¿En qué se parecen una religiosa napolitana y el actual jerarca del Poder Ejecutivo? En que ambos pretenden que los medios de comunicación solo muestren su forma de ver el mundo, silenciando de paso a todas las demás.

Hace unos días, las redes sociales hicieron famosa a una monja italiana. Ella quiso evitar una sesión de fotos para la serie Mare Fuori, una producción sobre mafiosos, ambientada en Nápoles. El evento se dio en media grabación de un beso entre dos actrices, Kyshan Wilson y Serena de Ferrari. En esas estaban cuando, de improviso, apareció la anciana, a voz en grito, espantando a satanás y haciendo a un lado a las dos mujeres. Lo absurdo de la escena no desmerece su violencia. Sin lugar a duda, estaba muy segura de tener el poder de su parte para llegar a tales extremos. Que una ciudadana en una democracia arremeta en contra de dos personas que se besan es un fracaso como sociedad.

También lo es que el presidente de la república amenace en televisión abierta a los periodistas por no ser lo suficientemente sumisos con su proyecto político. La diferencia es que aquí el atropello no está envuelto en un hábito. Tampoco choca el fundamentalismo rancio contra la sociedad libre y laica. Tan solo hay un ego narcisista que confunde al Estado consigo mismo, abroncando a todo aquel que considera parte de la «canalla».

Así como a la monja, que seguirá en su cruzada contra la concupiscencia, a Chaves tampoco le pasarán factura su exabruptos. Eso sí, no deja de ser lamentable cómo va socavando de a poco la democracia plena que alguna vez tuvo Costa Rica. Lo peor de todo: la gradería le aplaude.

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