El año 2019 fue de movilización y de mucho fuego. Solo en septiembre, seis millones de personas - sobretodo estudiantes - salieron a protestar por el clima en unos 150 países. Esto no pasaba cuando yo estaba en el colegio. Hay tantos niños que hablan de la crisis del planeta. Veo a una generación diferente. Una madre contaba que su hija declaró que lo único que quería para Navidad era “una gran sandía”.

A pesar del hiperconsumismo, o quizás a causa de este, se asoman cambios de comportamiento. El Diccionario Collins monitorea 9.500 millones de palabras para identificar vocablos nuevos que reflejan un cambio cultural. Climate strike —o marcha climática— fue la “palabra del año” en 2019. La de 2018 hacía alusión a los plásticos de un solo uso.

En 2019 vimos fuego por doquier. Ardió Notre Dame en París como también ardieron los bosques amazónicos. Los fuegos en California rompieron récords y cobraron vidas. Hace cuatro meses que arde Australia. Expertos en biodiversidad estiman se han quemado, potencialmente, 480 millones de animales en ese país. Las imágenes de hogueras que tragan casas, personas y animales marcarán a toda una generación. A esto agreguemos la explosión de protestas en tantas ciudades: llamas en las calles de Hong Kong, Cataluña, Beirut y La Paz. Fui a Santiago y lo mismo: una ciudad consumida por fuego y violencia. Noté que, en la encuesta de opinión en Chile, los bomberos fueron la institución mejor valorada (la peor fueron los partidos políticos).

La Cumbre del Clima no pudo ser en Santiago y se trasladó a Madrid. Evidenció la desconexión de los Estados, por un lado, y la ciencia y ciudadanía por otro. Qué orgullo observar a la delegación costarricense estar a la altura de los tiempos liderando los “Principios de San José de Integridad Ambiental” como referencia para definir las futuras reglas de los mercados de emisiones de carbono - reglas que Brasil y Australia no tienen problemas en socavar. Que ironía que ambos países sean anti ambiente cuando sus países arden y más bien requieren sensatez y compromiso ambiental.

La agenda azul fue tema en 2019 en parte por el informe de más de 100 científicos de unos 30 países sobre océanos y cambio climático. Hubo un inicial acercamiento entre la comunidad oceánica y la climática en la Cumbre del Madrid. Lo lamentable es que cuando el mensaje científico nos insta a proteger los océanos - y superar los combustibles fósiles - haya costarricenses que insistan en poner a Costa Rica a buscar petróleo en el océano. Irónico además porque el paradigma mundial de movilidad va hacia la electrificación y Costa Rica está bien posicionada para esto.

En 2019 un cambio positivo que observé es el empuje de iniciativas para apoyar nuevos liderazgos en la acción climática, como Homeward Bound que nació en Australia para conectar a 1,000 mujeres a lo largo de la década alrededor del mundo en ciencia y tecnología a lo largo de un década. Cada vez participan más latinoamericanas es estas redes. Cinco ticas formamos parte de esta red.

Nuevos pactos

A partir de 2020 esperamos ver a los países que respetan la ciencia definir su “Pacto Verde”, para bajar emisiones, gestar inversiones y nuevos empleos y gestionar la transición por etapas. Esto debe incluir la protección ante el clima extremo y la regeneración de ecosistemas. Simultáneamente hay que definir un “contrato social” que acompañará la agenda verde. El debate no puede estar centrado en emisiones sino en personas. ¿Qué garantías sociales tendrá la ciudadanía? ¿Acceso a educación pública de calidad? ¿Buenos servicios de salud? ¿Pensiones? La Unión Europea aprobó su “Pacto Verde” el mes pasado y será interesante abrir un diálogo en esta línea.

Un pacto verde pragmático con un contrato social sólido debe buscar la protección de las personas y la naturaleza. ¿Qué estilo de economía necesitaremos para ello? ¿Qué tipo aparato estatal? ¿Qué sector empresarial y bancario necesitamos? ¿Qué ciudadanía queremos ser y qué tipo de consumidores?

El más reciente diagnóstico del Estado de la Nación identifica —sin drama— las tareas pendientes en la economía y democracia costarricenses. Sí es posible sacar adelante la tarea. Pero toca dejarnos de simplismos y debates trillados. Crecer el PIB no es el fin per se, sabemos, pero hay que recordarlo puesto que los debates económicos han adquirido un sabor anti-impuestos, anti-clima y anti- trabajadores ¿de donde salió este conservadurismo? ¿A quién beneficia? A manera de recordatorio: la economía que más creció en América latina fue Perú y eso no se ha traducido en una mejor sociedad. De hecho es el país con el más bajo nivel de apoyo a la democracia en toda la región.

Una tarea concreta para Costa Rica en 2020 es enfocarnos en cerrar la brecha entre la GAM y el resto de Costa Rica porque es insostenible. El diagnóstico ya está hecho. Trabajar en esto nos permitirá combinar agendas climáticas, sociales y económicas - y ayudar a fortalecer los gobiernos locales fuera de la GAM.

Ahora de vuelta a nuestro rol ciudadano. Dejemos de deshilar el tejido del país con nuestras quejas. Nos toca tejer. Sumar aliados. Consumir menos y mejor (que las empresas se pellizquen). Ser comunidad y votar. Hacer visibles a los invisibles. Cuando todo parezca imposible, amigas y amigos, insistamos en que no todo está perdido. Subamos al Chirripó y recobraremos allá la perspectiva. Venga lo que venga que sea un gran 2020.

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