Madrid ha sido el escenario escogido para albergar la cumbre de la OTAN más importante en la última década. En dicha reunión no solo se han replanteado los conceptos estratégicos que marcarán el accionar de esta organización militar en los años próximos. Ahora mismo es innegable reconocer que la guerra en Ucrania no solo ha fortalecido y revivido de “muerte cerebral”, tal como definía Macron al sentido existencial de la OTAN hace unos años, a una organización que había perdido su propósito de existencia desde la caída del muro de Berlín.

La lógica belicista ha impulsado a que Finlandia y Suecia se adhieran a la organización militar y pierdan su estatus de neutralidad militar. Turquía, país que inicialmente vetaba su incorporación, ha permitido su ingreso a costa de una serie de condiciones, las cuales aún no conocemos con exactitud si se van a cumplir, dado a que Turquía exige la deportación de al menos 73 personas que Ankara considera terroristas, debido a su implicación al Partido de los Trabajadores del Kurdistán, considerado como organización terrorista por el gobierno turco.

Las 16 páginas del nuevo “concepto estratégico” de la OTAN dejan en evidencia la apuesta por el belicismo, la confrontación y una nueva percepción de inseguridad que tiene a Rusia como “la amenaza más significativa y directa a la seguridad de los aliados y a la paz y estabilidad de la zona euroatlántica”. Lamentablemente la invasión rusa a Ucrania ha eliminado las críticas de algunos miembros al aumento del 2% del PIB en gasto militar que Washington venía exigiendo a sus aliados en los años recientes, lo cual beneficia enormemente a Estados Unidos, no solamente porque es el mayor vendedor de armas en el mundo, si no por el simple hecho de que China representa en la actualidad el principal competidor en cuanto al desarrollo de tecnologías de toda índole, incluyendo el armamento militar.

La OTAN es, desde su fundación, una organización que busca militarizar las mentes sin posibilidad de objetar la subordinación a los intereses y órdenes de Estados Unidos. La cumbre de Madrid ha reafirmado el verdadero carácter y sentido de la OTAN en cuanto al dominio del tablero geopolítico en Europa. La OTAN, o mejor dicho Estados Unidos, condiciona la política exterior de sus aliados y por ende las relaciones con el resto de los países del mundo.

El reciente informe del Centro Delás de Estudios para la Paz, titulado OTAN, construyendo inseguridad global, señala que la guerra en Ucrania es una especie “primer round de una nueva Guerra Fría entre la OTAN y Rusia/China”. Para este instituto, la nueva OTAN es una vuelta a la primera OTAN:

La alianza retrocede y regresa a la primera casilla de su historia, lo que no deja dudas respecto a su función: la OTAN es la mejor solución a los problemas provocados por la misma OTAN”.

La invasión rusa a Ucrania ha condicionado las relaciones económicas de Europa con Rusia. Estados Unidos se ha encargado de satisfacer progresivamente la demanda de gas natural a Europa a costa de una progresiva desconexión de la energía rusa. El informe señala que más de la mitad del gas que consumía Alemania venía de Rusia: ¨de haberse abierto el gasoducto Nord Stream II, cancelado pese a estar terminado una semana antes del inicio de la guerra, la dependencia alemana de Rusia hubiera sido total. La guerra en Ucrania ha acelerado el proceso de alineamiento de los países europeos a los intereses de Washington¨.

La progresiva militarización asociada a la postura de la OTAN, en cuanto a que la migración irregular se ha convertido en una “amenaza a la integridad territorial” que debe ser combatido por la vía militar, asociado al reciente fallecimiento de al menos 37 migrantes muertos en el paso de la frontera de Melilla, afirma con rotundidad que la migración se ha convertido en un nuevo pretexto para legitimar la existencia de la organización militar.

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