Costa Rica ha sido reconocida por su matriz eléctrica limpia, pero el verdadero desafío ahora es hacerla también inteligente. El sistema eléctrico nacional, diseñado para un país industrialmente más pequeño y tecnológicamente menos demandante, necesita una actualización profunda. La revolución de la movilidad eléctrica, los semiconductores y la inteligencia artificial ya está aquí, y con ella llega una demanda energética sin precedentes.

Según el propio Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), el país deberá invertir más de 4.000 millones de dólares en infraestructura eléctrica antes del 2030 para poder satisfacer el crecimiento de la demanda. Y de acuerdo con el estudio de Transición hacia una Economía Verde Urbana (TEVU), elaborado para el PNUD y el MINAE, solo la electrificación del transporte requerirá duplicar la capacidad actual de generación (3.500 MW) antes del año 2050.

La pregunta no es si el país puede generar energía limpia, sino si podrá hacerlo en la magnitud necesaria para acompañar el crecimiento de la demanda que traerán las nuevas industrias. El desafío no solo es ambiental, sino también de escala y eficiencia. Costa Rica necesita garantizar que su matriz energética sea capaz de sostener este salto tecnológico con eficiencia, sostenibilidad y a precios competitivos. Actualmente, el 60% del costo de la electricidad proviene de la etapa de generación; si logramos abrir espacio a la competencia y fomentar proyectos más eficientes, podríamos reducir significativamente el costo final de la electricidad para hogares, industrias y nuevas inversiones tecnológicas.

En cambio, hoy la economía costarricense, sus procesos productivos y su movilidad dependen en gran medida de los combustibles fósiles, energía que representa casi el 70% del consumo energético total del país, según el Balance Energético Nacional del MINAE para el 2023. Nuestra imagen ha ganado legítimamente la etiqueta verde por su generación eléctrica sostenible, pero si observamos la matriz energética completa, el panorama cambia: nos estamos carbonizando. Incluso la matriz eléctrica, aunque renovable, depende en más de dos tercios de la hidroelectricidad, una vulnerabilidad que quedó en evidencia hace menos de dos años, cuando una sequía extrema nos dejó a un aguacero de un apagón nacional. La necesidad de diversificar no es solo ecológica: es económica y estratégica. Garantizar la seguridad energética y reducir la dependencia fósil es condición indispensable para mantener la competitividad y avanzar hacia una economía verdaderamente descarbonizada.

El proyecto de ley de Armonización del Sistema Eléctrico Nacional (expediente 23.414) busca precisamente eso: ordenar, modernizar y abrir el sistema bajo reglas claras que promuevan la eficiencia y la diversificación. Con este marco, Costa Rica podría consolidarse como un centro regional de innovación energética, capaz de atraer industrias limpias, centros de datos y proyectos de electromovilidad.

Modernizar el sistema eléctrico no es solo la decisión técnica correcta, es una proyecto país con visión estratégica. Si queremos que las nuevas generaciones vivan en un país competitivo, sostenible y preparado para las industrias del futuro, necesitamos un marco legal que impulse la energía del mañana: abundante, renovable y asequible para todos.

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