¡Actúa como un hombre! Se dice de una mujer con poder que es abusadora e intransigente. El abuso de poder se sigue asociando solo con lo masculino. Tal vez, porque hay más datos estadísticos de hombres abusadores que de mujeres. Pero ¿acaso no existen mujeres con poder que puedan ser abusadoras? El abuso de poder no tiene género, es una cuestión humana. Este es uno de los temas que trata la película Tár del director estadounidense Todd Field y protagonizada por la polifacética actriz Cate Blanchett. La película que no sigue el camino fácil, se va por el empedrado. Transita los nublados, los grises y se aleja de la aburrida y estereotípica división entre “buenos” y “malos”.

Isabel I, Katharine Hepburn, Galadriel, la elfa y el monito Spazzatura de la reciente adaptación de Pinocho producida por Guillermo del Toro, son algunos de los muchos personajes interpretados por la versátil actriz australiana. Sin embargo, el personaje de Lydia Tár no le ha gustado a ciertos grupos y medios de comunicación. Han cuestionado el papel que interpreta. Así que ella misma ha salido a defender su decisión, su trabajo y el de todo el equipo. Todd Field ha dicho que, no hay una forma correcta o incorrecta de interpretar la película. Precisamente esta dificultad es lo que aprecia el director Martin Scorsese, así sobre el personaje le ha dicho al director:

Haces que existamos en su cabeza. Solo experimentamos a través de su percepción. El mundo es ella”.

Dentro del mundo de la ficción. Lydia Tár es una brillante compositora, una directora de orquesta famosa, perfeccionista y apasionada, de carácter fuerte y dominante. Su esposa Sharon es la violinista principal de la orquesta que dirige. Tienen una hija en común, Petra, con quien comparte una estrecha relación. Es notorio que, para la niña, Lydia es su persona favorita.

Lydia como personaje de ficción es fascinante. Encarna fuertes contradicciones, es compleja, llena de matices. Encanta su pasión por la música. Cuando dirige la orquesta la vemos en éxtasis… gestos reveladores… sus manos… nos enamoran con movimientos exquisitos… sutiles o fortísimos. Lydia- Cate, la una, la otra, el mismo cuerpo en mundos diferentes. Como espectadores entramos y salimos de la ficción. Nos fascina Tár dentro de ese mundo, pero salimos para maravillarnos con el trabajo de la persona real que le da vida, Blanchett.

Poco a poco nos damos cuenta de que Lydia, aunque es una persona encantadora y carismática, también es calculadora, egocéntrica y manipuladora. Sus subalternos le obedecen sin buscar el diálogo, quizás le temen. En especial, su asistente de dirección, Sebastián, un tipo mayor, adulador, fiel y sumamente servil, dispuesto a pasar por alto las acciones poco éticas de su jefa y el daño que le pudiera causar a cualquier persona. A pesar de su servilismo, la famosa directora planea sustituirlo por Francesca, su joven secretaria quien también es su amante.

Se insinúa que el modus operandi de Lydia es manipular y seducir a chicas jóvenes para luego desecharlas. La relación con una joven llamada Krista se complicó y Lydia para protegerse a sí misma, utilizó sus influencias y la malinformó en todos los ámbitos artísticos y laborales. Krista al ver su carrera y su vida arruinadas se suicidó. Entonces, Francesca con un cargo de conciencia reveló información comprometedora de Lydia quien fue demandada, separada de su cargo, alejada de su hija y escrachada en las redes sociales.

Fuera del mundo de la ficción. Cierta crítica que adversa la película ha afirmado que, el retrato de este personaje ofende a todas las mujeres. Al respecto Blanchett ha refutado:

Es una meditación sobre el poder, y el poder no tiene género… trata sobre este y su naturaleza corruptiva. Y creo que eso no ocurre exclusivamente en los círculos culturales”.

La psicóloga Julia Shaw en su libro, Hacer el mal (2019), advierte sobre los peligros de tomar los conceptos fundamentales del bien y el mal y hacerlos pasar por categorías absolutas como la del blanco y el negro en vez de ver los matices. Y concluye que, “todos los monstruos son humanos”.

En la vida real las personas en posición de poder generalmente no son tan talentosas e inteligentes como el personaje de Lydia Tár. Están en un puesto jerárquico porque se han acogido a un “poder” ilusorio y temporal que les da una corporación, o que les concede la estructura de una institución pública, o que les presta un patrón o una patrona. Y no siempre están ahí por mérito o esfuerzo, a veces escalan por ser fieles como Sebastián, otras a cambio de favores de todo tipo, o por el nepotismo de siempre.

En el último lustro se potenciaron esencialismos que se instalaron en espacios socioculturales. Se despojó a la mujer de su humanidad, es decir la negación de que la mujer también sea capaz de hacer daño, que habite entre la luz y la oscuridad igual que los hombres. Esto sirvió a ciertos grupos para excusar acciones arbitrarias de mujeres en posiciones de poder, ignorar sus abusos e incluso justificar actos de corrupción de servidoras públicas. El argumento apuntaba a que se señalaban solo por el hecho de ser mujeres. Hoy, espero que se haya entendido que, es recomendable evaluar la calidad y trasparencia de la gestión de cualquier funcionario sin importar el género.

También la sororidad malentendida se ha usado como un elástico, como una mordaza en las bocas de las mujeres que cuestionan ciertas ideas e injusticias. A veces estirado con la ayuda de manos masculinas de hombres como Sebastián, quienes con voz inquisidora juzgan, tergiversan y escrachan a las mujeres que reflexionan en líneas críticas. Quizás como Sebastián esperan un reconocimiento público. Tal vez temen ser etiquetados, más preocupados sus intereses individuales que por el bien común y la búsqueda de la verdad.

Hace tiempo que los derechos laborales fueron casi exiliados de los derechos humanos. El acoso laboral afecta a todas las personas, sin distinción de género, edad, sexualidad, condición social, grupo étnico. Existen muchas mujeres trabajadoras de todos los sectores sociales quienes han sido víctimas de mobbing laboral y han sufrido gran afectación psicológica, moral, económica e intelectual por acciones arbitrarias de jefas y jefes. Este tema es común en nuestras sociedades, pero se toma con indiferencia. Nadie quiere hablar al respecto. El apoyo institucional es casi nulo y su sensibilización poco interesa.

Lo bueno del arte es que nos permite reflexionar acerca de nuestras realidades inmediatas. Pese a los olvidos sobre ciertos asuntos sociales, el arte provocativo nos obliga a pensar. En palabras de Cate Blanchett: “El poder es una fuerza corruptora que nos afecta a todos”. Finalmente, la película nos recuerda que existen Lydias Tár y Sebastianes de cualquier género.

Este artículo representa el criterio de quien lo firma. Los artículos de opinión publicados no reflejan necesariamente la posición editorial de este medio. Delfino.CR es un medio independiente, abierto a la opinión de sus lectores. Si desea publicar en Teclado Abierto, consulte nuestra guía para averiguar cómo hacerlo.