…literarios.

Qué pasiones levanta la palabra género y qué miedo le tienen algunos.

Recientemente se dio una situación que, como bien señaló Alí Víquez, daría mucha risa si no fuera porque da mucha tristeza. En todo caso, fue entretenida. La Editorial de la Universidad Estatal a Distancia (Euned) publicó en sus redes sociales una campaña promocional que consistía en la frase “Diversidad de géneros literarios”, con la palabra “Diversidad” en grandes y coloridas letras, y la parte “de géneros literarios” un poco más pequeña y de un solo color mucho menos llamativo. El texto venía acompañado por la imagen de un estante con libros de diferentes géneros o temáticas y, por supuesto, de diferentes colores. Haya sido con intención o sin ella, creo que nadie vio venir el espolvorín que desató la publicación, más sorpresivo todavía porque los asuntos editoriales rara vez son trending topic en este país.

Una colega escritora y yo comenzamos a debatir sobre si era pertinente llamar géneros a lo que más bien podrían ser temáticas de los libros. Discutimos sobre la diversidad de sentidos que tiene la palabra “género” y cómo las etiquetas más que todo comerciales de los géneros literarios son absolutamente exiguas para abarcar la diversidad de posibilidades de la creación estética (aaaah, “diversidad”; qué palabrita tan incómoda también).

Pero la verdadera acción se estaba dando en las redes sociales con las personas que despotricaron en contra de la publicación de la Euned con sus argumentos trillados de la ideología de género, la agenda global, la cultura woke, el desperdicio del FEES y todo ese etcétera tedioso y conspiranoico. A esto se sumaron las respuestas desde la otra esquina, apuntando los notables problemas de comprensión de lectura y la paranoia con el tema de la diversidad, el género y los colores (por cierto, si tiene usted biblioteca, vaya a fijarse si todos sus libros son del mismo color…)

Más allá del tema de la buena o mala comprensión de lectura, quiero referirme al problema tan enorme de las personas que ya solo pueden ver un sentido para la palabra “género”; uno de los términos más ricos en significados que tiene nuestro idioma, así como uno de los más difíciles de definir. Y es que de eso se trata la diversidad: de la infinitud de posibilidades de la creación artística, tan basta como el espectro de colores y los tipos de personas.

Ya me he topado con más de uno que, cuando digo que escribo literatura de género, piensan en una sola cosa que, desde luego, no es a lo que me estoy refiriendo (les dejo de tarea averiguar qué es la literatura de género y les adelanto que tiene más de una definición, buajajaja).

La palabra género incomoda a la gente que prefiere tener un muy reducido y manejable número de sentidos en las palabras, así como en los tipos de personas y los tonos de colores y, en general, en los tipos de todo lo que existe. Es la gente que solo se siente a gusto con un pequeño grupo de datos, con lo “normal”, sea lo que sea eso (¿o habrá que decir “normativo”?), lo más llano, común y familiar, lo más uniforme, asequible, fácil de entender y ordenar en la mente; lo más homogéneo, aunque, curiosamente, también les da tirria el prefijo homo-.

Es la gente que está lista para ser dominada por un régimen como el de 1984 de Orwell, donde la capacidad de pensamiento se mutila a través de un lenguaje reducido a un grupo de palabras con sentidos unívocos. Todas las palabrejas más rebuscadas, la variedad de sentidos, las metáforas, las sutilezas del lenguaje y, cómo no, las figuras literarias son eliminadas en ese idioma restrictivo donde cada palabra no tiene más que un solo sentido reglamentado. Por eso los dictadores y aspirantes a dictadores, así como sus minions, odian y temen a la diversidad de las palabras, porque las palabras son poderosas cuando son libres. Las palabras son capaces de fragmentar y derrumbar los pilares monolíticos del poder.

Y aun si solo estuviéramos hablando de la diversidad de los géneros literarios, también molesta, porque los géneros literarios son como cualquier género: son promiscuos, ambiguos, fluidos, combinables, son mal portados y rebeldes, tan variables como los colores, los sonidos, las formas, la gente; los géneros se resisten a las etiquetas, se escapan a las descripciones, rompen las normas, son revolucionarios y blasfemos, amorales y peleones, se enredan y terminan armando una crápula donde no se sabe quién es quién ni qué es qué. Solo la palabra género logra contener en sí este universo y al mismo tiempo dejarlo libre en el torbellino de sus dinámicas. No me extraña el desagrado, el miedo, el horror que produce entre aquellos que se sienten tan incómodos con la diversidad. No solo les inquieta el limitado sentido que ellos creen que tiene la palabra, sino también lo escurridiza que se vuelve al desatar la multiplicidad de sus significados.

En todo caso, otro buen ejemplo del efecto Streisand. Mis felicitaciones al personal de la Euned por esta campaña.

Por cierto, ¿usted con cuál género literario se identifica?

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