The Washington Post, uno de los tres periódicos de referencia de los Estados Unidos, destacó este miércoles la apremiante situación de inseguridad que vive Costa Rica a través de un reportaje en Inglés titulado: "Costa Rica, laid-back land of ‘pura vida,’ succumbing to drug violence" ["Costa Rica, tierra relajada del 'pura vida', sucumbe a la violencia del narcotráfico"].

La periodista Mary Beth Sheridan, corresponsal del Post para México y América Central, enfocó su narrativa en Puntarenas, provincia que al 21 de marzo según el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) registraba 29 homicidios, cifra superior a los 21 contabilizados en la misma fecha del 2022.

El reportaje arranca con la vivencia de Maribel Sandí, una abuela de 59 años de edad que pasadas las 11 de la noche del 3 de enero, atestiguó como en un barrio ubicado a pocos kilómetros del Paseo de los Turistas, una de las más famosas zonas de Puntarenas, un joven de 21 años fue acribillado con un rifle de asalto AK-47.

Nunca habíamos visto eso.

El reportaje destaca que aunque Costa Rica ha sido durante mucho tiempo un modelo de democracia progresista en América Latina al que cientos de miles de turistas estadounidenses y europeos visitan anualmente, el país ahora lidia "con un salto en la violencia, impulsado por un fenómeno poco comentado que está aquejando a varios países latinoamericanos": sus propios casos de abuso en el uso de drogas, y ya no únicamente una zona de paso hacia Norteamérica.

La periodista incluyó entre las personas entrevistas a la expresidenta de la República, Laura Chinchilla Miranda, quien afirmó que el problema "ha llegado a casa".

Nuestra propia gente está usando drogas y haciendo posible que estos grupos criminales existan.

De acuerdo con el reportaje, si bien las principales organizaciones narco de México y Colombia tienen poca presencia en Costa Rica, durante años los delincuentes locales le han dado apoyo logístico a esas organizaciones mediante gasolina y embarcaciones, a cambio de pago con droga que empezaron a vender activamente en el país, creando demanda local.

El reportaje también resaltó que los costarricenses están ansiosos ante lo ocurre en el país, y que el ministro de Seguridad, Jorge Luis Torres Carrillo, "fue noticia en diciembre cuando pareció elogiar las despiadadas políticas antipandillas del presidente de El Salvador, Nayib Bukele".

El gobierno costarricense se apresuró a aclarar que no estaba planeando nada similar a las redadas masivas y la detención indefinida de sospechosos de Bukele, aunque algunos políticos aplaudieron la idea.

Chinchilla Miranda destacó la creciente descoordinación regional para abordar las crisis de adicción de las drogas, pues mientras países como Costa Rica gastan sus limitados recursos en intentar romper cadenas de envíos de marihuana a Norteamérica, los Estados Unidos, mercado de narcóticos más grande del hemisferio, está legalizando dicha droga.

El Post destacó que tras la aparición de una cabeza humana en una bolsa de basura, los lugareños de Bella Vista se organizaron para realizar actividades cívicas, recreativas, deportivas, juveniles y de teatro para intentar recuperar los espacios públicos, y que aunque pidieron apoyo a las autoridades costarricenses, terminó siendo la Embajada de los Estados Unidos la que dio el apoyo a través de su programa "Sembremos Seguridad".

La falta de apoyo de las autoridades nacionales y nuevos hechos de violencia en el que fueron asesinados otro jóvenes dieron al traste con la iniciativa ciudadana.

Y aunque la situación es vista con alarma dentro del país, el Post destacó que la tasa de homicidios de Costa Rica (12,6 por cada 100 mil) sigue siendo inferior a la de otros países de la región como México, donde es de 25 u Honduras donde es de 36.

El reportaje cita una alerta de Gema Kloppe-Santamaría, profesora de la Universidad George Washington que estudia la violencia en América Latina, quien advirtió de las consecuencias negativas de ignorar los homicidios causados por disputas entre pandillas, al señalar que eso salió muy mal para México, al punto de que 15 años después las autoridades siguen batallando por recuperar el control.

Por su parte, Chinchilla Miranda advirtió de que el aumento de la violencia podría empujar a una ciudadanía nerviosa hacia las políticas populistas de Bukele, erosionando la herencia democrática de la nación.