Durante cuatro meses, personas de la comunidad de Fray Casiano cuidaron 166 propágulos de Rhizopho ra mangle en un vivero local.
En Chacarita de Puntarenas, un grupo de vecinos decidió volver a mirar el manglar. Lo que por años fue un paisaje cotidiano y a veces olvidado, hoy se convierte en un espacio de aprendizaje, trabajo conjunto y esperanza.
Durante cuatro meses, personas de la comunidad de Fray Casiano cuidaron con esmero 166 propágulos de Rhizophora mangle en un vivero local. Cuando las pequeñas plantas alcanzaron el tamaño adecuado, regresaron a su hogar natural: el manglar.

Allí, bajo el sol cada participante plantó su árbol, convencido de que proteger el manglar es también proteger su propia comunidad.
La jornada fue parte del proyecto “Promoviendo acciones para la conservación y el aprovechamiento sostenible del manglar de Chacarita, Puntarenas”, impulsado por la Escuela de Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional (ECB-UNA) en colaboración con la Asociación para la Protección de los Recursos Naturales con Enfoque Socioproductivo (Asoprenso).

La iniciativa busca restaurar zonas degradadas y fortalecer la conciencia ambiental en las comunidades costeras, detalló la UNA.
El manglar de Chacarita es un ecosistema vital: amortigua los embates del mar, captura carbono y sirve de refugio a peces, moluscos y aves. También es un espejo del vínculo entre las personas y su entorno. “Cuando uno planta un mangle, siente que deja algo bueno para los que vienen”, comentó una de las participantes.





