El 17 de mayo de 1990, la Organización Mundial de la Salud excluyó la homosexualidad de su lista de enfermedades mentales. Desde 1971, la homosexualidad no era un delito en Costa Rica, pero su penalización en realidad continuó hasta el año 2002, cuando se eliminó de nuestro Código Penal el delito de Sodomía, usado hasta entonces para justificar detenciones arbitrarias, redadas, agresiones, persecución, estigma y discriminación.

Entre mediados de la década de los 90 e inicios del nuevo siglo, el activismo por los derechos humanos de las personas lgbtiq+ se venía fortaleciendo por varias razones, entre ellas, aunque no las únicas: como resultado de la necesaria organización para hacer frente a la pandemia del VIH y la estigmatización y persecución, y los aprendizajes de una nueva corriente global del feminismo imperante en aquellos años.

El 17 de mayo se celebró por primera vez en nuestro país de manera oficial en 2008, tras el Decreto Ejecutivo Nº 34399 firmado por el presidente Óscar Arias Sánchez para conmemorar el Día Nacional Contra la Homofobia. En 2012, la presidenta Laura Chinchilla Miranda amplió ese decreto para incluir a otras personas lgbtiq+. La verdad es que esas acciones no estuvieron acompañados de compromisos concretos contra la discriminación.

Desde 2006 la Sala Constitucional había ordenado a la Asamblea Legislativa regular las relaciones de pareja del mismo sexo, cosa que como sabemos nunca ocurrió. Entre 2008 y 2010, grupos anti-derechos propusieron realizar un referéndum para decidir si las parejas del mismo sexo tenían derecho a ser reconocidas, idea que finalmente fue desechada por la Sala Constitucional en un voto que contiene una frase que conviene recordar siempre: "Los derechos de las minorías que surgen de reivindicaciones contramayoritarias no pueden ser sometidos a un proceso de referéndum donde se imponen las mayorías". En 2012 surge Invisibles, y nos volvimos imparables y visibles. Visibilidad, visibilidad y visibilidad, se volvió nuestro mantra.

Creo que nunca olvidaremos, y no deberíamos, el 17 de mayo de 2014, cuando nuestra bandera ondeó por primera vez al lado del pabellón nacional en Casa Presidencial. Hoy entendemos ese simbolismo como el preámbulo de decisiones transformadoras.

Poco después vino el derecho al aseguramiento de las parejas del mismo sexo en la CCSS, la inclusión de las mujeres trans en las políticas del INAMU, la herencia de la pensión por fallecimiento, el Decreto Ejecutivo Nº 38999 y la Directriz 025-P para proteger a las personas funcionarias y usuarias de los servicios públicos de la discriminación, y, por supuesto la Opinión Consultiva 24-17, que presentó y defendió la vicepresidenta de la República, Ana Helena Chacón, en la Corte Interamericana de los Derechos Humanos. Lo que ocurrió después lo recordamos bien, y lo viven día a día miles de familias protegidas por el Estado.

Otro 17 de mayo, en 2018, el presidente Carlos Alvarado Quesada, que había apoyado el matrimonio igualitario desde su campaña, designó al primer Comisionado Presidencial para Asuntos de las Personas LGBTIQ. El 28 de junio de ese mismo año, en el marco de la celebración del PRIDE, el mandatario pidió perdón en nombre del Gobierno de la República, por “las persecuciones, redadas, detenciones arbitrarias y golpes" promovidas por el Estado y sufridas por las personas lgbtiq+ a lo largo de la historia.

Se firmaron decretos para preparar las instituciones públicas para la entrada en vigencia del matrimonio igualitario, para reconocer los derechos migratorios a parejas binacionales del mismo sexo, para implementar tratamientos de hormonización en los servicios de salud públicos, para el acceso de bonos de vivienda y la inclusión de las familias homoparentales en los programas de asistencia social, y se impulsó y promulgó la ley que penaliza los crímenes de odio.

Este breve relato, sin pretender ser exhaustivo, representa los mínimos en materia de derechos de las personas lgbtiq+ sobre los que no se admiten retrocesos. Por supuesto que se puede elaborar mucho sobre lo que queda por hacer y los pendientes, pero olvidar o negar esta historia sería simplificar el trabajo a quienes siempre intentan hacernos retroceder. Al contrario, conocer nuestra historia, y cómo llegamos aquí, será siempre un impulso.

Los nuevos tiempos lucen desafiantes, pero lo hemos hecho antes caminando juntos y juntas, y lo volveremos a hacer.

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