Edwin vivía en la casa de a la par en Moravia. De profesión u oficio torero improvisado, alimentaba una infantil ilusión cuando las noches frías luego de los aguaceros anunciaban el fin de octubre. Entonces iniciaba el ensamblaje del entarimado y la improvisación de las instalaciones eléctricas para los adornos navideños. Ya para noviembre, las luces y los colachos multiformes iluminaban toda la cuadra y se podían observar desde la zona del cementerio hasta el barrio La Guaria.
Él era el auténtico y tradicional “bombeta”. Abusando de la jurisprudencia que permite a cualquier ciudadano autodenominarse “periodista”, Edwin organizó primero un periódico del barrio de limitadísimo tiraje y sólo un par de volúmenes; para luego evolucionar organizando la página de Facebook San Martín News, y el grupo de wasap “vecinos La Gaviota”. Las damas de la comunidad solían desafiliarse debido al contenido “picaresco” y al marcado enfoque ideológico y político propio de la línea editorial de dichos medios.
Alguien cometió alguna vez el error de educarlo muy pobremente sobre sus derechos, mostrándole el camino para presentar recursos de amparo ante la Sala Constitucional, servicio del cual Edwin es asiduo cliente. Decenas de señales de tráfico, funcionarios públicos, procedimientos médicos, vecinos desconcertados, y personajes de Disney y Pokémon, entre muchos otros, han recibido un salacuartazo.
Pero en fin de año, su orgullo era mostrar la pólvora que reventaba en el patio de su casa cerca de niños, ancianos y el perrito de la familia. A él le gustaba particularmente la pirotecnia importada ilegalmente del norte, porque “esas hacen más bulla… los cuartos de dinamita”, decía, mostrando vanidosamente en una caja con explosivos la inversión de su aguinaldo.
También es bombeta, en una forma semántica mucho más rica, el señor Custodio Calvo, quien solicitó a los altos tribunales suspender el Festival de la Luz, el concierto de fin de año y las fiestas de Zapote, porque no lo dejan vender pólvora a él.
Es como que el Sindicato de Coperos del Juan Santamaría le ordenara a Aviación Civil clausurar la Terminal Internacional en temporada alta de turismo porque les decomisaron un carretón con coliformes. O que la Cooperativa de Revendedores de Entradas del Estadio Nacional le exigiera a la FIFA suspender el partido eliminatorio contra México porque les desarmaron una covacha dedicada al retail de banderolas y camisetas triple A en la Sabana.
Ni a Edwin ni a don Custodio les interesan los problemas de los animales domésticos, las personas con autismo y padecimientos cardiacos, mujeres embarazadas o adultos mayores, los chiquitos quemados, la contaminación y los incendios forestales.
Una característica de los bombetas es su civismo egoísta. Arrebatados por un narcisismo patriótico, insisten en que la sociedad y la ley les tiene que dar toda la razón en sus gustos y demandas. Bajo tal principio, don Custodio Calvo ha argumentado que la Muni no puede prohibirle comercializar pirotecnia a sus anchas porque él ya importó su peligrosísimo y reguladísimo producto bajo los estándares vigentes del Ministerio de Salud y la Ley de Armas y Explosivos. Como si la Cervecería pidiera clausurar el Parque de Diversiones porque no pueden vender birra adentro; o que guaro Cacique prohíba la romería porque no los dejan poner un toldo afuera de la Basílica.
El berrinche de don Custodio nos recuerda otro lugar donde la anterior alcaldía de San José desperdició millones de colones de nuestros impuestos durante décadas: en fuegos artificiales para Zapote y el Festival de la Luz comprados bajo ninguna transparencia y siempre al monopolio del mismo vendedor.
Afortunadamente, la Sala IV (uno de los cada vez más escasos lugares del poder político de Costa Rica donde todavía impera algo de sensatez) ha rechazado ad portas la mayoría de los recursos de Edwin. Y también le dio al empresario Calvo una lección de cívica, al recordarle que somos nosotros, los nativos del Cantón Central de San José, los que mandamos en nuestros barrios, y decidimos con nuestros votos expulsar a Johnny Araya y tener un Consejo Municipal joven y progresista. Estos ediles capitalinos no quieren más patentes de licor en Escalante, ni pólvora reventando a la par del Hospital de Niños.
Sirva la presente para apoyar el expediente que cambiaría la Ley 7530 para prohibir la pólvora ruidosa. Dicha iniciativa legal, de ser aprobada, será una herramienta valiosa para disminuir un poco el número de bombetas en Costa Rica.
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