Por Marcos Vinicio Alfaro Bastos - Estudiante de la carrera de Psicología

Mediante los mecanismos democráticos las masas son representadas por una minoría electa. A este grupo le corresponde dirigir y tomar decisiones que beneficien los intereses de todos, otorgándoles a cambio una serie de privilegios que les brinda un rango social diferente. Se suman al poder dentro de la estructura social otros grupos dirigentes, que aportan trabajo, capital y orden a las economías. La permanencia en las estructuras de poder supone la búsqueda de equilibrios en el sistema social, lo que permite crear asociaciones de intereses individuales entre los diferentes grupos organizados. Surge el conflicto de resistencia en dejar de formar parte de las élites y el temor en perder el dominio de las mayorías. Esto provoca que las voluntades de las élites sobrepongan sus intereses por encima de los del pueblo, dañando la democracia. Por ese motivo, al considerar el interés de las élites por moldear la continuidad de sus beneficios, nos preguntamos: ¿sobrevivirá la democracia a este modelo de construcción social?

Desde los tiempos de Aristóteles, la democracia ha sido considerada como el gobierno de todos, por lo que resulta antagónico considerar que sea el gobierno de pocos o de una élite. (Baras,1991, p. 11). Sin embargo, el fenómeno de las élites constituye un fenómeno societario y no depende esencialmente del sistema político (Herrera, 2002, p. 178). En ese sentido, al emerger nuevas élites se dan transformaciones que reflejan parte de la evolución de la estructura social moderna con nuevas clases sociales que reclaman representación (Cisneros, 1996). Pareto propuso su teoría de la élite reconociendo la división social propuesta por Mosca (dualismo), pero considerando la existencia de muchas élites de tipo económico, intelectual o político (Cisneros, 1996, p. 131). Por ello, corresponde plantear la producción de élites como efectos emergentes que reflejan la despolitización de las sociedades postmodernas, en las que el punto de vista de la política ya no es el preponderante (Herrera, 2002, p. 173). Es menester hacer la distinción de que una democracia por definición representa el pluralismo, mientras que no todos los regímenes pluralistas son de tipo democrático (Cisneros, 1996, p. 137).

Observamos como la circulación de las élites ya no tiene lugar, según las lógicas conectadas a los viejos modelos de estratificación social. En la transición de una época a otra no cambia el hecho de que exista una clase política, solo varía su formación y organización (Blacha, 2005). En tanto, las fuerzas renovadoras de los ordenamientos sociales promueven el reemplazo de la clase política, debilitando la estabilidad de las élites. A su vez, los cambios socioculturales favorecen la circulación de las minorías, promoviendo nuevas representaciones en la sociedad. Por ese motivo, para las élites la acción concertada con la clase política es necesaria para evitar conflictos y conservar el orden, lo que a su vez permite su continuidad (Blacha, 2005).

Según Bachrach, citado en Baras (1991), la finalidad última de la élite está referida a conservar el poder, ya que los procesos sociales se explican por la distinción entre la élite y la masa. A su vez, presenta el engaño y la violencia como medios para mantener el poder intrínsecos a la minoría, siendo las actuaciones racionales un papel secundario. Esto supone una restricción a la democracia, reduciendo la participación de las masas y abusando del poder, por lo cual le resta representatividad.

El problema que surge en las teorías democráticas es hacer compatibles los valores democráticos con la inevitabilidad de las élites y sus intereses. Mosca, citado en Baras (1991) señala que la élite tiende a perpetuarse en el poder instituyendo la herencia como método de dominio. Otra de las alternativas es controlar la formación de las minorías, y en ambas opciones requieren de fuerza intelectual y asociación para guiar a las mayorías. Sin embargo, los cambios en las estructuras sociales les demandan creatividad para ejercer su dominio, asunto que puede afectar los intereses de las masas desde una perspectiva de asociación con la clase política.

El estudio de las élites nos permite observar un enfoque del sistema político, al plantearnos quién manda, para qué y cómo manda (Baras,1991, p.11). En ese sentido, la representación social de la democracia nos brinda libertades de pensamiento, prensa y asociación y, a su vez, nos muestra el poder en manos de la clase política y élites dirigentes. No se puede objetar la existencia de las élites, tampoco su evolución de carácter plural, esto debido a su origen social permeable a las fuerzas sociales nuevas. De tal manera que se requiere un sentido ético y moral de las élites para la supervivencia de la sociedad misma, esto considerando la circulación de la clase política en una democracia, con el fin de disuadir su perpetuidad y el dominio total del poder. Por ello, la democracia sobrevivirá al seleccionar gobiernos responsables, capaces de hacer sinergias para atender los ajustes estructurales de la sociedad y la demanda pluralista en sus intereses, mediante gobiernos que sepan guardar su independencia de las clases económicamente dominantes sin perder su rol de representación social de la ciudadanía.

MOXIE es el Canal de ULACIT (www.ulacit.ac.cr), producido por y para los estudiantes universitarios, en alianza con el medio periodístico independiente Delfino.cr, con el propósito de brindarles un espacio para generar y difundir sus ideas.  Se llama Moxie - que en inglés urbano significa tener la capacidad de enfrentar las dificultades con inteligencia, audacia y valentía - en honor a nuestros alumnos, cuyo “moxie” los caracteriza.

Referencias bibliográficas:
  • Baras, M. (1991). Las élites políticas. Revista del Centro de Estudios Constitucionales, 10, 9-24. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/1050898.pdf
  • Blacha, L. (2005). ¿Elite o clase política? Algunas precisiones terminológicas. Revista
    Theomai, 12. http://revistatheomai.unq.edu.ar/NUMERO12/artblacha12.htm
  • Cisneros, I. (1996). Gaetano Mosca y los elitistas democráticos. Estudios Sociológicos,
    14(40), 119-138. http://www.jstor.org/stable/40420929
  • Herrera, M. (2002). Élites y ciudadanía societaria: una teoría relacional del pluralismo
    postmoderno. Teoría Sociológica (68), 169-190. https://papers.uab.cat/article/view/v68-herrera/pdf-es