Escribir a mano, se ha abandonado fuera de las etapas escolares de la niñez, la tecnología ha hecho desvanecer ese acto tan íntimo: la escritura. Etty Hillesum, apuntaba en su diario, que cuando se sentaba en su escritorio, encontraba la verdadera abundancia de la vida y el equilibrio, la tranquilidad de centrarse a pensar.

Pedagógicamente el acto de escribir conecta nuestro cuerpo y mente y la forma de entender la realidad, estamos tan acostumbrados a lo digital, que invito en mis clases a mis estudiantes a escribir a mano, ¿qué deseo conseguir con esta propuesta? El atender la realidad, el fijarnos en lo que nos rodea. Incluso, se convierte en una cita con nuestra interioridad.

Vivimos el frenesí de la rapidez, comer, leer, sentir rápido, no hay tiempo… Sino perdemos capacidad para producir dinero y nos acosa este temor de la ineficacia. Vemos con preocupación como la IA está supliendo el análisis, la lógica, y ojo, no la demonizo es una gran herramienta, pero nunca para sustituir nuestras ideas. Escribir requiere tiempo, los trazos, el orden, la gramática y sobre todo la calma, ¡qué poco placer nos genera la calma!, se nos ha insertado la idea de que la paciencia, es una pérdida.

El aquí y ahora, nos ha engañado, ya que vemos como se esfuma la gratificación de ser pacientes, ¿hemos empobrecido la vida o nos hemos convertido en una herramienta más de la tecnología? Dentro de mi labor docente, luego del apagón educativo y la pandemia, he descubierto un nuevo analfabetismo, muchas personas no quieren, leer, escribir o pensar y esto es sumamente peligroso para el futuro de la sociedad. Se busca el placebo de que todo se nos dé concluido, simplemente que el internet nos resuelva el conocimiento y la vida.

Por eso me atrevo a provocar e invitar, a un acto revolucionario de independencia: “escribamos a mano”, el principal logro, no solo es un resignificar nuestra autonomía, sino centrar nuestra atención, huyamos un ratito de los algoritmos que mercantilizan nuestra atención e impulsos.

El ejercicio de tomar un cuaderno, elegir ese lápiz o lapicero favorito, la postura de enfrentarnos a las ideas es tan hermoso, ser dueños de nuestro tiempo y cuerpo, y en ese proceso, nos vamos a equivocar en alguna letra o idea, borraremos y volveremos a empezar una oración o párrafo. El error se notará en la hoja, no lo podremos borrar como en una computadora y que bonito evidenciar la vulnerabilidad del volver a empezar, alejarnos un momento del celular, nos centrará en nosotros, en lo que pensamos valiosamente, en nuestros gustos o ideas innovadoras, incluso, se puede convertir en una solución ante el estrés de la cotidianidad.

Ojalá que esta invitación motive a recordar el valor de nuestra inteligencia, de nuestra particularidad, de nuestros sentimientos. ¿Y qué escribir? Poesía, ideas, un diario, recetas, una carta a la persona que amamos, a un familiar, cuentos. Incluso listas de actividades o responsabilidad, sueños, lo que queramos o deseemos…

Volvamos a nuestra capacidad cognitiva de hablarnos y escucharnos, y expresarlo con el ejercicio de la pluma. Compartamos nuestra historia, nuestros recuerdos memorables, seamos cómplices de la historia, demos rienda suelta a nuestro libre pensar. Dibujemos con nuestra grafía la vida.

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