Medida por la contracción de la producción real per capita, la pandemia de COVID-19 ha provocado la cuarta crisis económica mundial más devastadora para el sistema económico mundial de los últimos 150 años (Banco Mundial, 2020). La pandemia no solo expuso las debilidades de los sistemas de salud mundiales, sino que también provocó un estancamiento económico significativo (Abedi et al. 2021). La pandemia ha creado crecientes incertidumbres con respecto a las perspectivas laborales, la recuperación económica, la estabilidad financiera, los ingresos y el desarrollo social (Pak et al. 2020).

Desde el punto de vista macroeconómico, la pandemia de COVID-19 ha provocado un gran impacto en la producción y el gasto agregados. Es decir, la pandemia no solo redujo la capacidad de trabajo de las personas y la producción de empresas, sino que también redujo el deseo de consumo de las personas y el incentivo y la posibilidad de inversión empresarial (Gopinath, 2020). Aunado a ello, la pandemia ha provocado la elevación, a ritmo acelerado, de la inflación y el desempleo (Baldwin, 2020).

Para aliviar el impacto negativo de la pandemia de COVID-19, los gobiernos han implementado diversas medidas de política. Al mismo tiempo, los bancos centrales han intentado desempeñar un papel importante en la mitigación de los efectos de la pandemia de COVID-19 mediante el diseño de políticas monetarias adecuadas. Es probable que las acciones del banco central muestren un efecto positivo en el mercado financiero y la economía real (Mosser, 2020), pero la política del banco central solo puede abordar indirectamente los principales desafíos de política económica de la crisis.

En la pandemia de COVID-19, las medidas gubernamentales, incluidos los cierres y las prohibiciones en el transporte, han cambiado directamente las expectativas de producción de las empresas y las expectativas de consumo de los hogares, lo que ha provocado una disminución de la producción y el consumo. Las medidas de salud pública destinadas a frenar la propagación de la pandemia han reducido indirecta y temporalmente el empleo, ya que las personas tienen que quedarse en casa o cuidar a familiares que ya han sido infectados. Las políticas restrictivas más simples y directas son más efectivas para salvar la vida de las personas, pero también aumentan la gravedad de la recesión (Eichenbaum et al, 2020). La “solución sueca” que permite que la pandemia estalle sin la intervención del gobierno y permite a los agentes cambiar su comportamiento de consumo a un sector relativamente seguro, aunque alivia la crisis económica y sanitaria, todavía significa muchas muertes y una disminución sustancial de la actividad económica (Dirk et al. 2020).

En los mercados financieros y energéticos, que están estrechamente relacionados con la macroeconomía, la pandemia también ha tenido un gran efecto negativo (Wen et al. 2021). Las medidas generales de distanciamiento social y bloqueo anunciadas por los gobiernos han tenido un impacto negativo directo y han reducido los rendimientos en el mercado de valores (Ashraf 2020), y el mismo impacto negativo en los precios de las acciones en la industria energética. Asimismo, la pandemia de COVID-19 aumentó la volatilidad de los tipos de cambio, y las medidas de respuesta del gobierno evidencian que pueden frenar dicha volatilidad (Yang et al. 2021).

En relación con soluciones de política a la crisis, Callum et al. (2020) consideran que la capacidad del sistema de salud pública es muy limitada, y la mejor política de mitigación durante la pandemia es mantener el distanciamiento social y trabajar desde casa. Los investigadores económicos keynesianos señalan que la demanda puede, de hecho, reaccionar de forma exagerada a los choques de oferta, lo que lleva a una recesión por insuficiencia de demanda. Por lo tanto, siguiendo esta escuela, la mejor política para hacer frente a la pandemia de COVID-19 es implementar una política monetaria flexible y brindar un seguro social adecuado (Veronica et al. 2020). Aunque las medidas ejecutivas del gobierno son vitales, resultan insuficientes para aliviar la recesión económica. Una respuesta integral de la política monetaria, la política fiscal y la política de salud pública es la clave para la recuperación económica (Warwick y Roshen 2021).

Los bancos centrales de todo el mundo han mostrado protagonismo y han adoptado diversas medidas de política para minimizar el trauma económico de la pandemia de COVID-19. Los resultados empíricos sugieren que la actividad del banco central tiene un efecto positivo en la reducción de la creciente presión del COVID-19 sobre la inflación, mientras que no puede mitigar el impacto del COVID-19 sobre la tasa de desempleo (Han Long et al, 2022). La actividad e intervención de los bancos centrales de los países desarrollados ha recibido una respuesta considerable del mercado, aliviando las presiones inflacionarias. Sin embargo, los mercados de los países en desarrollo han tardado en responder a las acciones del banco central y no han recibido los resultados esperados.

Se podría deliberar si los bancos centrales deberían mantener un significativo nivel de actividad y utilizar herramientas de política monetaria para reducir el impacto negativo de la pandemia sobre la inflación. Algunos estudios (Jegajeevan et al, 2022) muestran el efecto positivo de la actividad del banco central en la reducción de la inflación, lo que proporciona evidencia directa de la implicación anterior.

El gobierno, por su parte, debe dar cuenta de la cooperación política para lograr el objetivo de las políticas de mitigación de la crisis. Estudios empíricos indican que la actividad de los bancos centrales potencia el efecto negativo del COVID-19 sobre el desempleo. Esto significa que depender únicamente de los bancos centrales que emiten políticas monetarias no puede eliminar sistemáticamente el impacto adverso de la pandemia, lo que sugiere una política de cooperación. Es sugerente, entonces, la cooperación persistente de los gobiernos con el banco central para formular paquetes de políticas en su esfuerzo por dar respuesta los costos sociales y económicos derivados de la crisis por COVID-19.

Referencias bibliográficas

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