Queridas y queridos compatriotas,
Como ustedes habrán notado, yo no participo en la política interna de Costa Rica porque estoy en estos momentos dedicada a luchar por temas del futuro de todos los ciudadanos del mundo.
Pero en esta ocasión veo que en Costa Rica peligramos con retroceder en ámbitos que han sido de ganancia universal para todos los seres humanos, incluyendo los costarricenses. Como madre de familia con dos hijas costarricenses simplemente no puedo permanecer callada.
En esta campaña electoral tan llena de pasiones los invito a ustedes, jóvenes y menos jóvenes, a un momento de pausa y reflexión sobre la identidad costarricense.
Somos un Estado de derecho. Nos regimos no por la fuerza militar sino por la fuerza de nuestras normas jurídicas y nuestras instituciones. Logramos la justicia no con el filo de las armas sino con el filo de las decisiones legales nacionales e internacionales. Practicamos la democracia porque sabemos que las dictaduras conllevan a atropellos que son inaceptables. Defendemos los derechos humanos porque sabemos que son la base fundamental de nuestra convivencia pacífica.
Lo que debemos recordar sobre los derechos humanos es que no se practican a exclusión de algunos, sino a inclusión de todos. Por ejemplo, uno de los derechos humanos es la salud. Usted tiene derecho a la salud y yo también. El que usted disfrute de su salud no amenaza de ninguna manera la salud mía. Usted tiene libertad de expresión, y yo también. El que usted se exprese libremente no amenaza mi libertad de expresión. Usted tiene derecho a no sufrir discriminación y yo también. El que a usted no se le discrimine, significa no discriminarme ni a mí ni a mi vecino.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por las Naciones Unidas en nuestro histórico año de 1948, nos recuerda que la libertad y la justicia en el mundo se basan en reconocer la dignidad intrínseca de todos los miembros de la familia humana.
Hace setenta años en Naciones Unidas construimos las bases para la paz entre las naciones. Hace setenta años en Costa Rica reanudamos nuestro compromiso nacional con la democracia y con el Estado de derecho. Hoy en Costa Rica no podemos permitir peligrosos atropellos contra los derechos humanos, ni amenazas de retirarnos de los acuerdos legales internacionales que son parte de nuestro Estado de derecho y que hemos ayudado a crear.
En estos temas Costa Rica ya es grande, profundamente admirada y respetada internacionalmente a lo largo de nuestra historia. Nuestros ideales nos han hecho un país modelo en el mundo, pero estamos lejos de ser un país ideal. Como líderes y como ciudadanos tenemos la obligación de salvaguardar los logros y a la vez de enfrentar los retos en donde somos aún débiles.
Estoy sumamente preocupada porque algunas personas han decidido enfocar esta elección hacia el cuestionamiento del derecho personal de escoger a quién amar. Hemos caído en el grave peligro de concentrar la atención pública en un solo tema, y en un tema tan personal. Este no puede ser el tamiz a través del cual se decide el futuro de nuestro país.
Amigos y amigas, quien dirija este país a partir de mayo tiene que tener la capacidad de hacerle frente a todas las apremiantes preocupaciones nacionales, en donde hemos avanzado pero falta mucho por hacer: las madres solteras que no pueden alimentar bien a sus hijos, los jóvenes que no tienen trabajo desde hace meses, los padres de familia quienes no han podido reconstruir sus hogares después de las inundaciones, las eternas esperas en la Caja, el miedo de dejar sola la casa el domingo, y las desesperantes presas en todo el Valle Central, ¡entre otros! Estos son los retos a los cuales ambos aspirantes a la presidencia debieran estar abocados, con propuestas serias y responsables.
Vamos al grano: no se puede aspirar a gobernar en contra de los derechos de una minoría, mientras se ignora el bienestar de todos.
Costarricenses, hago un llamado a la reflexión nacional. Hago un respetuoso pero urgente llamado a ambos candidatos para que presenten sus propuestas para unir al país en búsqueda de las mejoras económicas, sociales y ambientales que tanto necesitamos. Sobre todo hago un llamado a la responsabilidad cívica con la que todas y todos, jóvenes y menos jóvenes, tenemos que salir a votar el 1º de abril.
Gracias, y que Dios nos bendiga a todos.
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