A treinta años de que se publicó La loca de Gandoca, sigue siendo un texto que nos abre los ojos sobre la triste realidad ambiental de nuestro país. Ha habido logros y buena voluntad de parte de muchas personas, dentro de los gobiernos, la empresa privada y organizaciones no gubernamentales; pero todavía hay muchas personas que se guían por el lucro y la comodidad.

En el Club de Lectura CCSS leímos el texto en mayo de este año y, aparte del acercamiento estético a la novela, hubo uno reflexivo, biográfico, pues todos, en alguna medida, hemos presenciado o vivido los efectos que el descuido o abuso del ambiente, han provocado.

En nuestra tertulia participó doña Anacristina Rossi, quien considera a este uno de sus textos más autobiográficos. Y, en la voz de Anacristina escuchamos nuevamente la voz de Daniela, la voz de la loca de Gandoca.

Esa voz que representa las voces de tantos ambientalistas, mujeres y hombres, quienes incluso muchos han sido víctimas de intereses económicos que sacrifican el bienestar colectivo.

La novela de Anacristina Rossi nos muestra los entresijos del poder, que permean las instituciones creadas para proteger el ambiente. También nos habla de la vida cotidiana de los paladines del ambiente, que al fin y al cabo son personas comunes y corrientes, como todos nosotros. Y destaca cómo la desinformación es la madre de todas las desgracias (tanto en el momento en el que se inspiran los hechos de la novela como hoy, en tiempos de redes sociales y noticias falsas).

La novela inicia desde la intimidad y ahí acaba, la novela acaba en el inicio; pues la circularidad de la vida, la circularidad de las luchas sociales, debe plasmarse en el texto literario. No hay luchas ganadas, porque cada día debemos salir a la calle a defender los derechos humanos, a defender nuestro derecho a un ambiente sano, a defender a esa hermosa tierra de la que somos tan solo uno de sus múltiples habitantes.

La lectura de La loca de Gandoca no pierde vigencia, pues necesitamos alimentarnos de la experiencia de quienes nos han precedido con sus luchas. Esto no solo nos inspira, sino que nos muestra que debemos ir más allá de los informes y premios que en materia ambiental emite y recibe nuestro país. Debemos ser conscientes de que la mentalidad ambientalista es algo cotidiano, debe ser una forma de vida, algo circular, como el texto, que se repita cada mañana, al salir el sol, y cada noche, al acostarnos.

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