El Día Mundial del Agua, celebrado el 22 de marzo, debió habernos recordado qué significa el agua, su verdadero valor y cómo podemos protegerla mejor.
Civilizaciones importantes para la humanidad nacieron al margen de los ríos Éufrates, Tigris, Nilo, Ganges y Amarillo, por nombrar algunos. Historias de civilizaciones dicen que su prosperidad se vio truncada cuando sus recursos hídricos se contaminaron o sus pozos se secaron. La importancia del agua es tal, que se ha unido al oro, el petróleo y otras materias primas en la comercialización de la bolsa de valores en Wall Street. En septiembre de 2020 se anunció que el agua ahora está vinculada a los “futuros”, un contrato estandarizado para comprarla o venderla como una materia prima básica a un precio específico en una fecha futura.
El agua no pasó de la cuna de la civilización a Wall Street en un cuento de hadas. Los “futuros del agua” surgen como respuesta a las olas de calor y los incendios forestales del año pasado en la costa oeste de los Estados Unidos de América, y la sequía que ha afectado al estado de California durante años. Estos eventos agravaron la escasez de agua en esa parte del mundo.
Los futuros del agua están asociados al Nasdaq Veles California Water Index, el índice mediante el cual se supervisan los precios al contado de los derechos de agua en las cinco regiones más grandes y más comercializadas de California. Se espera que permitan a los grandes consumidores del agua amortiguar los efectos de las fluctuaciones de su precio y que sirvan como indicador de la escasez del recurso para los inversionistas.
Mientras los inversionistas comenzaban a negociar futuros del agua en los Estados Unidos de América en diciembre de 2020, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) presentaba su informe “El estado mundial de la agricultura y la alimentación: Superar los desafíos relacionados con el agua en la agricultura”. La evidencia de la escasez de agua fue impactante. Los recursos de agua dulce disponibles por persona han disminuido en más de un 20% en las últimas dos décadas, como resultado del aumento de la demanda y el cambio climático. Se estima que 1.200 millones de personas viven en zonas agrícolas que experimentan limitaciones de agua muy elevadas; es decir, aproximadamente una de cada seis personas en el planeta y el 15% de la población rural del mundo se enfrentan a esas limitaciones. La agricultura tiene la clave para abordar muchos de los desafíos del agua que enfrentamos hoy, por ser el mayor usuario del agua y beneficiario de subsidios para su utilización a nivel mundial.
Los futuros del agua, cuya viabilidad depende de infraestructuras importantes, como indicadores de estrés locales fiables, son bienvenidos para ayudar a los consumidores del agua, incluidos los agricultores, a protegerse de las fluctuaciones de precios. Además, los derivados vinculados al precio del agua pueden ayudar a las empresas e inversionistas a gestionar la escasez de agua y los riesgos asociados al cambio climático. Los países en desarrollo deben prepararse para adoptar estos instrumentos tarde o temprano. Sin embargo, los críticos advierten que tales contratos pueden ser difíciles de negociar, dada la naturaleza altamente local del comercio y los derechos del agua. También se ha expresado preocupación sobre la forma en que un recurso básico mal regulado podría convertirse en un activo especulativo con altibajos que causarían estragos en los precios reales del recurso. De hecho, el Relator Especial de la ONU sobre la promoción y protección de los derechos humanos al agua potable y el saneamiento recientemente afirmó: “No se puede valorar el agua como se hace con otros productos comercializados. El agua es de todos y es un bien público”.
Con la entrada en vigor de los futuros del agua surge una pregunta fundamental: ¿es el agua una mercancía o un derecho humano básico? Paradójicamente, la respuesta puede ser: ambos. El acceso al agua ciertamente puede considerarse un derecho humano básico, ya que nuestra propia existencia depende de ella. El derecho humano al agua potable segura fue reconocido por la Asamblea General de la ONU y el Consejo de Derechos Humanos en 2010. Al mismo tiempo, el agua es un recurso cuya escasez va en crecimiento, como muestra el informe de la FAO, así que asignarle algún tipo de precio ayudaría a optimizar la forma en que se utiliza. Actualmente, el agua está subvalorada en todo el mundo y las actividades que consumen más agua, incluida la agricultura, son las que a menudo reciben las mayores subvenciones para usarla.
Para resolver este dilema debemos contar con dos condiciones. Primera, el agua debe asignarse de forma que su uso sea eficiente desde la perspectiva de la sociedad y evitando el desperdicio y el uso excesivo. Segunda, deben existir mecanismos para garantizar el acceso de todos al agua, en particular los más pobres y vulnerables.
Tenemos tres puntos de entrada para llenar tales requisitos. Primero, existen muchas opciones tecnológicas y de gestión del agua que funcionan bien, pero debemos hacer que su adopción sea atractiva para los agricultores, pastores y pescadores. Segundo, deben establecerse instituciones reguladoras eficaces para garantizar que todas las personas puedan pagar su factura del agua, y que además incluyan incentivos para los pequeños agricultores y derechos de tenencia seguros. La contabilidad y auditoría del agua será clave para crear una base de información adecuada y transparente para mejorar las estrategias de gestión del recurso. Y tercero, se requieren marcos de políticas holísticos para que ningún sector económico intente satisfacer sus necesidades de agua aisladamente de los demás. Estos tres puntos de entrada son como las tres patas de un banquillo: si falta una, el banquillo se cae.
Los futuros y otros instrumentos de comercialización del agua son bienvenidos, pero se deben integrar en un enfoque de derechos humanos para la gestión del recurso, respaldado por una gobernanza mejorada e inclusiva, que preste especial atención a los grupos vulnerables y a los pequeños agricultores, pastores y pescadores.
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