En un mundo donde el debate sobre la violencia de género se centra en las agresiones contra las mujeres —y con justa razón, dada la magnitud histórica y estructural del patriarcado—, es necesario abrir un espacio para reflexionar sobre un fenómeno invisibilizado y hasta tabú: la violencia ejercida por mujeres hacia sus parejas hombres.

Con esto no se trata de equiparar ni minimizar la violencia machista, que sigue siendo la principal expresión de desigualdad en las relaciones de pareja, sino de entender cómo los distintos mandatos de masculinidad tradicionales agravan este problema, perpetuando un ciclo de silencio y sufrimiento para los varones afectados por violencia psicológica, física y sexual.

Desde la perspectiva de los estudios de masculinidades, sabemos que el patriarcado no sólo oprime a las mujeres, sino que también nos impone un tipo de ser hombre: fuerte, arriesgado, invulnerable, proveedor y, sobre todo, no mostrar nunca debilidad. Esta "masculinidad hegemónica" convierte a los hombres en víctimas silenciosas de violencias que no encajan en el estereotipo del "hombre víctima".

De ahí que situaciones que sufren los hombres —que van desde golpes, empujones, agresiones, insultos, humillaciones, control emocional, aislamiento, coerción y abuso sexual, realizadas por mujeres— claramente existan mucho más de lo que se sabe, ya que muchos varones callan por vergüenza y miedo de ser objeto de burla por sus pares, padres y la sociedad, por ser vistos como menos hombres.

En otras palabras, es una realidad que muchos hombres experimentan en soledad, sin contárselo a nadie y mucho menos denunciándola, al estar socializados desde muy pequeños con ideas patriarcales del tipo "los hombres no lloran", "no piden ayuda" y mucho menos admiten ser agredidos por una mujer, lo que vuelve a una situación que genera mucho daño a nivel de salud mental, llegando en algunos casos al suicidio.

Esto genera una doble victimización para muchos hombres, en donde no solo se sufre la agresión, sino que se internaliza la culpa, pensando que "debería haberlo manejado" o que "es mi fracaso como hombre", lo que nos debiera hacer reflexionar sobre nuestra incapacidad de abrirnos a nuestra vulnerabilidad y el daño que nos hace negar nuestras emociones, a excepción de la rabia, lo que no nos vuelve más fuertes, sino más aislados.

En el contexto de la violencia de pareja, esta negación impide que los hombres busquen apoyo, perpetuando un ciclo donde la agresión se normaliza o se minimiza como "peleas de pareja" o por ser solo un "mandoneado", como si el hombre debiera aceptar esto acríticamente y no preguntarse nunca por la posibilidad de que esté siendo víctima de su pareja mujer.

A su vez, como bien plantea la trabajadora social y magíster en Género e Intervención Psicosocial Paula Parada Ballesteros, si bien la violencia de mujeres a hombres no puede verse como un ejercicio de poder social en sí mismo, sí puede verse como "un mecanismo de disciplinamiento socializado destinado a preservar la jerarquía de género dentro de la estructura patriarcal, en donde la reproducción de estereotipos en torno a la construcción de la masculinidad genera una ventana que se puede utilizar por las mujeres al momento de ejercer violencia" .

Dicho lo anterior, el tema no pasa por victimizar a los hombres en oposición a las mujeres, sino por desmantelar los binarios de género que nos encadenan a todos, cuestionando y superando roles y estereotipos de género insostenibles, que vuelven imposible ver al hombre como una víctima de violencia psicológica, física y sexual por parte de mujeres, lo que aunque queramos taparnos los ojos, existe mucho más de lo que creemos.

Finalmente, este tema nos invita a una reflexión colectiva: la violencia en las relaciones no es un problema de "ellas contra ellos", sino una manifestación del sistema patriarcal que nos daña a todos. Solo al cuestionar la masculinidad hegemónica e impulsar masculinidades podremos construir un mundo donde nadie, independientemente de su género, sufra en silencio. Es hora de que los hombres hablemos, pidamos ayuda y nos unamos a la lucha por una sociedad libre de violencias.

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