La planificación urbana es un tema de discusión de gran relevancia para el diseño, implementación y adaptación de políticas públicas a nivel nacional y local en relación con el cambio climático. Ésta debe pensarse a partir de la integración de espacios verdes y la incorporación de lo que en la literatura se conoce como Soluciones Basadas en la Naturaleza (SbN) (en inglés Nature-Based Solutions). Para Cortinovis et al. (2022), las SbN contribuyen a que las ciudades se adapten al cambio climático, particularmente en las zonas urbanas.
Ante esta situación es importante plantearnos la necesidad de contar con ciudades verdes que se adapten a los desafíos climáticos, sociales y económicos que atraviesan a nuestra sociedad. Para Atlas Verde (s.f.), una ciudad verde es aquella que es accesible e inclusiva y que se gestiona con la participación de sus habitantes […] su objetivo es maximizar el bienestar humano, con bajos niveles de contaminación, apropiación del espacio urbano y generación de interacciones positivas para la recreación, la salud física y mental […].
La definición anterior, nos convoca a pensar en la participación ciudadana para la promoción de espacios urbanos sostenibles. Para ello es necesario poner en contexto los retos en materia de cambio climático y los esfuerzos a nivel país para aproximarse a una planificación urbana en concordancia con lo establecido en los Objetivos de la Agenda 2030.
“En Costa Rica se experimentaron durante las primeras semanas del mes de marzo las temperaturas más altas registradas hasta el 2024”. En esta línea, Salazar expresa que Costa Rica se enfrenta a una realidad innegable en cuanto al cambio climático; siendo éste evidente en La Gran Área Metropolitana (GAM) la cual no se escapa de los efectos de dicho fenómeno. Esto se debe, en buena medida, al desarrollo urbanístico en escalada en las últimas décadas; donde las superficies pavimentadas y la construcción de edificios han creado lo que se denomina “islas de calor”. Para Barrantes el efecto de las áreas urbanas sobre el clima ha sido objeto de estudio en la literatura especializada ya que éstas retienen más calor que las áreas con cobertura vegetal. Dadas las altas temperaturas experimentadas en el año en curso nos debe hacer reflexionar sobre la necesidad de definir e implementar una estrategia de planificación urbana a todas las escalas (nacional, regional y local) a través de una política pública orientada a resolver los problemas del cambio climático.
En atención a la última reflexión, Costa Rica en 2015 ratificó el Pacto Global con las Naciones Unidas sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). El objetivo 11 de esta Agenda tiene el propósito de lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. Sin embargo, la situación de cambio climático y el aumento de las temperaturas no cesa. A su vez, la mancha urbana cada vez se extiende y se estima que alcanzará hasta un 60% para el 2030 a nivel global. Las preguntas que nos debemos plantear al respecto son:
- ¿Qué está haciendo el gobierno nacional y las instituciones responsables de regular la planificación urbana?
- ¿Cuál es el papel que deben jugar los gobiernos locales para afrontar los efectos del cambio climático?
- ¿Qué esfuerzos se están haciendo para cumplir el ODS 11 con participación ciudadana y desde un enfoque basado en las comunidades?
- ¿Cuáles iniciativas se han planteado para incorporar SbN para la promoción de ciudades verdes?
Son abundantes las interrogantes como insuficientes los esfuerzos en torno a una problemática que no se puede obviar por los efectos que tiene sobre las áreas urbanas y las consecuencias para la salud y el bienestar de la población.
Entre las externalidades negativas que provoca el calentamiento urbano se encuentran: enfermedades relacionadas con el aumento de las temperaturas, tales como deshidratación, golpes de calor y enfermedades de la piel. Así mismo, problemas como el aumento de la contaminación del aire, el incremento de problemas respiratorios, la contaminación de la calidad del agua y la vulnerabilidad de los mantos acuíferos se han agudizado. Por otra parte, se pueden mencionar efectos negativos sobre la economía tales como el aumento de los costos de energía para refrigeración o mantenimiento de las infraestructuras afectadas por el incremento de las temperaturas.
A escala local, las municipalidades enfrentan grandes desafíos para la gestión de la urbanización acelerada, ya que según el Ministerio de Vivienda y Asentamientos Humanos en el informe Nacional Habitat III, la mayoría de los cantones no cuentan con planes reguladores, o los mismos se encuentran desactualizados. Esto se ha traducido en un crecimiento desordenado de las ciudades y ha generado una serie de inconsistencias e incompatibilidades en la forma que proceden los gobiernos locales sobre el uso del suelo. Haciendo una revisión documental no se identifican políticas verdes para la reconfiguración de las ciudades tanto a escala nacional como local. A nivel de los gobiernos locales se encuentran vacíos en materia de políticas para la sostenibilidad ambiental y la prevención del cambio climático asociados con un proceso de urbanización acelerado.
Retomando la definición de Atlas Verde sobre ciudades verdes, se destaca la participación ciudadana como eje fundamental para el uso y aprovechamiento sostenible del espacio urbano. La relación entre participación de los actores de la comunidad y la apropiación del espacio nos lleva a entender el territorio como un recipiente dinámico de relaciones sociales. En ese sentido, Svampa plantea nuevas lógicas para aproximarnos al tejido social, entendiendo el territorio desde una perspectiva dinámica y como una condensación de fuerzas sociales que interactúan en el mismo.
Desde esta concepción son las comunidades y sus actores los llamados a contribuir con soluciones que respondan a las características y particularidades de los territorios, especialmente en lo que respecta al uso de los recursos naturales y su impacto sobre el cambio climático. La participación ciudadana y sus propuestas cobran fuerza en la conformación de movimientos sociales urbanos los cuales reconfiguran relaciones sociales inclusivas en el territorio y una mayor participación en las decisiones para la satisfacción de las necesidades básicas y la conservación de los recursos naturales.
En el contexto de las nuevas nociones de territorio y territorialidad, así como una planificación urbana orientada por SbN, es que emergen nuevas formas de desarrollo urbano como la despavimentación. El objetivo de la despavimentación es reemplazar la mayor cantidad posible de concreto, asfalto y otras formas de construcción urbana por SbN; tales como: la instalación de techos verdes, desellar áreas de estacionamiento, mejorar la vegetación en parques urbanos y aumentar la arborización y conservación de las cuencas como corredores biológicos.
De acuerdo con Baraniuk este tipo de iniciativas se viene llevando a cabo desde 2008 en diferentes ciudades en Estados Unidos y Canadá. Ejemplos como la fundación Depave en Portland, como también Green Venture en Ontario se han consolidado en la promoción de un desarrollo urbano basado en soluciones verdes y más saludables para la población.
En el caso de Costa Rica, la GAM presenta una serie de problemas relacionados con un desarrollo urbano caótico, con una elevada densidad demográfica e inoperante planificación del espacio urbano, lo cual se refleja en el mal manejo de los residuos, la saturación del alcantarillado sanitario e inundaciones, la contaminación del aire, del suelo y de las aguas subterráneas; todo esto resultado de un proceso continuo y sin planificación de impermeabilización de los suelos. Ante esta situación crítica, se plantea la despavimentación a partir de SbN y de las propuestas comunitarias como respuestas urgentes a los problemas ambientales que nos aquejan.
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