Desde la cárcel, en plena segunda guerra mundial, el teólogo luterano alemán Dietrich Bonhoeffer escribió en 1943 el ensayo "Después de diez años" donde desarrolló un profundo análisis de la estupidez como un fenómeno colectivo, estrechamente vinculado al poder y la pérdida de autonomía crítica y moral.

En un periodo marcado por la brutalidad del régimen nazi y la ceguera de gran parte de la población frente a las atrocidades que se cometían, Bonhoeffer reflexiona sobre cómo una sociedad entera pudo ser cómplice, activa o pasivamente, de actos que contradicen los principios básicos de humanidad y moralidad. ¿Por qué sucumbió el hacer lo correcto ante el poder? ¿Por qué las personas buenas no tuvieron el coraje de enfrentarse a la injusticia?

Estas preguntas fundamentales llevaron a Bonhoeffer a desarrollar su tesis sobre la estupidez como un problema ético y social. Para él, la estupidez no es una característica innata ni un defecto intelectual, sino una falla moral que surge bajo la influencia del poder. No se debe a una falta de inteligencia de la gente, sino a la renuncia a pensar críticamente, a reconocer la verdad, aunque contradiga consignas ideológicas, y a ejercer la responsabilidad personal.

Bonhoeffer considera que la estupidez es, ante todo, un fenómeno colectivo más que individual. Mientras una persona aislada puede pensar críticamente, al integrarse en un grupo esta capacidad se reduce debido a las dinámicas sociales y a la presión del entorno. En masa, el comportamiento de los individuos se homogeniza, y las decisiones se toman más por impulso que por reflexión. No se responde a la lógica, los argumentos ni la evidencia.

La estupidez prospera bajo el poder autoritario, que utiliza la propaganda y la manipulación emocional para instaurar un conformismo acrítico. La estupidez simplifica la complejidad del mundo. Todo se reduce a “ellos contra nosotros”, “el bien contra el mal”, sin espacio para para matices o dudas. Aún más, quienes llegan al poder, terminan renunciando, también, a su propia autonomía crítica. En este contexto, las personas estúpidas no están interesadas en la verdad.

En palabras de Bonhoeffer:

La estupidez es un enemigo más peligroso para el bien que la maldad".

Mientras el mal puede ser detectado, desenmascarado y enfrentado mediante la razón o la fuerza, la estupidez ideologizada combina la incapacidad para razonar críticamente con la peligrosa tendencia a aceptar dogmas, órdenes y creencias sin cuestionarlas. Frente a la estupidez, estamos indefensos: quienes la encarnan están convencidos de su rectitud y rechazan a quien los contradiga.

La estupidez colectiva no es un destino inevitable, pero superarla exige un compromiso profundo con la ética y la educación. La clave está en una educación que fomente el pensamiento crítico, la valentía moral, y la responsabilidad ética. Es fundamental que las personas aprendan a cuestionar normas, ideologías y figuras de autoridad cuando sea necesario.

Se necesita una ciudadanía activa, comprometida con la verdad y la justicia, así como funcionarias y funcionarios en las instituciones democráticas dotadas de una rigurosa disciplina intelectual y valores éticos sólidos. Solo así podrán resistir la tentación de la simplificación y evitar caer en la obediencia ciega.

En lugar de caer en la resignación pasiva, Bonhoeffer propone una actitud basada en la valentía, la disciplina y la responsabilidad. Nos invita a practicar una “espera activa”, que no implica inacción, sino una firmeza —a veces silenciosa— que se niega a ceder ante el caos y la desesperación. Su llamado es a mantener viva la esperanza y a vivir con integridad en este “entre-tiempos”.

Bonhoeffer fue ejecutado el 9 de abril de 1945 en el Campo de Concentración de Flossenbürg, Alemania. Sin embargo, su mensaje sigue siendo vigente para cualquier sociedad donde el poder corrompe y la verdad es silenciada. Aún hoy, su voz resuena como un llamado a la conciencia y a la resistencia ética.

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