Veo los centros urbanos deteriorados, creo que todos lo hemos notado, sin duda los últimos años han pasado factura a nivel mundial. Por eso quiero examinar algunos temas que creo son cruciales en el futuro de estos espacios y la oportunidad de su evolución.

El mundo se enfrenta a tasas de expansión urbana sin precedentes. Alrededor del 80% de la población en Latinoamérica vive actualmente en zonas urbanas, muy por encima del promedio global. Si bien las ciudades pueden parecer estar en un estado de expansión continua, históricamente el crecimiento de su población se ha producido en ciclos. La innovación generalmente ha abordado los desafíos planteados por el aumento de la población, sólo para ser reemplazadas por nuevos obstáculos. La invención del automóvil a principios del siglo XX es un ejemplo de ello, abordando algunas de las dificultades en su momento, pero resultando en estilos de vida sedentarios, ciudades dispersas, proliferación de problemas de salud y consumos de recursos desmedidos que hoy nos tienen en apuros.

Están surgiendo problemas nuevos y complejos, y es probable que las ciudades de hoy se encuentren en la cúspide de la mayor transformación económica hasta la fecha. Los desafíos que se presentan son abrumadores, y superarlos no será fácil. A medida que los gobiernos dirigen a las ciudades hacia el futuro, es valioso considerar algunas de las fuerzas que definen su evolución: la tecnología, la crisis climática y la globalización serán factores clave en el contexto de la ciudad. Pero, al final el bienestar inclusivo y equitativo de los ciudadanos será la métrica del éxito.

Me gustaría enfocarme en dos fuerzas que creo importantes para nuestro contexto, la innovación tecnológica en los centros urbanos y el impacto de la era del antropoceno.

Iniciemos con la era del Antropoceno. El término se ha creado para designar las repercusiones que tienen en el clima y la biodiversidad la rápida acumulación de gases de efecto invernadero y los daños irreversibles ocasionados por el consumo excesivo de recursos naturales. El crecimiento urbano ha aumentado significativamente el riesgo de disponibilidad de recursos para las ciudades, vulnerables a varios tipos de estrés. El estrés crónico y persistente en el suministro de agua, energía y alimentos, es endémico en ciertas partes del mundo, pero se está extendiendo rápidamente. También el estrés agudo, resultante de la exposición a eventos relacionados con el clima, inundaciones, huracanes, sequías y más.  Y el estrés social, como resultado de una gobernanza deficiente, una urbanización excesivamente rápida, una distribución desigual de la riqueza y las oportunidades o el desempleo entre muchas otras consecuencias del mal manejo de los espacios urbanos.

Sobre este panorama, es probable que ciertas tendencias intensifiquen el riesgo de la disponibilidad adecuada de recursos de manera inclusiva. Una de ellas es la frecuencia creciente de eventos climáticos extremos. En 10 años se han intensificado sobre 40% de aumento de estos eventos a nivel mundial, los cuales, si bien representan un menor número de muertes debido a avances en estrategias de detección temprana, siguen teniendo un impacto económico muy alto.  Y determinan un aumento en el estrés por escasez de alimentos, agua y recursos. Además, la interconexión global significa que las ciudades son más vulnerables a los eventos remotos que en el pasado. El estrés en una parte del mundo, como un conflicto político, puede generar efectos dominó al otro lado del mundo. (solicitantes de asilo, interrupciones en cadenas de suministro, como ejemplo).

Una segunda fuerza es el papel cada vez más preponderante de la innovación tecnológica en las ciudades. Estas tecnologías disruptivas están catalizando varias tendencias globales, que incluyen entre otras las ciudades inteligentes, la búsqueda de circularidad urbana y la construcción de sistemas descarbonizados, entre otras. La penetración y desarrollo de tecnologías disruptivas tienen el potencial de transformar la manera en cómo las ciudades operan actualmente, y ayudarnos a resolver nuestros problemas y desafíos. Robótica avanzada, el internet de las cosas, impresión 3D, materiales avanzados, energía renovable, automatización, almacenamiento de energía, realidad virtual, inteligencia artificial, son solo algunas de ellas.

Como toda tecnología, tiene gran potencial de impacto positivo, pero también de acrecentar desigualdades. En este momento lo enfocaré desde el optimismo, dejemos el resto para una siguiente conversación.

  • Ciudades inteligentes. Después de una década de experimentación, las ciudades inteligentes también están entrando en una nueva fase. Si bien las soluciones digitales son solo una de las herramientas necesarias para hacer que una ciudad sea grandiosa, son las adiciones más poderosas y rentables que se han visto en muchos años, además de ser catalizadores de calidad de vida. Vigilancia policial predictiva, sensorización de averías, mapeo de delitos en tiempo real, gobernanza basada en datos, movilidad predictiva y tanto, tanto más.
  • Economía circular urbana. Las ciudades de hoy operan dentro de un sistema económico global basado en el modelo lineal tradicional de producción y consumo de “tomar-hacer-desechar”. La tecnología podría permitir que las ciudades hagan la transición a una economía circular donde los productos están diseñados para durar y los recursos se tratan como valiosos. Las tecnologías digitales permitirán aumentar radicalmente la virtualización, la desmaterialización, la transparencia en el uso del producto y los flujos de materiales, así como la inteligencia basada en la retroalimentación. Al mismo tiempo, estas tecnologías permitirán la recopilación y el análisis de datos sobre materiales, personas y condiciones externas. Por estas razones, las tecnologías digitales son fundamentales para identificar los desafíos de los flujos de materiales en las ciudades, identificar las áreas clave donde se producen los desechos estructurales y determinar soluciones viables a largo plazo.
  • Y —mi preferido— “the sharing revolution”, la tendencia de servicios/recursos compartidos. El uso creciente de plataformas digitales y la disposición de los consumidores a usar aplicaciones han catalizado el desarrollo de la economía colaborativa, con modelos comerciales entre pares y actores empresariales compartidos cada vez más comunes. Que nos conectan y nos hacen sentirnos parte de un sistema, de una comunidad.

¿Hacia dónde deberían entonces dirigirse las ciudades? Cada ciudad tendrá que diseñar su propio camino de una manera que refleje las limitaciones únicas que enfrenta. Las acciones que emprendan los líderes de la ciudad, los inversionistas, las empresas clave, los residentes y otros constituyentes dependerán del nivel de madurez de la ciudad en una amplia gama de áreas, que incluyen la condición humana, la infraestructura, la estabilidad política, la penetración tecnológica, la participación ciudadana, las condiciones naturales, y mucho más.

¿Por dónde empezar? Pensemos desde lo cercano, analicémoslo desde nuestra esquina, desde Latinoamérica, desde nuestras megaciudades Ciudad de México, Sao Paulo, Buenos Aires o desde nuestros centros urbanos pequeñitos San José, Ciudad de Panamá, Tegucigalpa, o Quito. Desde aquí, sin duda, las prioridades se deben definir partiendo de las necesidades más básicas humanas que no se han conseguido al día de hoy proporcionar de manera inclusiva, pero además conscientes de la perspectiva global que abre oportunidades. Estoy convencida que hay intersecciones, y es ahí donde se debe apostar.

La ciudad del futuro debe generar bienestar humano, ser ambientalmente sostenible, poseer aire limpio, limitar el congestionamiento vial, ser caminable, ser accesible, tener vivienda asequible, ser resiliente a los impactos climáticos, tener atractivos globales, tener una gobernanza eficiente, ser inclusiva, … Suena idealista, pero no debería, no deberíamos conformarnos con menos, no es idílico, es complejo, sí, pero es posible.

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