Recientemente, dos fenómenos han captado la atención de la población costarricense: la aparición de cocodrilos en ríos y playas cercanas a zonas habitadas, y la inesperada llegada de un flamenco a nuestro país. Aunque a primera vista parecen eventos aislados, ambos nos envían un mensaje claro sobre los profundos cambios que están ocurriendo en nuestros ecosistemas. Lamentablemente, la reacción popular ha sido preocupante y, en muchos casos, carente de reflexión sobre lo que realmente significan estas señales.

Por un lado, la presencia de cocodrilos cerca de comunidades humanas ha generado alarma. Muchas personas ven a estos animales como una amenaza y han propuesto soluciones extremas, como la matanza para eliminar el riesgo que representan. Se culpa a quienes defendemos la conservación, argumentando que la falta de intervención humana ha permitido la "sobrepoblación" de cocodrilos. Sin embargo, este enfoque ignora las causas de fondo. El cambio climático, la falta de lluvias y la reducción de fuentes de alimento están empujando a estos reptiles a desplazarse a lugares donde encuentran mejores condiciones para sobrevivir.

Los cocodrilos no están "invadiendo" nuestro territorio; están intentando adaptarse a los cambios que nosotros, como sociedad, hemos contribuido a generar. En lugar de recurrir a soluciones rápidas y destructivas, deberíamos detenernos a pensar en las razones detrás de su comportamiento. ¿Qué nos está diciendo la naturaleza? ¿Qué podemos hacer para mitigar los efectos del cambio climático y proteger tanto a las personas como a la fauna?

Por otro lado, la llegada de un flamenco a nuestro país ha sido celebrada como un evento raro y emocionante. Pero, al igual que con los cocodrilos, pocos se han preguntado por qué este ave, que no es nativa de Costa Rica, ha aparecido aquí. En el mundo de la ciencia, sabemos que los animales son indicadores naturales de los cambios en el ambiente. El desplazamiento de una especie fuera de su hábitat usual es una señal de que algo está mal en su entorno, ya sea por alteraciones en el clima o en los recursos disponibles.

Lo más alarmante es que la respuesta de muchas personas a estos dos eventos ha sido contradictoria: por un lado, piden más flamencos, pero por otro, exigen la eliminación de los cocodrilos. Esta falta de coherencia refleja una visión antropocéntrica de la naturaleza, donde creemos que todo lo que ocurre es para nuestro beneficio o entretenimiento, y no vemos el impacto real que estos cambios representan.

La verdad es que tanto la llegada del flamenco como el desplazamiento de los cocodrilos son dos caras de un mismo problema: la alteración de los ecosistemas por causas en gran parte relacionadas con la actividad humana. No es momento de celebrar ni de alarmarse sin entender el contexto. Es momento de reflexionar profundamente sobre nuestra relación con la naturaleza y de actuar de manera responsable.

La naturaleza nos está enviando señales claras, y si seguimos ignorándolas, las consecuencias serán mucho más graves. No podemos resolver estos problemas con la eliminación de especies o el entusiasmo superficial. Debemos asumir nuestra responsabilidad como habitantes de este planeta, cuidar sus ecosistemas y aprender a convivir con la fauna que también tiene derecho a existir en su entorno.

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