Queridos Gen Z:

¿Cómo están? Espero que bien.

Les escribe una “millennial” expatriada en Frankfurt, sentada en mi escritorio, con un helado tratando de aliviar los efectos del sol abrumante de afuera, en medio de una de las olas de calor más agresivas en la historia del viejo continente. Les escribo, luego de haber regresado de Costa Rica, donde se ha vivido una de las épocas más lluviosas, en medio de una temporada ciclónica muy activa. Les escribo, también, justo después de haber hablado con mis amigos que viven en Seúl, sintiendo el miedo que ellos sintieron al ver la cantidad sin precedente de lluvia que ha inundado a ese país y que ha resultado en muertes, desapariciones y heridos. El mundo entero arde y llora a la vez y les escribo porque quisiera conversar con ustedes al respecto. Así, de una generación a otra, porque somos quienes lidiaremos con las consecuencias de las decisiones que se tomen hoy y quienes seremos responsables de tomar otras tantas, con la esperanza de facilitar una sociedad en donde todos podamos vivir dignamente y con respeto a nuestro entorno.

Estamos viviendo en tiempos extraños: hemos experimentado varios años de pandemia, pasando por una crisis de contenedores y de cadena de suministros, seguido del inicio de una guerra como resultado de la brutal invasión rusa a Ucrania, en medio de una fuerte alza de los precios del petróleo, y en parte a causa de esta alza, enfrentándonos a una alta inflación; todo esto con una crisis climática de trasfondo.

¿Cómo se sienten? Me imagino que, dentro de todo este absurdo y locura, tienen ustedes sus propias preocupaciones, contextos, situaciones familiares y sueños para su futuro. De mi parte, estoy abrumada y cansada; supongo que ustedes también. Pero, por otro lado, es emocionante pensar que seguimos siendo jóvenes, y que tenemos la oportunidad de imaginar y diseñar un futuro en el cual nos sea ameno vivir.

La crisis climática y todos sus derivados son producto de un mundo que todavía está motivado por la avaricia. Un mundo que, como dijo Mia Mottley, la primera ministra de Barbados, está “más preocupado por generar ganancias que por salvar a las personas”. Sin embargo, esto podemos y nos toca, cambiarlo. Me gustaría creer que somos generaciones más conscientes, atentas a que vivimos en un mundo cada vez más interconectado, que comprendemos que nuestras acciones tienen impactos reales en personas que viven al otro lado de océanos y continentes. Esta empatía con personas que no conocemos es la que nos impulsa a ser más meticulosos a la hora de tomar decisiones, sobre la ropa que compramos, la comida que comemos, el dinero que ganamos, entre otros, por medio de un consumo más consciente y alineado a un estilo de vida sostenible.

Quisiera compartir las palabras pronunciadas por la primera ministra Mottley el pasado marzo, en su disertación inaugural del Ciclo de Charlas Presidenciales de la Organización Mundial del Comercio. Ahí, expresó su profunda preocupación e insatisfacción por la manera en que el orden global lidia con los estragos de las poblaciones de países en vías de desarrollo. “Amigos míos”, dijo, “el orden global no está funcionando”. (...) “La codicia sigue motivando, lamentablemente, a demasiados. El hecho de que estemos más preocupados por generar ganancias que por salvar a las personas es quizá la mayor condena que puede hacerse a nuestra generación a nivel mundial”. (…) “Seguimos teniendo un mundo lamentablemente segregado entre los que llegaron primero y a cuya imagen se establece ahora el orden global” y un orden global que es “simplemente el embalsamamiento del viejo orden colonial que existía en el momento de la creación de estas instituciones”. En una entrevista con el New York Times sobre su incansable labor de sacar su país adelante y de servir como vocera y defensora de los intereses de los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (SIDS por sus siglas en inglés), declaró: “Estoy diciendo las mismas cosas una y otra vez, una y otra vez… Uno empieza a sentir que se está volviendo loco.”

Quería compartir estas palabras, no para causar pesimismo entre nosotros los jóvenes, sino para motivar el conversar y actuar sobre la oportunidad que tendremos de cambiar esta situación. Tendremos que imaginar y traer a la mesa soluciones creativas para estos problemas presentes en el orden global, trabajando dentro de este sistema multilateral, con la consciencia de que este tiene que funcionar para todos y con todos por igual. No solo desde un nivel de igualdad, sino también de equidad, y con la sensibilidad suficiente para entender que algunos países necesitan más ayuda que otros, que, si bien todos tenemos una responsabilidad común para solucionar la crisis climática en la que nos encontramos y sus derivados, éstas son responsabilidades diferenciadas.

Los líderes actuales de las naciones más afectadas por la crisis climática piden a gritos un cambio, no sólo en nuestros sistemas internacionales financieros, políticos, regulatorios y de consumo, sino una transformación espiritual y cultural que nos sensibilice al sufrimiento de otros para tomar cartas en el asunto. Quería conversar con ustedes para que, de manera conjunta, mantengamos nuestros oídos abiertos para comprender el trabajo que nos tocará realizar en las décadas que siguen. Que estas palabras y los errores de las generaciones anteriores nos inspiren a resolver estos problemas de desigualdad, de violencia, de avaricia y de egoísmo con más creatividad, más ingenio, más empatía y más humanidad.

“Pregunto simplemente, ¿dónde está la justicia de la que hablamos?” (…) “Amigos míos, aunque no hemos tenido lo que algunos llaman una guerra mundial, sí hemos tenido un mundo de guerras, un mundo de conflictos en el que millones de víctimas inocentes, civiles, han sido las víctimas. Es una pena que haga falta este escenario europeo para que respondamos a la agresión estatal ilegal con sanciones globales. Es una pena que haga falta este escenario para dar una cálida acogida a los refugiados, una acogida que debería haber sido nuestra respuesta humana a todos los refugiados desde siempre, y no sólo hoy. Pero, sin embargo, más vale tarde que nunca, porque la situación de los migrantes no es una que acepten voluntariamente, sino que se les ha impuesto por circunstancias que escapan de su control, independientemente de que esas circunstancias provengan de causas climáticas o humanas.”

Que las palabras de los líderes de ahora nos sirvan para ser los líderes del futuro que los más vulnerables, y el planeta, se merecen.

Sinceramente,

Una millennial

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