En vísperas del próximo viernes negro, y a menos de un mes de la Navidad, ¿quién se atreve a quedarse en su casa cuando todo está a mitad de precio? ¿Por qué desaprovechar una oportunidad única para adquirir algo nuevo? Este viernes no importarán las filas, las tiendas abarrotadas, los aguaceros, ni los frentes fríos. Se impondrá el ritual que describía Zygmunt Bauman en su libro Vida de consumo (2007), en el que advertía que no es lo mismo el consumo, que ocurre como una necesidad real, al consumismo, que es una necesidad ficticia, creada por el mercado.

Al ofrecer productos a precios muy reducidos, el viernes negro genera una supuesta oportunidad irrepetible, que produce a su vez una necesidad ficticia. Bajo la justificación del consumismo por el sentido de oportunidad, miles de personas se dirigen a las tiendas para adquirir una nueva pantalla plana, endeudándose casi siempre, a pesar de que tengan en su casa una o varias que funcionan perfectamente.

Hace un año, según el periódico La República, entre el viernes negro y las fiestas de fin de año de 2023 se esperaba que las ventas comerciales se dispararan hasta un 20%. La noticia está acompañada de comentarios positivos: ese aumento dinamizaría la economía, se incrementaría el trabajo temporal y crecería la capacidad adquisitiva para seguir comprando más cosas. Lamentablemente, este tipo de publicaciones obvian por completo las consecuencias negativas que supone, para las personas y el planeta, consumir cada vez más productos.

En su libro Por una ética del consumo (2002), la filósofa Adela Cortina debate con su amiga Marta sobre el típico argumento de que el consumo genera bienestar, tanto para el consumidor como para los productores. El texto de Cortina acaba con la fantasía de que ese trabajo adicional, que se ha requerido para fabricar el producto que compraré en el viernes negro o en la Navidad, debería hacernos sentir bien.

Mucho se ha escrito y comentado sobre los desafíos éticos del consumo. Sin embargo, seguimos comprando y comprando. ¿Esto cambiaría si logramos ver el impacto que genera realmente el consumismo voraz de nuestros días? Tal vez.

Ojos que ven, corazón que siente

La película titulada ¡Compra ahora!, la conspiración consumista (2024), disponible en Netflix, muestra los impactos del consumismo que no vemos o no queremos ver, o que nadie nos ha querido mostrar. Utiliza imágenes de ciudades inundadas en sus propios residuos, generadas con inteligencia artificial, para dimensionar la magnitud del daño. Además, nos lleva a sitios en República Dominicana, Ghana y la India donde flotan los residuos en ríos y mares, y a un lugar en Filipinas donde personas desensamblan teléfonos y electrodomésticos descartados en Europa, exponiéndose al cromo, mercurio, plomo y otras sustancias tóxicas.

La película expone las estrategias encubiertas utilizadas por corporaciones como Adidas, Zara, Apple y Amazon para mantenernos a todos atrapados en un ciclo interminable de compras. A pesar de que el impacto ambiental y social de la industria de la moda rápida, los teléfonos celulares y las computadoras, ha sido ampliamente estudiado. La película logra, a través de sus 84 minutos de duración, conducirnos por caminos que para muchos serán nuevos, reveladores e incluso aterradores.

Dice un ex director de Adidas que es entrevistado en la película, con una expresión profundamente avergonzada: “Cada industria debe asumir la responsabilidad del final de la vida útil de los productos que fabrica”. El documental es tan frontal en relación con el daño que hemos causado, que podría dejarnos en estado depresivo. Afortunadamente, hacia el final nos ofrece algunas recomendaciones esperanzadoras.

¿Qué hacer?

Primero, evite comprar. Segundo, compre menos. Tercero, antes de comprar, pregúntese si realmente necesita ese artículo. Si está comprando ese vestido porque no tiene otro adecuado para la ocasión o si puede reutilizar alguno. Tal vez le puede pedir prestado uno a alguna amiga. Para los regalitos navideños, piense en regalar esos libros que ya leyó, esos vasos que casi no usa o esa ropa prácticamente nueva que tiene por ahí.

Si realmente tiene que comprar, prefiera productos que han sido utilizados por alguien. Las tiendas americanas son, en este sentido, una buena opción. Busque productos de fabricación nacional, aproveche las ferias navideñas como la Feria Bandida, el Mercadito de ilusiones o la Feria del orgullo rural. Siempre compre productos de buena calidad: la obsolescencia programada está más acentuada en productos baratos por lo que pronto terminará comprando otro. Y ni qué decir de la ropa de las tiendas de moda rápida, que prácticamente se daña al día siguiente. Antes de comprar en línea, espere un tiempo que le permita determinar si realmente necesita ese artículo que quería comprar.

El libro escrito hace más de dos décadas por Adela Cortina intentaba orientar éticamente nuestro consumismo desmedido, proponiendo en cambio un consumo justo, libre, solidario y mesurado. Nos proponía repensar la fórmula del “consumo, luego existo” en que se ha convertido nuestra vida cotidiana. Hoy, la necesidad de pensar en formas de vida distintas, amigables con el entorno y con la vida, sigue siendo una de nuestras grandes asignaturas pendientes. Un documental reciente que se titula, con evidente ironía, ¡Compra ahora!, nos dice que todavía estamos a tiempo.

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