Cuando Bong Joon Ho llegó a los Oscar, en el 2019 era prácticamente un desconocido en este lado del mundo. Mucha gente no conocía dónde quedaba Corea en un mapa… y eso que el Gangnam Style de PSY ya llevaba varios años siendo tendencia…

Pero en aquella época, la película Parásitos —que arrasó con los Oscar— sacó a Bong del espacio cerrado y oscuro donde solo los cinéfilos más acérrimos sabían de su existencia, aquel rincón del cine coreano al lado de Park Chan-wook (quien ya era una leyenda) y del tipo de películas que antes se conseguía sólo en DVD (ya hasta olvidamos, si es que alguna vez conocimos, qué es un DVD). Y bueno, así, Bong dejó de ser un director “de nicho” y se volvió toda una celebridad en Hollywood.

Sin embargo eso no cambió su forma de hacer cine. Hace cinco años nos contó la historia de una familia y sus luchas por salir de la miseria económica —a toda costa—. Hoy, con Mickey 17, nos trae la de un trabajador desechable, un empleado en precariedad. Algo como la jornada 4x3… pero en el espacio exterior.

¿Qué se siente morir? Es la pregunta que escucha constantemente Mickey. Y no es para menos, todos los tripulantes de la misión espacial, que ya lleva cuatro años en marcha, se muestran curiosos por su amplia experiencia con la muerte. ¿Cuál es este Mickey; el 15, el 16? Ya muchos perdieron la cuenta. Y es que realiza un trabajo tan precarizado que poco importa si vive o muere (spoiler alert: normalmente muere). Con este tipo de empleados prescindibles, en el peor de los casos, solo imprimen un nuevo clon y listo (detalle curioso: el material para la impresión surge de los desechos de la nave en que viajan por el espacio, así que básicamente Mickey está hecho de sobras).

Cuando Mickey firmó su participación en la misión a Niflheim debió haber leído la letra pequeña (siempre hay que leer la letra pequeña) pero bueno, ya sin marcha atrás, la cosa es que ahora se ha vuelto voluntariamente —por falta de voluntad— un prescindible, es desechable.

Bong Joon Ho explora de forma cómica y oscura los alcances de la corrupción, las traiciones humanas y la búsqueda de supervivencia en un mundo en el que cada persona está sola, y debe valerse por sí misma. Bueno, sola a menos que haga alianza, y en el caso de Mickey puede ser una alianza consigo mismo, al fin y al cabo mejor confiar en uno que en las otras personas.

Por cierto, este Mickey es el 17… digo, el título de la película daba la pista y va a tener que trabajar en equipo con el 18. Y aunque los dos sean el mismo, la relación va a ser todo menos fácil.

Aparte del trabajo actoral del protagonista, Robert Pattinson, que hace una labor doble, tenemos un soberbio Mark Ruffalo que viene a cristalizar toda la energía de una especie de MAGA gringo espacial (¡hasta usan gorritas rojas!), como si fuera una mezcla de genes de Trump, Vance y Musk: parte megalómano, parte ignorante (es, ciertamente redundante con la megalomanía, eso de la ignorancia) y un extraño aspecto exterior de “no humano”. Y no hay que dejar de lado el muy buen aporte actoral de su contraparte femenina Toni Collette: fría, distante y con el control de todas las situaciones.

Bong Joon Ho nos da una explosiva mezcla de política más religión y el apoyo de la tecnología, en un molotov altamente inflamable. Y nos recuerda que, cuando el lema de quienes ostentan el poder es “enorgullécete de tus errores”, no es posible llegar muy lejos. Aunque estemos en otra galaxia.

Y toda la historia del pobre Mickey empezó con un préstamo, al estilo del “gota a gota”, esos que son el pan de cada día en el mundo real… ¿Quién dice que la realidad no suena más ficticia que la ciencia ficción?

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