Hasta el día de hoy es común ver en medios de comunicación que los temas relacionados con la salud de la mujer (como lo son los métodos de higiene para la menstruación) han sido censurados o distorcionados, a pesar de ser algo natural y biológico, incluso enseñado a los niños desde la escuela.

Es bastante acertado decir que este tema sigue siendo tabú en la actualidad, tanto así como los síntomas referentes a situaciones que no son patologías en sí mismas (como la menopausia o la menstruación), ya que en repetidas ocasiones la sintomatología asociada a estas “enfermedades” se minimiza dentro de nuestra sociedad. Los síntomas asociados a la menstruación van desde dolores en distintas partes del cuerpo, cambios hormonales que repercuten en las emociones y estados de ánimo, mientras que en el caso de la menopausia los síntomas pueden ser también hormonales, pero con un mayor espectro, y físicos que se relacionan con cambios en diferentes sistemas como el urinario y el esquelético, por mencionar dos. Entonces, cuando comprendemos que estas “enfermedades” específicas de las mujeres no solamente son cambios en los estados de ánimo porque las mujeres son así “por naturaleza”, y es posible identificar cambios y síntomas físicos cuando una mujer atraviesa dichas situaciones.

Primero que todo, podemos analizar el hecho de que muchos estudios en torno a los fármacos se han hecho de forma generalizada y no solamente para las mujeres, y aunque han habido “esfuerzos” para conseguir otros tratamientos como la terapia hormonal (que podría ocasionar efectos secundarios a largo plazo) o tratamientos focalizados en las repercusiones físicas como la osteoporosis en la menopausia, aun así el estudio sobre medicalización en mujeres se limita a los tratamientos que se consideran adecuados, sin profundizar muchísimo en el cuerpo de la mujer y en su particularidad, aun cuando la mujer ha sido uno de los mayores focos de mercado para la industria farmacéutica.

Considero que esto se debe a la imagen inferiorizada que se le ha dado a la mujer durante décadas, que aun así ha servido para costear gran parte de la industria farmacéutica con tratamientos para la menopausia, pastillas para el dolor menstrual e incluso con las pastillas anticonceptivas.

Además, las mujeres en repetidas ocasiones han sido estereotipadas por el simple hecho de considerarse seres vulnerables que “sangran” una vez al mes, que pierden su capacidad reproductiva a cierta edad y que además sufren un descontrol hormonal, que las “limita” mental y psicológicamente para tomar decisiones, lo cual es una excelente explicación para la falta de inclusión dentro de los estudios farmacéuticos y proyectos de medicalización, ya que podría pensarse que aunque son importantes para la industria, no son aptas para ser tomadas en consideración a la hora de desarrollar un fármaco o tratamiento, aun cuando las mujeres han sido una de las mayores fuentes de consumo de medicamentos, por las razones ya antes mencionadas.

Finalmente, desde mi experiencia considero que la mujer siempre ha sido (injustificadamente) vista como un ser sensible, con cambios de humor repentinos, en pocas palabras, como un ser manejado por sus emociones, y sería un error de mi parte no resaltar esto como un tema de importancia con respecto a la medicalización y para el siglo en el que vivimos, porque aunque nos desenvolvemos en una época tan revolucionaria, donde el feminismo se encuentra quizás en uno de sus más grandes auges, aun así se siguen normalizando comportamientos arcaicos que estigmatizan a la mujer, siendo la medicalización desproporcionada y los estereotipos acerca de la sintomatología femenina, dos de las aristas de esta temática.

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