Natacha era la travesti más escandalosa del Hogar de la Esperanza, institución creada por los sacerdotes Orlando Navarro y Pablo Richard (1939 -2021) para ofrecer una “muerte digna” a las personas con VIH-SIDA.

Cuando Natacha llegaba, todos tenían que ver con ella, por su explosiva personalidad y su incomparable aspecto. Quien desee imaginar cómo era ella, puede imaginar a un ser humano con el cuerpo del atleta olímpico Nery Brenes, pero coronado con el cabello de la actriz norteamericana Jennifer Aniston. Eso sí, con el rostro del boxeador Mike Tyson, pero la ropa de la cantante juvenil Ariana Grande.

Quienes deseen conocer los detalles de su biografía, pueden leer en este enlace el libro “Ellos y ellas hablan”, (DEI 2012) donde nos relata su historia de vida a partir de la página 66 bajo el seudónimo “Penélope”. Ella nos relata su vida llena de uso excesivo de drogas, abusos sexuales, violencia y rechazo social. Ese tiempo fue precedido por una nostálgica etapa de niñez con sus abuelos, cuando tenía ilusión de la llegada de la Navidad pues ella era “el chiquito” de la casa y le daban regalos.

Natacha murió “de calle”. Las veces que le he preguntado a algún conocido en común sobre las causas de su deceso, me responden con silencio y un gesto de negación. Supongo que murió en un acto de violencia sangrienta, quizá un arma blanca, pues aún no había desarrollado los síntomas terminales de alguna enfermedad de transmisión sexual.

Al igual que la mayoría de los travestis costarricenses, Natacha nunca se hizo cirugía de reasignación de sexo, por el contrario, ella estaba orgullosa de sus generosos y seductores dotes masculinos, muy atrayentes entre sus congéneres y clientes. El pene de Natacha fue lo primero en lo que pensé cuando conocí el asesinato del influencer Charlie Kirk, no por motivos de conscupiscencia, sino porque en los últimos segundos de su vida, él se dedicó a hablar sobre los transexuales.

El último hombre que habló con Charlie Kirk fue identificado por The New York Times como H. Kozak de 29 años, un modesto aspirante a la carrera de tiktoker liberal, cuya pregunta póstuma constituyó una ironía macabra del destino. Kozak le preguntó a Kirk si conocía el número de tiroteos mortales en Estados Unidos con un autor transexual. Charlie Kirk no conocía la respuesta, así que, fiel a su ética, respondió con una mentira: dijo “too many” (demasiados), implicando que personas como Natacha suelen utilizar armas pesadas para matar al mismo tiempo a muchas personas inocentes. (Según la organización independiente “Gun Violence Archive, solamente cinco eventos en absoluto, un 0.5% del total de los tiroteos reportados, fueron perpetrados por sospechosos transexuales).

Inmediatamente luego de hacer esta afirmación, el señor Kirk fue asesinado de un disparo certero en el cuello por un joven blanco mormón hijo de un policía, quien, según chismes imposibles de verificar, amaba a una persona transexual.

El señor Kirk estaba comprometido con polarizar y dividir, con exaltar los extremos, utilizando la apariencia de un debate con un tono políticamente elegante. Por eso la pregunta de H. Kozak fue seleccionada para presentarla ante el público, porque generaba polémica, invocando transexuales, violencia armada, vistas virales efímeras en TikTok. El señor Kirk vivía de una forma muy lucrativa predicando el evangelio de la polarización, con el objetivo explícito de molestar a sus oponentes. Él no quería tener la razón en sus debates, quería molestar a los liberales.

Existen varios paralelismos entre los señores Kozak y Kirk. Ambos de la misma edad, el mismo país, casados con hermosas mujeres e hijos pequeños, y ambos defendían la libertad de expresión al límite. Yo no estoy de acuerdo con la libertad de opinión pública total, pues considero que no se debe permitir las opiniones de odio en público, no se debe dar espacio dentro de la tolerancia a los intolerantes.

Pero más interesante aún es el paralelismo entre la vida y la muerte de Natacha y Charlie Kirk. Aunque naturalmente ambos jamás se conocieron, los dos protagonistas de esta historia sí compartían una visión de la vida y la política que me parece admirable. Tanto el señor Kirk como Natacha entregaron sus vidas creyendo firmemente en sus convicciones, sin importarles las críticas de los demás.

A Natacha toda la sociedad y su familia le decían que ella no era mujer, que era un hombre. Pero ella conocía tan bien en el fondo de su corazón que ella era una niña, que lo abandonó todo (lo único que tenía era su familia) para defender su identidad. Ella tuvo incontables oportunidades de abandonar las drogas, vivir en el asilo del Hogar, obtener medicamentos para controlar sus enfermedades. Pudo elegir seguir llamándose “Jeffrey”, trabajar y vivir en Cartago en la casa de sus abuelitos, en lugar de haber muerto en un caño por atreverse a andar minifalda. Ella sabía que ese camino estaba marcado de peligro y eventualmente le costó la vida.

El señor Kirk sabía que su forma de ganarse la vida era causar controversia y molestia entre sus enemigos políticos y sociales. Él pudo haber concluido la universidad, obtener un empleo exitoso con sus contactos, con una bella esposa e hijos rubios como el sol. Pero imagino que le pareció más lucrativo y emocionante fastidiar a la mitad de un país infestado de escopetas.

Natacha y Charlie vivieron y murieron firmes en sus convicciones, indiferentes al rechazo social de su lógica. Y para bien o para mal, esa parece ser la única forma de hacer política en estos tiempos ruidosos y turbulentos. Ellos nos demuestran a los que no compartimos la mayoría de sus opiniones y su vida, que la única forma aceptable de vivir es sin miedo, y con absoluta confianza en nuestras convicciones, aunque ello nos cueste la vida.

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