan el uso de fármacos hagan un llamado para la no adquisición deliberada de antibióticos, puesto que su uso indiscriminado puede conducir eventualmente a un incremento exponencial de la resistencia antimicrobiana (Benavides-Córdoba, 2020).
Indudablemente, el uso de antibióticos para tratar enfermedades virales tiene repercusiones negativas a nivel socioeconómico y sanitario. Los sistemas de salud se ven afectados debido a los altos costos y la salud de los pacientes se podría ver comprometida frente a la falta de alternativas que permitan combatir la resistencia antimicrobiana. Es importante que estos medicamentos se utilicen únicamente con receta médica y con la guía de un profesional de la salud. Así, el impacto de la resistencia antimicrobiana se puede detener.
MOXIE es el Canal de ULACIT (www.ulacit.ac.cr), producido por y para los estudiantes universitarios, en alianza con el medio periodístico independiente Delfino.cr, con el propósito de brindarles un espacio para generar y difundir sus ideas. Se llama Moxie - que en inglés urbano significa tener la capacidad de enfrentar las dificultades con inteligencia, audacia y valentía - en honor a nuestros alumnos, cuyo “moxie” los caracteriza.
Referencias bibliográficas:
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Antibiotic resistance. (2020, julio 31). World Health Organization. https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/antibiotic-resistance
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Alliance for the Prudent Use of Antibiotics (2010). Estudio sobre el costo de la resistencia bacteriana. (2010). Enfermedades Infecciosas y Microbiología, 30(2), 63-65.
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Benavides-Cordoba, V. (2020). Reposicionamiento de medicamentos para COVID-19: Drug repositioning for COVID-19. Colombia Medica, 51(2), 1-11. https://doi.org/10.25100/cm.v51i2.4279
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Rey, C. C., García, M. L. G., Flecha, I. C. y Breña, P. P. (2011). Infecciones respiratorias virales. Protocolos de Infectología Asociación Española de Pediatría Sociedad Española de Infectología Pediátrica, 189-204.
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Tanday, S. (2016). Resisting the use of antibiotics for viral infections. The Lancet Respiratory Medicine, 4(3), 179. https://doi.org/10.1016/S2213-2600(16)00060-6
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Vargas-Alzate, C. A., Higuita-Gutiérrez, L. F. y Jiménez-Quiceno, J. N. (2019). Costos médicos directos de las infecciones del tracto urinario por bacilos Gram negativos resistentes a betalactámicos en un hospital de alta complejidad de Medellín, Colombia. Biomédica, 39, 35-49. https://doi.org/10.7705/biomedica.v39i1.3981