Caminé con los agricultores que pudieron ir a la marcha de la semana pasada. Quienes me conocen saben que voy a las marchas; considero que el derecho a manifestarse ante las injusticias o las causas sociales es un derecho de todos, y somos los llamados a hacerlo valer.
Los agricultores tienen derechos igual que obligaciones, como cualquier ciudadano de nuestro país. Pero lo importante no era la marcha: era, más bien, la opinión pública. Pero hubo quienes se encargaron de generar un espectáculo político transgrediendo una y otra vez a quienes, de manera pacífica, piden ser escuchados. Se repite y lo vemos por televisión, muchos hasta con indiferencia.
Podemos vivir sin redes sociales, sin automóviles, sin wifi. Pero no podemos vivir sin comida, y hablo de comida de verdad. La comida nace del trabajo de personas que casi nunca aparecen en las noticias… excepto cuando marchan.
Mis familiares y amigos me preguntaron: ¿qué le pareció?, ¿cómo se sentiste por haber ido? Y yo les dije: era un deber. Pienso que tenemos que apoyar a quienes nos dan de comer.
Lamentablemente, ellos no cuentan con el presupuesto ni las herramientas para manifestarse todos los días, porque su trabajo es sembrar (todo lo que eso implica) y cosechar para que tengamos productos en nuestras mesas. Sin agricultura, no hay alimentación. Sin agricultores, no hay comida.
Nos quejamos del precio de la comida, pero ignoramos las condiciones de quienes la producen.
Queremos productos frescos, pero no queremos ver la precariedad detrás.
Queremos soberanía alimentaria, pero no protegemos a quienes la sostienen, y ni siquiera nos informamos sobre qué significa.
Nos llenamos la boca diciendo que comemos sano y orgánico, pero no tenemos idea del esfuerzo que implica para los agricultores que sí quieren hacer un cambio.
¿Cuántas veces he preguntado a gente conocida: ¿Usted sabe qué implica ser agricultor en este país? Los humillan, los arrinconan, los arrestan, ¿y qué con eso? Pasa de largo para la mayoría, pero luego en la casa hacemos un picadillo o una olla de carne por obra y gracia…
Inclusvie en las escuelas y colegios ni siquiera se estudia la materia de agricultura, ¡en este país verde! Mucho menos se le hace homenaje en su día. Todo queda rezagado a un post en redes sociales, para que no se diga que no se mencionó. Se perdió el lugar que siempre tuvo, la profesión de agricultor está a punto de extinguirse.
¿ Y qué necesita el país para despertar de ese adormecido estado de indiferencia ante ésta situación? ¿Qué hace falta para que este pueblo costarricense de hoy se concientice de la importancia de defender su propio suelo, su comida, su motor de vida y a quien lo hace posible?.
Quizá yo con estas líneas que algunos hacen el favor de leer, no logre mucho, pero aquí quiero dejar la pregunta y la inquietud. Si alguien tiene una idea de cómo mejorar y ayudar, que lo haga.
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