La semana pasada hablamos del IEN y de las elecciones en EE UU.
Lo prometido es deuda, hoy aterrizaré en el caso de Costa Rica, abordando la situación del Ejecutivo, del Legislativo y lo que espero aportemos desde Delfino.CR en este proceso camino a las elecciones 2026, si bien esto último es posible que quede para la tercera parte.
Segunda parte: Jugando con fuego
El domingo pasado comenté (superficialmente por supuesto) el caso de las elecciones en Estados Unidos. Estoy convencido de que ese proceso electoral dejó muchas lecciones para Costa Rica que claramente se suman a las ya aprendidas en las nuestras del 2014, 2018 y 2022. Tanto la situación estadounidense como la tica distan de ser particulares. Latinoamérica enfrenta desafíos similares y Europa también.
En esa entrevista que acabo de enlazarles, Adam Michnik dice lo siguiente: “no hay otra solución, creo, que la de seguir convenciendo a la gente de los peligros del populismo y de las utopías antiliberales, e impulsar una coalición de fuerzas que pueda poner coto a esas ambiciones autoritarias. La división del escenario político entre izquierda y derecha ha perdido vigencia. El enfrentamiento esencial hoy es entre los defensores de una democracia constitucional y los autócratas”.
No podría estar más agradecido con Michnik porque me hizo la tarea: de esto iba a hablarles hoy.
Antes que nada, aclaremos: cuando Michnik alude a utopías “antiliberales” se refiere a los valores fundamentales del liberalismo político clásico, es decir: 1- Democracia representativa: Un sistema político donde las instituciones garantizan la participación ciudadana, el estado de derecho y la separación de poderes. 2- Derechos individuales: La protección de libertades civiles, como la libertad de expresión y asociación. 3- Estado constitucional: La idea de que las instituciones democráticas deben operar dentro de los límites de una constitución que proteja estos derechos y principios.
En otras palabras, el riesgo que estamos enfrentando a nivel global con el surgimiento de estos movimientos populistas de corte autoritario que tan atractivos han resultado para el electorado (por razones comprensibles y ya ampliamente explicadas) es que dinamitemos la democracia tal y como la entendemos, así de simple.
Ejemplos de gobernantes que con el beneplácito del pueblo llegan a una posición a partir de la cual agarran la constitución y la recortan, alteran o del todo sustituyen con el fin de acaparar o retener el poder sobran... Fujimori en Perú, Correa en Ecuador, Chávez en Venezuela, Morales en Bolivia, Ortega en Nicaragua y por supuesto, más recientemente Bukele en El Salvador. ¿Es alguno de esos casos un modelo que Costa Rica desee seguir? Me parece que esa pregunta ni siquiera está abierta a la discusión. ¿Cierto?
Ahí está el detalle. Nos encanta recordar que somos la democracia más estable de Latinoamérica y que no tenemos ejército, elemento que definitivamente tiene mucho que ver con el aludido mérito. Pero... ¿nos hace eso infalibles a un traspié político? Claramente no.
Tengo muy claro que Carlos Andrés Pérez es corresponsable de la situación política que llevó a Venezuela a elegir a Chávez, pero hay una frase suya que siempre tengo presente: “La democracia tiene una virtud que a veces es un grave defecto, que admite en su seno, hasta a quienes pretenden destruirla”. La dijo en 1998, apenas Chávez fue electo, como si tuviera una certeza absoluta de lo que iba a terminar sucediendo. CAP murió en 2010. Chávez en 2013. A las puertas del 2025, 27 años después de la victoria de Chávez, el régimen chavista acaba de asegurarse su continuidad en el poder hasta el 2031, por lo menos.
Para quienes vivimos en democracia situaciones así parecieran propias de una ficción distópica pero no están tan lejanas como parece. Con una constitución a la medida (y los apoyos y aliados correctos) quien ostenta el poder puede hacer lo que le venga en gana. Precisamente por ese motivo es tan importante lo que dice Michnik y precisamente por ese motivo es tan importante que, independientemente de cuál sea nuestra afinidad política o ideológica, no perdamos de vista que el objetivo común debe ser el que él señala: poner coto a las ambiciones autoritarias.
A Chaves (el nuestro) se le puede reconocer mucho. Además de tener en la bolsa (todavía) a la mitad de la población destaca por una comunicación efectiva, clara, concisa, concreta, fácil de entender. Por supuesto que dice lo que la población quiere escuchar, pero muchos otros lo intentaron antes sin éxito. Además, Chaves no da vueltas ni rodeos: dice con todas las letras lo que piensa.
Es así como sabemos, porque lo ha manifestado en reiteradas ocasiones, que su intención es llevar suficientes legisladores al congreso en 2026 para poder encaminar todos los cambios que considera el país necesita. Hasta ahí, todo bien: eso también es democracia. El pueblo decide, ya lo hizo en 2022 y lo hará de nuevo en 2026, la voluntad popular manda, punto.
El tema es que una y otra vez ha aludido también a una constituyente y esa ya es otra conversación que no podemos dejar pasar como si fuera tema menor, precisamente por todas las posibles implicaciones de un timonazo de esas dimensiones.
Independientemente de si usted, que hoy me lee, está de acuerdo o no con los modos de Chaves y con el discurso de Chaves, podrá aceptar que varios de sus argumentos son ciertos: la institucionalidad se ha quedado corta y ha dejado a muchísimas personas atrás. Antes de Chaves ya el Informe Estado de la Nación nos lo venía diciendo año con año, el mito de la excepcionalidad costarricense se venía diluyendo desde hace ya bueeeeeen rato. ¡Y nada que reaccionábamos!
La población se hartó de esperar por cambios integrales que nunca llegaron mientras el costo de la vida seguía aumentando, la calidad de la educación seguía decayendo y las filas en la Caja se seguían engrosando. La política tradicional respondió a esos desafíos presentando candidaturas inviables una y otra vez (¡lo sigue haciendo!) y de pronto se reunieron toda una serie de circunstancias impensables que dieron pie a la sonada victoria del outsider. Hoy es, guste a quien guste, el presidente más popular que este país recuerda en no pocas décadas.
Es es el status quo. Y de eso a la caja de Pandora de una constituyente hay dos pasos. ¿Es en serio esa la única alternativa para superar el evidente estado de polarización y descontento que atravesamos? Por supuesto que no.
Aquí es donde entra la oposición, que no da pie con bola. Se han concentrado tanto en evidenciar todas las actitudes reprochables del presidente que han perdido de vista un elemento clave de la ecuación: al grueso de sus seguidores no solo les pela el eje, ¡apoyan esos patrones de conducta! Satanizar a Chaves no debilita a Chaves... lo fortalece. Le da además la salsa ideal para el guiso de victimización y persecución que sirve de discurso en discurso: “no sé por qué me odian tanto”, etc, etc, etc.
Lo voy a poner en clarito: de poco sirve que le digan a la población que Chaves es un patán. ¡Ya lo saben! Tanto quienes lo apoyan como quienes lo desprecian: ninguna de las dos tendencias va a cambiar de opinión no importa cuántos gritos peguen todas las curules de oposición en coro.
Tal vez sea hora de replantear la estrategia, dejar de quejarnos (todos) de lo que no se puede hacer y concentrarnos en lo que sí se puede hacer: juntos. Sin necesidad de plantearnos rearmar el país desde cero porque nos dejamos convencer de que somos incapaces e incompetentes. Ni lo primero ni lo segundo es cierto, lo que sí somos es orgullosos, intransigentes y arrogantes, pero eso tiene remedio, una constituyente mal hecha no.
En campaña Chaves aseguró que una vez en el poder no iba a decir que no lo dejaban gobernar. Henos aquí: es todo lo que ha dicho desde que entró. Pero ¿hasta qué punto es cierto? ¿Ha existido la menor voluntad de parte de la oposición de colaborar para que se puedan encaminar los proyectos del Ejecutivo?
Sé que es una conversación incómoda pero me parece que tenemos que tenerla porque mucho se dice de que el Ejecutivo no ha dejado la campaña electoral pero da la impresión de que el Legislativo tampoco. Unos y otros, en vez de conversar y cooperar se han entregado, por casi tres años ya, a una metralla sin freno. ¿El resultado? Nos estamos colocando a las puertas de un paso en falso absolutamente innecesario.
Si el Ejecutivo necesita de mayor capacidad de ejecución pues que la tenga, a todos nos consta que en este país hasta renovar la licencia es un trámite engorroso. Pero eso no significa que hay que meter la quinta, dilapidar los pesos y contrapesos y mandar a la Contraloría a emitir saludos a la bandera. Hablemos. Discutamos. Conversemos. Encontremos soluciones para que el país pueda caminar sin necesidad de someter su destino a un juego de azar. Hay caminos. Hemos sido capaces de encontrarlos antes, ¿qué impide que los encontremos ahora?
Me despido recomendándoles la lectura de Máximas prudentes (Jacula Prudentum) del poeta y sacerdote inglés George Herbert. La obra recoge más de 1000 proverbios, muchos de los cuales Herbert recopiló, adaptó o creó basándose en su observación de la vida cotidiana y en la tradición oral de su época (estamos hablando de 1640). Bueno, uno de ellos dice: “To him that will, ways are not wanting”, que podríamos traducir como “Para quien quiere, no faltan caminos”.
Ya todas las partes se han quejado suficiente. Tal vez en adelante, al menos por este año, podemos enfocarnos en soluciones. No diagnósticos, no estudios, no diatribas: ¡soluciones! El desafío en adelante es histórico, sigue estando en nuestras manos decidir cómo lo superará Costa Rica. Ojalá no perdamos eso de vista.