Diversas lecturas podrían hacerse a la luz de los resultados electorales del pasado 6 de febrero. Una muy necesaria habría de ser el rol que la población joven jugó y el cómo se tradujo esto en apoyos a las determinadas agrupaciones que se sometieron al escrutinio popular.

Las exigencias generacionales por un abordaje integral en la defensa de los derechos humanos, el ambiente, la justicia y la democracia económica resultan preponderantes en la recomposición del escenario y el tablero político a nivel nacional. Bajo tal perspectiva el Frente Amplio asumió el compromiso de ofrecer no solamente el programa de gobierno más completo, sino también, perfiles de personas jóvenes comprometidas con los cambios que demandan los tiempos.

La representación parlamentaria de seis curules, cuyo promedio de edad son los 33 años, no solamente es garantía de recambio sino también de apertura de una agrupación que ha abierto a la juventud las puertas para la discusión y la construcción de alternativas. De igual manera, los espacios de conducción en cargos de dirección nacional son en su mayoría ocupados por personas jóvenes, las cuales buscamos trabajar por un país más solidario sin perder nunca de perspectiva el tejer puentes intergeneracionales nutridos por la experiencia acumulada.

Supone por demás un reto en un país con adulcentrismos tan arraigados en casi cualquier espacio, el hacer valer con vehemencia las peticiones y reivindicaciones de las diversas juventudes del país. Juventudes marcadas por las pocas perspectivas de futuro, la precarización laboral en las “bananeras digitales” del siglo XXI y aquellas otras que siguen padeciendo las exclusiones sistémicas de un modelo de desarrollo que ha concentrado el crecimiento en el Valle Central.

En el Frente Amplio seremos correspondientes a la confianza depositada por la gente joven, de edad y de espíritu. Porque la juventud más allá de una categoría etaria supone actitud ante la vida. La actitud de saber que no podremos avanzar como sociedad mientras sigamos arrastrando iniquidades, discriminaciones y violencia. No habrá espacio para claudicar en la defensa de derechos adquiridos y por aquellos que aún faltan de conquistar. Apostamos por la fuerza colectiva de la unión, el diálogo, el cariño y la ternura como elementos centrales para edificar relaciones más sanas y humanas.

En esa labor será necesaria la conjunción de voluntades de todos los actores, pero particularmente, la de la juventud como motor de transformación.

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