La empresa costarricense, reconocida por su producción artesanal “de la raíz a la barra”, refuerza su compromiso con la calidad, la sostenibilidad y el bienestar de las comunidades locales.

Hace un año, Blue Valley Chocolate inició una nueva etapa bajo una administración enfocada en la excelencia, la sostenibilidad y la responsabilidad social.

Desde entonces, la marca ha consolidado tres pilares fundamentales: artesanía pura, sostenibilidad primero, y ética y transparencia. 

El equipo, liderado por la master chocolatier Federica Heiman, combina técnicas tradicionales con innovación para transformar el cacao costarricense en chocolate fino que celebra su origen. Cada barra incorpora ingredientes endémicos como frutas tropicales y azúcar de caña, reflejando la identidad y riqueza del país.

La marca también cuenta con una línea premium, que fue galardonada en los International Chocolate Awards y en la Feria de Chocolate de Costa Rica.

La sostenibilidad es un componente central de la empresa. Sus fincas orgánicas no solo producen cacao de alta calidad, sino que también apoyan a comunidades rurales mediante empleo, reforestación y preservación de tradiciones culturales.

La fábrica, ubicada en Brasilito, Guanacaste, opera con un 99% de energía renovable y aplica sistemas de manejo de agua sostenibles y maquinaria moderna. Además, Blue Valley prioriza el uso de empaques ecológicos, reduciendo su impacto ambiental sin comprometer la presentación de sus productos.

Desde la empresa detallaron: "Nuestro propósito es crear chocolate que no solo sepa bien, sino que haga el bien".

Blue Valley Chocolate ofrece además tours, catas y talleres en su fábrica-tienda, invitando a las personas visitantes a vivir la experiencia completa del chocolate, desde "el árbol hasta la barra, en un entorno sostenible y lleno de sabor local".