El problema de la reactivación económica de nuestro país parte también por el alto y grave endeudamiento de los costarricenses. Es urgente e imperativo comenzar a cambiar nuestra cultura financiera, y ello se hace mediante la educación, desde las aulas.
Por ello, presentamos esta semana el expediente 21.646 para adicionar dos incisos a los artículos 2 y 3 de la Ley Fundamental de Educación para que sean fines de la educación costarricense el estimular el desarrollo de una conciencia financiera, mediante la construcción de una cultura del ahorro.
Solo en el 2018, los ciudadanos debían más ₡1.3 billones en deudas por tarjetas de crédito y solo en un año, el endeudamiento aumentó en ₡166.422, de acuerdo con datos del Ministerio de Economía, Industria y Comercio (MEIC), demostrando así el problema que tienen los costarricenses en el manejo de sus finanzas personales, por lo cual resulta una necesidad que se aprenda desde la niñez —en el sistema formal— la manera más responsable de tener una cultura financiera.
Si bien es cierto, son los padres y madres de familia los encargados de educar a los niños, niñas y jóvenes sobre la responsabilidad de tomar decisiones en diversos aspectos que deberán enfrentar durante el desarrollo de su vida, incluido el financiero, se ha visto que —a partir de las estadísticas anteriormente expuestas— la educación financiera en las personas no ha generado los resultados esperados para construir unas finanzas personales saludables, por lo cual, esta responsabilidad debe ser compartida en los centros educativos, que deben estimular en el estudiantado una conciencia sobre las responsabilidades financieras.
Y es que el manejo de las finanzas no está representado en conocimiento, sino en comportamiento. Por ello resulta un asunto cultural y la única forma de modificar nuestra cultura es mediante la educación. Allí reside el motor de desarrollo de un país. De manera visionaria junto con el compañero Welmer Ramos, y las recomendaciones de distintos compañeros y compañeras como Wagner Jiménez Zúñiga y Silvia Hernández Sánchez, decidimos dar un paso firme que, a largo plazo, esperamos genere resultados efectivos en nuestra economía. Culturalmente, los japoneses son un ejemplo claro de lo que resulta una cultura financiera sana: “en épocas de bonanza es necesario ahorrar para los tiempos difíciles, pero en los tiempos difíciles, también se debe ahorrar, porque no son tiempos para gastar”.
Las economías del mundo atraviesan una clara y lamentable recesión, por lo que cada vez será más necesario educar a nuestra población referente a cómo utilizar de manera disciplinada y responsable nuestro dinero. La misma Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) ha realizado distintas evaluaciones en sus países miembros que han arrojado la necesidad de que, desde las aulas, se imparta la educación financiera. Un estudio realizado en el 2015, determinó que “más del 20% de los estudiantes de Brasil (53%), Chile (38%), Perú (48%) y España (25%) no alcanzan el nivel básico de rendimiento (Nivel 2) en competencia financiera, y en el mejor de los casos, estos estudiantes pueden identificar productos y términos financieros comunes, reconocer la diferencia entre deseos y necesidades y tomar decisiones simples de gasto diario en contextos que probablemente forman parte de su experiencia personal”, mostrando así la necesidad de abordar integralmente esta problemática y haciendo un llamado a sus miembros a que construyan las políticas públicas necesarias para ello.
Si bien es conocido que el Ministerio de Educación Pública ha hecho valiosos esfuerzos en plantear planes piloto y convenios con entidades bancarias privadas para este motivo, es necesario fortalecer esta área en las escuelas y en los colegios, por lo que respetuosos del trabajo del Poder Ejecutivo, es que planteamos que se incluya como fin de la educación costarricense el estímulo de una consciencia financiera y, a partir de allí, será el ente rector quien debe definir las estrategias pedagógicamente adecuadas para impartir los programas en las aulas.
Es necesario que se construya una política pública sólida, con visión a largo plazo y la semana pasado hemos dado un primer paso concreto en ello.
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