Si te digo que pasé más de un año metida en los negocios de turismo sexual en San José, te van a surgir ciertas imágenes en la cabeza, ciertas ideas de lo que significa eso. Hay narrativas sociales y culturales que ya existen sobre las personas que venden y compran sexo. Pensamos que ya sabemos de lo que estamos hablando cuando nos referimos al comercio sexual, especialmente el segmento del mercado dirigido a turistas. Imaginamos a gringos millonarios llegando al país a tirar dólares por todos lados. Gringos que a la vez son feos, mal presentados, gordos, y algo patéticos que tienen que pagar por sexo. Imaginamos a mujeres descaradas, vendiendo sus cuerpos para pagar sus condominios de lujo y sus carros del año, mujeres inmorales y ya arruinadas. Y sino es así, más bien imaginamos a mujeres víctimas de gringos que las maltratan y las explotan.

En Costa Rica hablar de sexo todavía sigue envuelto en la incomodidad, la vergüenza, y la moral(eja). Mezclar el sexo con el dinero resulta todavía más difícil de digerir, y resulta ser repugnante para poblaciones muy diversas, desde las iglesias hasta ciertas ramas del feminismo. Consideran que el dinero tiene un efecto contaminante en el sexo, que el sexo debe ser íntimo, dentro del matrimonio heterosexual, y no entrar a la economía. O creen que pagar por sexo es la última expresión de poder patriarcal, y en el caso de turistas extranjeros, poder patriarcal racista e imperialista encima de todo.

La realidad de lo que pasa en el barrio conocido coloquialmente como Gringo Gulch es otra. Si bien es cierto que se venden y se compran orgasmos en los negocios de la zona, conociendo de cerca a los participantes en el comercio sexual, nos damos cuenta de que la dinámica es mucho más compleja.

Uno de los problemas de suponer que sabemos qué se compra y qué se vende es que dejamos ocultas las habilidades específicas y necesarias para poder trabajar en el turismo sexual. El trabajo sexual con turistas es una forma de trabajo de afecto: es decir, requiere ofrecer cariño, escuchar a los turistas hablar sobre sus problemas, ofrecer consuelo, distracción, y compañía. Como me contaba Lindsay, una trabajadora sexual de 22 años: “hay que tener mucha paciencia. Pobrecitos, se ponen a llorar, contando sus carajadas. Uno los escucha, trata de consolarlos. A veces pagan por conversar, dormir, y no hacen nada más. Pero siempre pagan”.

La capacidad de fingir atracción y placer sexual también es clave para el trabajo sexual en el sector de turismo, pero también se concibe como una forma de trabajo emocional. Yorleny me contó que tenía un cliente obeso con baja autoestima, lo que le preocupaba mucho a ella. “Yo estuve muy contenta, muy orgullosa de mi trabajo con ese cliente. No se sentía bien con él mismo, y yo le hice sentir como un rey, como guapo, como un gran amante. No cualquiera puede hacer eso por alguien”. Convencer a turistas tristes, viejos, y feos que son deseables es una manera de hacerlos sentir queridos sexual y psicológicamente.

Estas capacidades específicas requeridas en el trabajo sexual con turistas significa que no todo el mundo lo puede hacer, ni lo puede hacer con éxito. Conocí a dos hermanas, Andrea y Yadixa, que empezaban trabajando con turistas, pero no aguantaban el trabajo emocional que requieren los gringos. Como me explicaba Andrea: “a veces uno quiere irse rápido para la casa. Lo mejor es salir, trabajar, que te pagan, e irte. A mí me gusta así. Pero la mayoría no es así. Quieren ver tele, comer, te enseñan fotos”. Como Andrea y Yadixa preferían las transacciones sexuales directas y rápidas, decidieron mejor pasarse a un prostíbulo que prestaba servicios a clientes locales, sin incluir afecto significativo.

Las mujeres que trabajan con turistas son costarricenses jóvenes, de la clase trabajadora. Han tenido otros trabajos, principalmente trabajo doméstico, o en fábricas. Todas me decían que el trabajo sexual es mucho menos explotador. En Gringo Gulch, ellas trabajan independientemente, organizan su propio horario, ganan más dinero y tienen más tiempo para sus hijxs. ¿Y no es eso lo que todo queremos?: trabajar menos, ganar más, y tener más tiempo para nuestras familias.

Lo que nos debe incomodar no es lo que se compra y se vende en Gringo Gulch. Lo que nos debe incomodar es el estigma social que hace la vida más difícil a estas mujeres trabajadoras. Y es más difícil de aceptar para la sociedad costarricense que el trabajo de esas mujeres apoya a muchas y muchas más familias económicamente. Gracias al trabajo sexual, a las capacidades de esas mujeres de ofrecer servicios sexuales y de afecto, muchas familias tienen dónde vivir y qué comer. Logran salir adelante. Las trabajadoras sexuales contribuyen a la economía costarricense gastando el dinero que ganan, y atrayendo turistas que vienen a gastar su dinero aquí. Dado que como país dependemos tanto del turismo, deberíamos de respetar y agradecer el trabajo de esas mujeres, que no cualquiera puede realizar con éxito.

Enfocarnos en lo que realmente se vende y se compra en el turismo sexual interrumpe la visión demasiado simplificada de los cuerpos sexuales, porque revela cómo el interés y el apoyo son fundamentales para el éxito del trabajo sexual.

El libro Gringo Gulch: sexo, turismo y movilidad social en Costa Rica se va a presentar el próximo jueves 6 de junio a las 5:30 pm en la Universidad de Costa Rica.

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