Por Jorge Víquez – Estudiante de la carrera de Psicología
En la profesión de la psicología o en diversos estudios de la sociología, encontramos experimentos que nos han traído, de una u otra manera, explicaciones a ciertos actos de las personas. Por lo tanto, estos experimentos han modificado creencias y actitudes de personas o grupo de personas que, quizá en otros momentos no experimentales, no hubieran actuado así. Por ello, la duda radica en si la personalidad puede modificarse conforme una circunstancia en específico.
Actualmente, existen diversas pruebas que pueden medir o explicar algunos comportamientos; de hecho, algunas teorías hasta pueden lograr contextualizar su personalidad o sus actos conforme patrones hereditarios, ambientales o pensamientos que, de una u otra manera, llevan a una reacción que puede llegar a explicar ‘’teóricamente’’ su personalidad. Pero ¿cómo logran explicar la personalidad si ni siquiera está establecido en psicología una definición clara sobre la personalidad? Esta pregunta es muy válida y, gracias a ello, volvemos a lo inicial en este párrafo: “teorías de algunos autores o tendencias psicológicas’’. Lo curioso de todo esto es que, dependiendo de la perspectiva o tendencia que te expliquen de la psicología, ahí tendrás el resultado de la evaluación de una personalidad. Algo trillado y sin conclusión empírica.
Por ello mismo, quiero volver al inicio del presente Moxie para poder explicar, más o menos, cómo nos podemos ajustar a la realidad, y será por medio de la ‘’Psicología experimental’’. Pero antes de entrar a los ejemplos experimentales que pondremos en el panorama, hablaremos de algunas teorías que involucran algún tipo de explicación sobre la definición de la personalidad. Tal es el caso de teorías como la del psicólogo Hans Eysenck, que indica que la personalidad se define por medio de la genética y factores biológicos; por otro lado, la teoría conductista habla sobre la personalidad desarrollada conforme al entorno; Erik Erikson dice que la personalidad nace de impulsos inconscientes; los humanistas creen que la personalidad se define por medio de deseos, y la teoría de Rasgo dispone que la personalidad está hecha por medio de rasgos (Ayuso, 2013).
¿Pero, entonces, debemos ajustarnos a la teoría y a la perspectiva de estas para poder optar por la evaluación de alguna de estas tendencias? O sea, ¿podemos hacernos cinco evaluaciones diversas dependiendo de cada teoría? La falta de pragmatismo y la falta de combinación de tendencias son las que afectan fuertemente el no tener solidez en pruebas de la personalidad; o bien, ni siquiera tener una definición clara de la personalidad desde un punto de vista psicológico. Por eso mismo, creo que la realidad de una personalidad es la sumatoria de varias tendencias en momentos establecidos y reacciones continuas de una persona conforme a su entorno. Por ejemplo, una persona puede tener un ambiente familiar muy positivo, le pueden inculcar muchísimos valores, puede tener una genética de antepasados llenos de altruismo y realizar la totalidad de sus deseos u objetivos; pero ¿qué pasa si ponemos a este ser humano ‘’perfecto’’ en un entorno diferente a todo lo que anteriormente mencioné?, ¿tendremos el mismo efecto?
Para eso hablaremos del experimento que se realizó en 1971, por medio de Zimbardo, que no duró ni una semana, ya que las personas que estaban siendo parte del experimento abusaron negativamente de sus papeles. En otras palabras, el experimento trataba de que se escogía al azar a varias personas para que ejercieran los roles de ‘’reos y guardias’’, en pocos días la situación y comportamientos se salieron de control y existieron abusos de autoridad y diversos actos inhumanos. ¿Conductas aprendidas o deseos inconscientes? Otro ejemplo, es el experimento de la Obediencia de Milgram, en el cual en dos cuartos diferentes ponían a dos personas a interactuar con preguntas y respuestas, y por cada respuesta mala se le daba una descarga eléctrica (que en realidad no se daba, pero si existían ‘’gritos’’ ficticios para simular dolor). Fue casi nula la cantidad de personas que pararon el experimento y no les importaba provocar el dolor ajeno solo por obedecer la autoridad. Ejemplo de esto también son las respuestas de los imputados en los juicios de Nuremberg.
Por ello, de manera muy personal considero que las pruebas de la personalidad no se deben medir con las ‘’varas’’ de las teorías individualizadas; se deben medir con circunstancias sociales, panoramas simulados como en los experimentos de Asch; donde las personas se manipulaban fácilmente para declinar criterios errados sobre los ciertos —todo por influencia de las masas—. Por ende, las pruebas por medio de puntos evaluativos pueden tener errores básicos como “deseos de actuar”, lo que hace las pruebas más imprecisas en todo extremo. Por ello, las pruebas actualmente deben ir dirigidas a una realidad, a un contexto y a la reacción continua y aprendida por parte de la persona. Al fin y al cabo, la reacción más imprevista es la que nos dirá la realidad de una personalidad.