Costa Rica experimenta cambios productivos, demográficos y laborales importantes cuya interrelación requiere mayor comprensión y atención para aprovechar mejor las oportunidades y cerrar las brechas de género que afectan a las mujeres en áreas claves como: ciencias (básicas y naturales), tecnología, ingeniería y matemáticas conocidas como “STEM”, por sus siglas en inglés.

En las últimas décadas, el país ha transitado de una economía agrícola e industrial a otra cada vez más de servicios y alto valor agregado. Asimismo, está inmerso en una transición demográfica avanzada en la que aumenta la población de mayor edad. En 25 años se invertirán los grupos dependientes y las cohortes de jóvenes que el país requiere para financiar el régimen de bienestar social, serán cada vez más pequeñas.

En este contexto, se desperdician oportunidades. Aun cuando las mujeres son la fuerza laboral que crece con mayor dinamismo, su inserción laboral real es baja respecto a la de los hombres o si la comparamos lo que pasa en los países de la OCDE. Las mujeres son, además, las más afectadas por los problemas de desempleo y subempleo porque no siempre tienen todas las condiciones que se requieren para salir a trabajar, aunque quisieran. En tiempos de crisis como los que vivimos, con fuertes incrementos en el desempleo debido a la pandemia, ellas alcanzan en este indicador tasas de 30% versus 20% de los hombres según última Encuesta Nacional de Hogares. Esta situación constata lo que muchas veces he señalado y comprobado: si a la economía le va mal a las mujeres les va peor.

Por su perfil demográfico y el nivel de desarrollo al que aspira, el país ya debería haber logrado la universalización de la secundaria y conformado una robusta capa de técnicos, profesionales y científicos. Esto, sin embargo, no es así. El logro educativo es bajo e insuficiente. Para el 2019, la probabilidad de que una persona entre los 12 y 18 años finalizará la secundaria superior (undécimo) era apenas de un 55,7%, porcentaje bajo respecto a los países de la OCDE.

Por otro lado, los estudiantes en educación técnica impartida del MEP son menos del 30% de la matricula total de secundaria y para el 2019 la población entre 18 a 64 años con secundaria técnica completa era menos del 5% de la fuerza laboral activa. En esta población, las mujeres apenas representan el 3%, con brechas territoriales significativas entre la región central y el resto de las regiones donde ese porcentaje es aún menor (apenas, 1.9%).

Brechas de género en las carreras de STEM

Aun cuando hoy el país requiere aumentar el porcentaje de profesionales ubicados en las áreas de STEM los datos son bajos y altamente desiguales entre hombres y mujeres.

Como lo constató el último Informe del Estado de la Educación solo del 37% de las oportunidades educativas universitarias disponibles son de esas áreas y si se restan las carreras salud este porcentaje se reduce al 11%. Por otro lado, si bien las mujeres tienen tasas de graduación universitarias mayores que los hombres sigue prevaleciendo una alta segmentación en las carreras por género. Es decir, ellas tienden a seleccionar más carreras relacionadas con enfermería, educación u otras ciencias sociales, consideradas socialmente como “típicamente femeninas” y menos las carreras de STEM consideradas “típicamente masculinas”.

Esta situación tiene efectos importantes en el mercado laboral. Para el 2019, la distribución de las personas ocupadas era mayor para los hombres en las carreras de Ingeniería, desarrollo de software y ciencia de datos. Si bien el porcentaje de mujeres graduadas en carreras de ingeniería y tecnologías pasó de 25% en el año 2000 a 35% en el 2019 generando profesionales de alta calidad, este porcentaje continúa siendo bajo e insuficiente.

Pero además la cantidad de hombres ocupados por cada mujer en esas áreas es también muy desigual, veamos tres ejemplos concretos: por cada 5 hombres que trabajan en Desarrollo de Software hay una mujer; por cada 2.6 hombres en las ingenierías hay una mujer y por cada 2.4 hombres en ciencias de datos hay una mujer. Sin duda, todavía estamos muy lejos de la paridad.

Las razones que explican estas brechas e inserción laboral desigual están asociadas a la discriminación por razones de género que persisten en nuestra país y que se manifiestan, entre otras cosas, en una serie de actitudes, creencias y emociones tales como la autopercepción negativa que las mujeres tienen de sus habilidades matemáticas como lo demostraron distintos estudios presentados recientemente en el “Foro Mujeres STEM” organizado por la Academia Nacional de Ciencias y otras entidades nacionales preocupadas por el tema. Estas autopercepciones negativas se construyen en los hogares y en niveles iniciales del sistema educativo y se reproducen a lo largo de las trayectorias educativas de las mujeres (Smith Castro V. et al, 2019; Agüero, E, et al, 2017, Montero Rojas E, et al 2020, Meza, G. et al 2015).

Los prejuicios creados por razones de género, un currículo oculto y una mediación pedagógica docente aún limitada en el manejo del tema de género están a la base del problema y requieren atención prioritaria por parte del MEP, las universidades y los hogares.

Si no logramos atender esta situación con celeridad en los próximos años, el país perderá competitividad al desaprovechar la fuerza laboral más dinámica que hoy tiene; perderán también potencial de desarrollo nuestras carreras de STEM de cara a la Cuarta Revolución Industrial. Pero, sobre todo, perderán las mujeres en una sociedad que insiste en negarles igualdad de oportunidades, con lo cual se afianzan las brechas y perdemos todos.

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