Segunda entrevista de una serie de tres realizada para Lilith Zine.

Lilith Zine es una revista feminista independiente costarricense que presenta una respuesta radical a lo que es considerado “contenido para mujeres”, en especial, la “revista femenina” tradicional, popularizada en los años 50. Se basa en teoría feminista, la interseccionalidad y el desafío de convenciones sociales.

Dentro de la primera edición de Lilith se encuentran tres perfiles de activistas nacionales, dos ilustraciones con mensajes feministas, dos poemas, un spread de fotos por Rose DiMarte y una crónica central. Por tanto, el día de hoy se presenta la entrevista realizada a Shirley Campbell Barr, tanto escrita como en video.


Shirley Campbell Barr es una mujer fuerte. Esto queda claro desde el momento en el que entra en el estudio con su bolso en la mano y dando largas zancadas con sus sandalias de plataforma. Nos ponemos a conversar mientras el equipo audiovisual termina de preparar las luces y pronto descubro que tiene una risa bulliciosa, pero sumamente acogedora que me recuerda a la de la actriz estadounidense, Jennifer Lewis. Y las similitudes no terminan ahí, pues ambas tienen voces muy características.

Me llama inmediatamente la atención que ella viste de una forma que evoca ese elusivo espíritu bohemio que suelen tener la mayoría de los escritores. Lleva una blusa con estampado de leopardo, jeans azules de pierna ancha, brazaletes dorados en las muñecas, grandes joyas brillantes en los dedos y un grueso collar de madera que le cuelga del pecho. También lleva las uñas perfectamente manicuradas y un piercing dorado en el tabique que resalta sus ojos claros y luminosos.

Shirley es muchas, muchas cosas y me lo hace saber al instante. Ella es antropóloga, poeta, activista, madre, hermana, hija y además es feminista.

“Feminista negra”, especifica. 

Durante mi investigación para esta entrevista, uno de los datos sobre ella que más me resaltó fue su tiempo estudiando feminismo africano en la Universidad de Zimbabue. Al preguntarle sobre su importancia en el contexto de Costa Rica, Shirley empieza a instruirme. Estoy entusiasmada.

Me dice que todas las formas del feminismo, sin importar cómo las llamemos, son importantes en el contexto de nuestro país, así como en cualquier otro. Esto se debe a que las mujeres existimos en todas las formas; somos diversas en tamaño, color y las estructuras sociales que nos atraviesan. Sin embargo, el feminismo africano tiende a atraer más a las mujeres afrodescendientes en Costa Rica debido a la forma en que se presentan ante la sociedad y cómo dicha sociedad las lee.

“Yo creo que obviamente nosotras mujeres afrodescendientes tenemos una herencia que, pese a la historia que nos ha intentado borrar e invisibilizar, pues la guardamos. Es una herencia ancestral.”

También señala que hablar de un feminismo africano singular es limitante debido al tamaño del continente y al hecho de que alberga más de 50 países. 

"En su introducción usted dijo que se identifica no sólo como feminista, sino como feminista negra. ¿Podría explicarnos un poco más eso?"

Y así comienza a explicar que al especificar que es una feminista negra, reconoce una disparidad histórica entre las mujeres negras y las que no lo son. 

“Es interesante porque yo nunca me dije feminista. Realmente el feminismo me llegó como le llegó a mucha gente. Me llegó porque pues soy Shirley Campbell Barr, una mujer negra que tiene una responsabilidad social e histórica. Eso es como yo me percibo—y [digo] responsabilidad porque, bueno, a través de lo que hago tengo una consciencia. La conciencia siempre trae responsabilidad.”

Cruza una pierna sobre la otra y se acomoda el collar.

“Soy una mujer negra que está luchando por cambiar la realidad de las minorías no solamente étnicas. Soy una por las mujeres indígenas, por los pueblos indígenas, por todos los grupos históricamente marginalizados porque no puedo ser una mujer negra que lucha por los derechos de las mujeres negras si no entiendo que hay una disparidad histórica que también está en contra de otros grupos.  Yo soy una defensora de los derechos humanos y sí, soy una mujer negra, esto se ve. Entonces, sí, soy una feminista negra, pero también soy una defensora de los derechos de todas las personas.”

Shirley es el tipo de persona que habla con tanta convicción e intención que es imposible no sentirse hechizada por su mensaje. Utiliza mucho las manos para puntualizar algunos de sus mensajes y hacerlos más evidentes. Es claro que tiene experiencia en hablar en público.

Sabiendo lo inclusivo que suele ser el feminismo negro a la hora de defender a todas las minorías sociales, me viene a la cabeza lo que considero su polo opuesto: el feminismo blanco. Pienso en las voces blancas dentro del movimiento feminista que, a la primer oportunidad que se presente, están dispuestas a priorizar sus luchas sobre las de las mujeres de color. 

"¿Qué opina del impacto nocivo del feminismo blanco a nivel cultural?". 

Hace una pausa antes de contestarme. Me doy cuenta de que elige cuidadosamente sus palabras.

“El racismo como lo conocemos hoy nos permea a todas las personas. Estamos luchando para cambiar. Sin embargo, creo que el feminismo como teoría, como ideología, nace como y con ese nombre con la mujeres blancas. Ellas obviamente crecieron y se desarrollaron [en] sociedades racistas. Yo [le] digo el feminismo tradicional, pero es que también eso es un poquito delicado porque en América Latina, por ejemplo, ¿quién es blanco y quién no? Eso es una alucinación que el racismo nos ha hecho creer.”

Continúa. 

“Cuando las mujeres blancas en los Estados Unidos salieron a luchar por su voto y el derecho a manejar su propio cuerpo, quiénes se quedaron en casa cuidando a los niños fueron las mujeres negras. (…) Cuando ellas estaban luchando por el derecho al aborto, nosotras estábamos luchando por que no fuéramos esterilizadas en masa.”

Explica que el problema no es necesariamente la raza en sí, sino la conciencia. Así, explica que no se trata del daño que las mujeres blancas han hecho al movimiento feminista, sino de que se han beneficiado de la falta de igualdad racial entre las mujeres. Sin embargo, volviendo a la conciencia, Shirley explica que esto ocurre porque no son conscientes de su propio racismo. Esto les impide darse cuenta de que dentro del movimiento hay múltiples luchas paralelas. 

“El feminismo tradicional olvida que ellas mismas también tienen que abrir mano de su privilegio para dar espacio a otras mujeres y reconocerlo, porque el problema más grande es el no reconocimiento.”

Pasando a su carrera literaria, comienza explicando que elegir ser escritora fue una decisión muy política, no sólo porque requiere un cierto grado de conciencia que muchos no tienen, sino también porque hay muy pocos escritores con una voz como la de Shirley. 

“Yo tengo el privilegio de que tengo una voz. Tengo la voz y tengo las palabras y entonces tengo que denunciar.”

Me cuenta que sus primeras inspiraciones para escribir fueron masculinas. Pensemos en Nicolás Guillén, famoso poeta y activista político cubano, y en Jorge de Bravo. Luego, con el tiempo, descubrió a las legendarias feministas negras que abrieron el camino a tantas otras como Bell Hooks, Maya Angelou y Toni Morrison.

¿Y por qué estos ejemplos son estadounidenses? Shirley explica que las voces negras han sido mucho más prominentes en lugares así. También señala que las voces negras dentro de Costa Rica tienden a ser descubiertas primero por otros países que por nuestro propio panorama cultural.

“De nosotros están hablando hace 35, 40 años en los Estados Unidos y aquí en Costa Rica nos descubrieron hace mucho menos, digo yo.”

Más tarde descubrió a escritores afrolatinos de países como Colombia y Puerto Rico. Menciona a Yolanda Arroyo Pizarro, contemporánea suya, como una voz digna de celebración.

“A lo largo de América Latina y el Caribe, nuestra literatura viene con una denuncia, en general, o una celebración, pero viene con el tema de la negritud y esos son temas que la gente no quiere hablar.”

Le pregunto cómo contribuye la escritura a que las mujeres negras revindiquen su poder. 

Sonríe, contenta con esta pregunta.

“Normalmente una escribe para una misma. La literatura tiene esa gran virtud, en particular la poesía, pero igual otros géneros literarios son una conversación con una misma. Puede decirse cosas que nadie va a refutarle a usted. (…) ¿Qué pasa? La escritura me ayudó a mí mucho a canalizar, digamos, un poco esas cosas, o sea, a escribir cosas que me hacían sentir bien a mí. Cuando una empieza a compartir lo que una escribe, tiene eco en otras personas. Entonces una descubre que la literatura tiene poder, que yo tengo el poder de hablarle a personas que se ven como yo.”

Inmediatamente me viene a la mente el poderoso e influyente poema de Shirley, Rotundamente Negra (1994), en el que declara no estar dispuesta a comprometer su identidad para encajar en sociedades racistas. Proclama su negritud y la celebra apasionadamente. Ella es ella misma sin pedir disculpas. Es una obra literaria que ha inspirado a muchas otras mujeres a sentirse validadas y a expresarse libremente.

“Tengo la certeza de que lo que yo he escrito, lo que sigo escribiendo, apela directamente en otras mujeres negras, en los pueblos afrodescendientes. Que yo me diga rotundamente negra es transformador para otras mujeres que les daba miedo decirse rotundamente negras porque nos enseñaron que eso no estaba bien, que no estaba bien ser rotundamente negra y tener estas caderas y tener esta nariz, tener estos labios y bailar de la forma como yo bailo.”

Continúa explicando que, históricamente hablando, las historias sobre personajes negros han sido contadas por personas blancas, por lo que están plagadas de estereotipos perjudiciales. Pensemos en el caso de Cocorí, en Costa Rica. 

“Soy yo. Yo me cuento como yo quiero contarme. Nadie tiene que decirme quién soy yo, cómo soy yo, cómo yo me construyo, cómo se construyen mis pueblos. Hasta que los leones no tengan sus propios historiadores, las historias seguirán glorificando al cazador. Ese es el proverbio africano que ahora repetimos. Y es así. Entonces ahora yo no permito que nadie diga quién soy porque yo me aprendí.”

Antes de concluir nuestra charla le pregunto si tiene un mensaje final.

“Estamos viviendo en buenos tiempos. ¿En qué sentido? Bueno, hay una conversación. Hay unos temas importantes que están sobre la mesa. Hay una discusión al respecto. Hemos tenido unos avances importantísimos en los últimos años. Costa Rica es un país que ha dado pasos históricos. Hemos hecho cosas muy importantes como resultado de las luchas y los esfuerzos de los pueblos afrodescendientes. Infelizmente, nadie nos ha dado nada de gratis. Ha sido el resultado de una lucha. (…) A cada uno le toca vivir en el tiempo que le toca vivir y hay que asumir responsabilidad del momento histórico que nos toca vivir y tomar partido. Tomar partido por los derechos humanos de todas las personas. Yo lo tomo a través de la literatura, a través de la palabra. Yo le doy a la pelea que me pongan al frente porque hay que hacerlo. Porque tengo la voz y las palabras.”

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Shirley Campbell Barr aparece en Instagram y Facebook como @rotundamentenegra. Todos los martes a las 8 p.m. tiene un espacio en su perfil de Instagram llamado La Hora del Cuento, donde comparte lecturas de autores no tradicionales.