En Salitre hoy tenemos mayor acceso a nuestra tierra, vivimos unidos, libres y con la posibilidad de sembrar, de reforestar, pero sobre todo de tener lo que nos pertenece. Nosotros como bribris de Salitre no hacemos las recuperaciones para tener geográficamente una cantidad de tierra, sino porque tenemos un lazo muy grande con la tierra, con la niña Iriria, la cual tenemos que defender. Esta conexión, Sibö así la estableció para nosotros y de ahí la importancia de impulsar las recuperaciones y de que sean las mujeres las primeras en pronunciarse. Así los bribris nos identificamos matrilinealmente, esto quiere decir que son bribris solo y únicamente los hijos e hijas de madres bribris, que el padre sea o no bribri no genera ninguna diferencia. Por tanto, las mujeres aportamos el idioma, practicamos la cultura y heredamos clanes a nuestros hijos.

Por ello los territorios no necesitamos de una organización para saber que somos indígenas, es hasta una ofensa que, por ejemplo, para solicitar el servicio de luz se nos pida que la Asociación de Desarrollo Integral[1] haga constar que somos indígenas bribris, sobre todo porque esta asociación es ajena a nuestras formas ancestrales de gobernar. En todo caso, las asociaciones no le extienden documentos a personas indígenas que realizan o apoyan las recuperaciones.

Sin embargo, desde que llegaron los sikuas (los no indígenas) han ido destrozando la tierra, nuestros territorios, talando árboles, contaminando nacientes y ríos, con el ganado y los agroquímicos. Pese a esto, el presidente Chaves nos señala a las personas indígenas como “roba tierras” y nos acusa de matar animales, cuando es el Estado el principal asesino, que nos sepulta de a poco al dejarnos desprotegidos, y el único culpable de que se invaliden nuestros derechos.

Además, cuando una persona no indígena adquiere un terreno dentro del territorio indígena, se encargan de privatizarlo y nos obliga a pedir permiso para pasar o transitar por tierras que en realidad nos pertenecen. Por ejemplo, existen ceremonias o actividades culturales como la “jala de piedra” donde necesitamos pasar por alguna propiedad de dueños no indígenas que no entienden o en alguna medida no están de acuerdo con nuestra cultura y por tanto no nos otorgan el permiso. Aunque la Ley Indígena Nº 6172, en el artículo 3 dice claramente que los territorios indígenas pertenecen a los indígenas, y pese a que hagamos una notificación a las personas usurpadoras para el respectivo desalojo, la realidad es que, no tenemos que pedirle permiso a una persona no indígena para recuperar nuestra tierra. Como decía el compañero Sergio Rojas: “Eso es como pedir permiso para entrar en nuestra propia casa”.

Lamentablemente, con estas usurpaciones se ha dado una introyección de las formas de vivir del sikua en la vida de las personas indígenas (personas indígenas que piensan como no indígenas), como cuando cortan los árboles sin importarles las nacientes. Lo más impactante es que aun durante los procesos de las recuperaciones, nos ha pasado que debemos estar por tiempo indefinido en las tierras recuperadas, tanto las personas indígenas recuperadoras como las personas no indígenas usurpadoras.

Por otra parte, en la reunión con magistradas de la Corte Suprema (8 de marzo de 2023) se comprobó que el Poder Judicial desconoce el trato que recibimos las personas indígenas por parte de sus funcionarios (abogados, fiscales…) y las denuncias que realizamos no se toman o no nos informan sobre el proceso, parecen ser archivadas. Los no indígenas nos continúan agrediendo, maltratando psicológica, verbal y físicamente y nadie hace nada al respecto.

Desde el Poder Judicial se ha irrespetado nuestro derecho consuetudinario, por ejemplo, si nosotros tenemos alguna dieta cultural[2] y en ese mismo periodo se nos notifica alguna cita en la Fiscalía de Buenos Aires, este Poder pasa por alto, porque no entiende o no le importa, nuestros procesos culturales, pese a nuestras reiteradas explicaciones. El Estado ha desconocido nuestra espiritualidad, nuestras culturas, imponen leyes y reglamentos que van en contra de nuestras organizaciones propias, las cuales existen desde antes de la llegada de los colonizadores, pues todo este territorio era nuestro y sabíamos organizarnos.

En cuanto a los procesos legales del Poder Judicial, personalmente veo muchas incongruencias en su actuar para con las personas indígenas, ya que recientemente he recibido una demanda en contra mía que argumenta que estoy usurpando el terreno que he recuperado dentro del Territorio Indígena Salitre y en el cual vivo.

Pese a todo lo anterior, aun con el panorama en contra nuestra, avanzamos tanto en la recuperación de tierra como de cultura y de espiritualidad. Antes no teníamos aprendices de autoridades ancestrales[3], hoy contamos con varios de ellos, tenemos la construcción del Usure, etc. Seguiremos con las recuperaciones, aunque el presidente haya dicho que sí lo hacemos nos va a encarcelar. Como mujeres siempre vamos a luchar por nuestra autonomía, por nuestras organizaciones propias, por la justicia, por los compañeros que les han quitado la vida en esta lucha, por eso y más estaremos firmes, y nos encontrarán luchando.

Texto a partir de la exposición del foro “Mujeres en defensa de los territorios indígenas: vivencias y denuncias” realizado en Auditorio de la Facultad de Ciencias Sociales el 8-3-23.
[1] Entiéndase la asociación como un gobierno local del Estado, que es impuesto, que tiene un carácter legal mas no es legitimado por los pueblos originarios.
[2] Dieta cultural: es un proceso de curación como parte de un reglamento cultural, en el que un awá (médico) le indica a una persona indígena enferma determinados pasos a cumplir para su respectiva sanación, por ejemplo: dietar por tres días, no salir al sol, no comer azúcar ni sal y que ninguna mujer embarazada pueda verle. Pero pueden haber muchos más pasos.
[3] Las autoridades o cargos ancestrales son personas que se han preparado para tener determinados conocimientos que le permiten encargarse de determinadas acciones, por ejemplo, un cargo puede ser el Óköm, es decir, un médico ancestral que se encarga de hacer la ceremonia cuando alguien fallece o viene al mundo, el Awá, quien se encarga del proceso de curación de una persona enferma, el Bikákla que se encarga de purificar la comida, los alimentos, y así con más cargos.

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