¿Están Estados Unidos y China camino a un enfrentamiento bélico? ¿Lograrán evitar que las tensiones ya evidentes desemboquen en un choque militar en las próximas décadas? Estas preguntas nos remiten a un hecho histórico trascendental, más específicamente a la Antigua Grecia, año 431 a.C., en donde la Liga de Delos (encabezada por Atenas), y la Liga del Peloponeso (encabezada por Esparta), entran en guerra luego de años de tensiones; el resultado: la derrota de Atenas por parte de Esparta. Este hecho histórico, documentado por Tucídides, es de gran trascendencia y aún hoy es analizado por politólogos e historiadores.
Numerosas fueron las causas que dieron paso al conflicto, no obstante, destaca el señalamiento de Tucídides en cuanto a que “fue el ascenso de Atenas y el temor que esto inculcó en Esparta lo que hizo que la guerra fuera inevitable”, por lo que se acuñó el término “Trampa de Tucídides”, que se presenta cuando una potencia dominante es desafiada por una potencia en ascenso, lo cual, tarde o temprano, deriva en un enfrentamiento militar entre ambas.
Lo anterior cobra relevancia en momentos de tensiones entre Estados Unidos y China. Así, Washington se toma cada vez más en serio el papel de Pekín a nivel internacional, país que en tan solo unas décadas se convirtió en la segunda potencia económica mundial, y que hoy lleva a cabo proyectos de impacto global como la Ruta de la Seda.
En este sentido, la competencia entre el gigante asiático y la potencia norteamericana ya es más que evidente en el plano comercial y tecnológico. Sin embargo, el aumento de las tensiones entre ambas naciones en el terreno militar no se ha quedado atrás, y hechos recientes demuestran que estas tenderán a intensificarse en los años venideros, veamos.
En primer término, es claro que Estados Unidos reconoce a China como una amenaza para su seguridad nacional, así, en la presentación del presupuesto de defensa para el año 2020 (el cual se estima rondará los $715.000 millones), el jefe del Pentágono en funciones, Patrick Shahanan, señaló que las prioridades de EE.UU. en defensa estaban centradas en China, país que también es señalado en la Estrategia de Defensa estadounidense como una “potencia revisionista”, que busca modificar el statu quo internacional a su favor, por lo que se le cataloga como un “competidor estratégico”. China, por su parte, busca consolidarse como la potencia indiscutible de Asia, y ve con cada vez más recelo la presencia estadounidense en la región.
Segundo, la conflictividad entre ambos países comienza a hacerse patente en escenarios confrontativos, como en el Mar de China Meridional (foco geopolítico de vital importancia para el Asia Pacífico), en donde países como China, Vietnam y Filipinas sostienen reclamos de soberanía, lo que ha llevado al gigante asiático a construir islas artificiales militarizadas en la zona disputada para consolidar su posición, causando la molestia de sus vecinos y de EE.UU., que ha aumentado sus operaciones navales y aéreas en la zona, enviando poderosos buques y portaaviones, como el USS Gabrielle Giffords, lo cual tensa aún más las cuerdas entre las potencias.
Tercero, ambas naciones buscan incrementar su proyección de fuerza a nivel regional y global, y en este contexto Estados Unidos recientemente le vendió armamento por $2.200 millones a Taiwán, causando la furia de Pekín, que hoy busca con cada vez más ahínco el fortalecimiento de sus fuerzas armadas, con un crecimiento de su gasto en defensa por encima del aumento del PIB, y una apuesta por el desarrollo de misiles balísticos intercontinentales con capacidad nuclear, como el DF-41.
Además, tras la muerte del Tratado INF (que impedía a Estados Unidos y Rusia el desarrollo de misiles nucleares de alcance intermedio), hoy la potencia norteamericana se plantea la instalación de este tipo de misiles en Asia, según declaraciones de Mark Esper, secretario de defensa estadounidense, causando honda preocupación en China, y elevando el riesgo de una carrera armamentista en la región.
Estos hechos demuestran que el peligro de un choque militar entre ambas potencias irá in crescendo y marcará gran parte de la dinámica internacional en el Siglo XXI, máxime si se toma en cuenta la meta de China de convertirse en una potencia militar global para 2050, lo que aumenta la probabilidad de que, en algún momento de la centuria presente, Pekín (potencia en ascenso) y Washington (potencia dominante) caigan en la Trampa de Tucídides.
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