En las últimas semanas he estado alertando contra la precipitación y el inmediatismo chapucero, en relación con los cambios que requiere el Sistema Judicial de nuestro País; a la vez que he promovido una iniciativa dirigida a un cambio constitucional radical de las relaciones entre la Judicatura y la Asamblea Legislativa, y a una reestructuración a fondo de aquel Sistema, mediante un Proyecto de Reforma Constitucional que está ahora mismo en la corriente legislativa.
Pero, obviamente, no estimo precipitado ni chapucero atender con toda preferencia a la insólita situación de vacancia múltiple que presenta en este momento la Corte Suprema de Justicia, en relación con sus magistrados propietarios y suplentes: se trata de una emergencia en cuya solución no podremos, por cierto, contar con la Comisión Nacional de Emergencia, ni con las flamantes Comisiones de Notables. Será la Asamblea Legislativa, en uso de los gastados y desacreditados instrumentos de que dispone, la que cargará con la enorme responsabilidad de repoblar tantos escaños vacíos.
¿Cómo lo hará? Imagino la avidez asomando en la mirada de tantos peces gordos de la política, de sólo pensar que tienen ahora la ocasión de movilizar sus fuerzas para llenar los estrados de la Justicia Suprema con los serviles que les garantizarán a futuro una impunidad sin término. Es fácil: allí está, intacta, la potestad libérrima del Plenario Legislativo que hasta ahora les ha permitido sacarse de la manga candidatos impresentables, pero perrunamente sumisos a su dictado. ¿Lo harán de nuevo? ¿Se atreverán a tanto, ahora que todo Costa Rica los está mirando? O, por el contrario ¿estamos en un momento en que cada diputado, sin importar de qué partido sea ni cuáles consignas esté recibiendo desde las cúpulas, querrá vivir la inolvidable experiencia de un gesto soberano que marcará un antes y un después en la Historia Patria?
Si esto último fuera lo que están pensando y sintiendo algunos —¡ojalá muchos!— de nuestros legisladores, quisiera llamar su atención hacia un sector de nuestra Judicatura, compuesto por una plétora de funcionarios honestos, laboriosos, capaces; de larga y honrosa trayectoria, notorios por no haberse doblegado nunca frente al poder; por enfrentar desde hace años el riesgo de sufrir represalias, y sufrirlas de hecho, sin poner sordina a sus críticas, a sus señalamientos de los vicios que venían acumulándose en la Corte, cuyas consecuencias estamos viviendo ahora. ¿Pudieran las señoras y los señores diputados, por una vez, agudizar los sentidos y hacer vibrar sus cuerdas morales para elegir con acierto a los jueces más capaces, escogiendo al honesto, detectando y rechazando al oportunista, al servil, al desmedidamente ambicioso? Si buscamos con responsabilidad y con honestidad, bien podremos separar el grano de la paja ¡es la gran oportunidad!
¡Vamos, padres y madres de la Patria, hombres y mujeres de buena fe, a cumplir el sagrado deber! Como dijo el poeta, “encara que només fos per pudor”. (A traducir: ¡Google los espera!)
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