En estos meses de campaña electoral, mientras los partidos intentan seducir con promesas y discursos, les invito a mirar más allá de las frases bonitas. Como ciudadanas y ciudadanos, y especialmente las personas jóvenes que votan por primera vez, tenemos una gran responsabilidad: exigir profundidad en las propuestas. Y si hay un tema que debería estar al centro del debate electoral, es la economía circular.

Este no es un tema técnico ni de moda. Es una conversación urgente sobre el modelo de desarrollo que queremos. ¿Queremos un país que se piense desde la regeneración, la equidad, la justicia ambiental y la resiliencia? ¿O seguiremos en el piloto automático que nos lleva directo al colapso ecológico, social y económico?

Hoy Costa Rica tiene más estrategias que acción. Presumimos de una Estrategia Nacional de Economía Circular, una de Bioeconomía, una Contribución Nacionalmente Determinada (NDC), un Plan Nacional de Compostaje, otro de Descarbonización, una Política de Producción y Consumo Sostenibles, proyectos de ley, planes nacionales de desarrollo e inversión pública, y más. Sin embargo, todo parece estar en compartimentos distintos.  Pocas veces estas iniciativas se conectan entre sí o se piensan desde una visión de país. Y peor aún: se contradicen.

Basta un ejemplo para ilustrarlo. La NDC 2020 apoya la moratoria a la exploración petrolera, y pese a eso, durante este gobierno se abrió la discusión para hacer lo contrario.   Otro caso: el Plan de Descarbonización no se vincula de manera efectiva con el Plan Nacional de Desarrollo e Inversión Pública 2023-2026.  Esta desconexión entre lo ambiental y lo económico debilita cualquier posibilidad de coherencia institucional y de buenos resultados.

Porque lo cierto es que los proyectos verdaderamente innovadores en economía circular siguen sin financiamiento. En Costa Rica no tenemos una banca de desarrollo real. Los bancos públicos y privados exigen los mismos requisitos. Privilegian lo grande y lo seguro, y así se castiga la innovación.

Lo hablo desde la experiencia. En ecoins, la plataforma digital que promueve la correcta gestión de los residuos valorizables y la economía circular, hemos sostenido un modelo innovador por más de siete años, sin subsidios, con ingresos propios y aportes personales. En un sistema financiero diferente, ya hubiéramos escalado nuestro impacto. Pero seguimos remando contra la corriente, como tantas otras iniciativas circulares.

Esta falta de coherencia entre planes, recursos y prioridades también se refleja en los resultados concretos del país. Por ejemplo, solo el 3,4 % de los residuos orgánicos se compostan, la mayoría termina en rellenos sanitarios generando metano, uno de los gases de efecto invernadero más dañinos. Reciclamos apenas el 4 % según cifras del IFAM, o el 9 % según el Ministerio de Salud.  Ambas cifras son alarmantes.

El desperdicio de alimentos es otro ejemplo preocupante. Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en 2024, en Costa Rica se tiran 91 kilos por persona al año provenientes de hogares, comercios y servicios de alimentación. Estamos por encima del promedio mundial. Esta situación genera emisiones innecesarias, representa una grave ineficiencia en el uso de los recursos y contribuye a la degradación ambiental. Aun así, el tema ni siquiera aparece en la NDC actual de Costa Rica.

Lo paradójico es que se trata de problemas sobre los que hay amplio consenso. Nadie defiende el desperdicio, ni los rellenos colapsados, ni la contaminación. Aun así, no avanzamos. Las leyes y las estrategias ya no son suficientes. Lo que falta es voluntad política, sentido de urgencia y visión sistémica.

Es aquí donde hago un llamado, especialmente a las personas jóvenes. Al revisar los programas de gobierno y escuchar a quienes aspiran a la presidencia, no basta con aceptar menciones vagas a la economía circular. Hay que preguntar con firmeza cómo se van a implementar esas ideas. Qué cambios institucionales se proponen. Qué rol jugará el sistema financiero. Qué relación tendrán estas medidas con el ordenamiento territorial, la vivienda, el transporte, la alimentación, el empleo y las jornadas laborales.

Porque la economía circular no puede aplicarse sin cuestionar la forma en que ocupamos el territorio, sembramos, empacamos y consumimos alimentos, producimos energía, transportamos bienes y personas. Los residuos y el desperdicio no son accidentes, son síntomas de un modelo enfermo. Como lo explicó recientemente el investigador Martín Calisto Friant, el problema del plástico en los alimentos no se resuelve solo con cambiar el material del empaque; debemos repensar el sistema alimentario globalizado de largas cadenas, que prioriza la comodidad, el sobre empaque y los productos ultraprocesados a costa de nuestra salud y del planeta.

Una visión circular profunda implica territorios más pequeños, conectados, habitables, cadenas cortas de producción y consumo, sistemas de compostaje local,  resiliencia comunitaria. Estas ideas no son nuevas, pero siguen siendo marginales. Un país que planifica su desarrollo de espaldas a los límites del planeta está condenado al fracaso.

He seguido por años el pensamiento del decrecimiento, aliado natural de la economía circular. No podemos seguir hablando de “crecimiento verde” o ¨desarrollo sostenible¨ como si fueran eslóganes, como si fuera posible expandir infinitamente una economía en un planeta finito. Ya hemos rebasado seis de los nueve límites planetarios y como lo han repetido los científicos, lo único que crece sin parar en un cuerpo son las células del cáncer.

Si una persona se compromete con la sostenibilidad, llegará tarde o temprano a la economía circular, y si se compromete con ella en serio, el camino la llevará al decrecimiento.   La economía circular no puede seguir tratándose como una alternativa entre otras. Frente al colapso ecológico que ya enfrentamos, no hay muchas opciones.

Ojalá este año electoral el tema no se pierda en debates estériles y promesas electoreras y de corto plazo.  Ojalá las personas candidatas puedan demostrar que entienden estos temas, no solo los mencionen. Y ojalá la ciudadanía, especialmente la más joven, eleve la conversación, porque si seguimos actuando como hasta ahora, pronto no habrá alternativas la próxima generación.

Este es un artículo que resume la ponencia realizada el pasado 28 de julio por la autora, en la presentación del libro Instrumentos económicos de la Economía Circular, escrito por los autores Daniela García Sánchez, Jairo Hernández Milián y Olman Segura Bonilla, académicos de la Universidad Nacional.

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