Con algo de controversia implícita, el filósofo francés Henri Bergson planteó en 1896 que una de las principales funciones del cerebro es la filtración. Según su propuesta, conocida como la teoría de la selección móvil, el cerebro es bombardeado constantemente por una enorme cantidad de información sensorial, pero al no ser capaz de procesar todo, tiene que filtrar y seleccionar. Solamente una pequeña parte de la información recibida es, entonces, analizada.

Esta idea de que el cerebro filtra información para enfocarse solo en lo que se considera relevante para la supervivencia desafía la visión tradicional del cerebro y cuestiona la existencia de una realidad objetiva y universal, debido a las diferentes perspectivas individuales que pueden coexistir. Sin embargo, también abre la posibilidad de que existan atajos cognitivos, como el desarrollo de la intuición, es decir, la capacidad de captar o reaccionar a algo sin necesidad de un análisis complejo

Han pasado 128 años desde que Bergson lo advirtiera, y la humanidad entera se encuentra atrapada entre los tentáculos de los celulares y las pantallas, absorta viendo videos en línea y consumiendo información mayoritariamente trivial. Estudios recientes muestran que los jóvenes pasan entre 4 y 8 horas diarias frente a las pantallas, expuestos a una enorme cantidad de estímulos para los cuales sus cerebros, evolutivamente, no están preparados para asimilar. La sociedad contemporánea sufre de un empacho mental generalizado.

La sobre estimulación sensorial moderna, en sus abundantes y diversas formas y medios, provoca que el cerebro no pueda filtrar y seleccionar adecuadamente todo lo que recibe. El problema más grave es que esta indigestión mental está limitando seriamente el desarrollo de habilidades cognitivas como la capacidad de concentración, profundización y el aprendizaje. Amenaza procesos como el análisis lógico y el pensamiento crítico, necesarios para vivir en sociedades democráticas.

En este sentido, el cerebro, al igual que el estómago, necesita tiempo para digerir. Más aún, necesita tiempo para rumiar. Rumiar es el proceso digestivo de ciertos animales, como las vacas, que remastican varias veces el alimento para facilitar su digestión y absorción. De manera análoga, el cerebro necesita espacio y tiempo para pensar y repensar, para analizar detenidamente, para reflexionar una y otra vez.

Es fundamental acompañar el tiempo de rumiar pensamientos con espacios de silencio, que permitan ordenar las ideas, analizar con profundidad y tomar decisiones de manera pausada.

Es urgente que como sociedad bajemos el tiempo de exposición e ingesta de contenido banal. Que la adicción a la pantalla no nos robe la vida ni las relaciones con los seres queridos.

Que el tiempo de rumiar pensamientos se vuelva una acción consciente, cotidiana y sistemática. Que la pausa trascienda a un tiempo para ser y estar. Para la introspección, para aprender, para compartir, para pertenecer. Un tiempo para el agradecimiento. Un tiempo para buscar la paz.

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