La foto que ilustra esta nota la tomé el pasado miércoles 28 de setiembre, mientras hacía un semáforo en rojo frente a la Terminal 7-10, en el centro de San José.

En la imagen se ve el centro de un grupo de migrantes extranjeros, principalmente venezolanos, que duermen en carpas al lado de la terminal, mientras esperan que salga el siguiente bus con destino a la frontera norte para así llegar a Nicaragua y seguir su viaje, a pie, hacia el "sueño americano".

Al grupo, conformado por hombres, mujeres y hasta menores de edad, le rodeaba un pastor y varios voluntarios de iglesias y congregaciones religiosas, oficiales de la Policía Municipal de San José, de la Cruz Roja y de otras organizaciones que son las que les dan soporte mientras pasan, o recargan fuerzas en Costa Rica.

Migrantes extranjeros, mayoritariamente venezolanos, en las calles de San José.

La situación no es nueva: desde hace un par de meses es muy común encontrar, en las calles nacionales, a migrantes que solicitan dinero para poder seguir su camino a Estados Unidos. Cualquier persona que pase en este momento por la Avenida Central en San José, podrá dar fe de que, con caras diferentes, la situación se persiste.

De hecho, en una nota publicada a inicios de este mes, La Nación reportó que, de acuerdo a los datos de la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en el país (la que no es afín al régimen de Nicolás Maduro), de enero a julio de este año han pasado más de 28.000 migrantes por Costa Rica.

A su vez, y de acuerdo con datos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) también publicados por el diario tibaseño, de diciembre de 2021 a mayo de 2022 el flujo migratorio aumentó un 270% en el país, mientras que el porcentaje de venezolanos que pasan por Costa Rica subió de 24% a 85%, situándose como la principal nacionalidad que cruza el suelo nacional.

¿Qué los motiva? Muchísimas cosas: la crisis económica y social de Venezuela no es cosa nueva pero hay una política estadounidense que marcó el punto de quiebre: en julio de este año la administración del presidente Joe Biden extendió el Estatus de Protección Temporal (TPS) para los venezolanos en Estados Unidos, hasta el 10 de marzo de 2024.

¿Qué es el TPS? Es un beneficio migratorio otorgado por el gobierno estadounidenses para aquellos inmigrantes que no pueden retornar a sus países de forma segura “por razones excepcionales”. Esta protección está vigente para los venezolanos desde el 9 de marzo de 2021 y, sumada al Deferred Enforced Departure (DED), vigente desde enero del año pasado, evita la deportación de los beneficiarios del TPS por considerar que sus naciones viven conflictos políticos, civiles o desastres naturales.

Ahora bien, y aquí la cosa se complica: como a partir de estas medidas el flujo de inmigrantes venezolanos a Estados Unidos se intensificó, el gobierno de Biden presionó al mexicano para que este introdujera restricciones a los vuelos a su país, con el fin de limitar la inmigración venezolana.

Sin embargo dicha medida, en lugar de limitar a los migrantes, les llevó a tomar la única opción que les quedaba disponible: caminar.

Del Darién a Costa Rica

Un reportaje de la BBC en 2019 fue de los primeros en reportar lo que significa cruzar el Tapón del Darién. Este es un bloque de selva que se extiende en la frontera entre Panamá y Colombia y que es considerada una de las más densas del mundo. El Darién es tan impenetrable que es el único punto en el que se interrumpe la carretera Panamericana, ya que realmente no hay cómo hacer una carretera ahí.

Esta selva, considerada uno de los lugares más biodiversos del planeta, convierte a su densa vegetación en un reto mayúsculo que deben pasar los migrantes que la cruzan, rumbo a suelo estadounidense.

Ahora bien, y esto es importante: la migración por la zona no es nueva. Desde años, con la migración cubana y africana también a Estados Unidos, se reportan masas de gente cruzando la zona por tierra y por tanto, cruzando también la selva.

Lo que pasa es que en los últimos meses, con la flexibilización de las políticas para los venezolanos en el norte, el flujo migratorio se ha multiplicado, extendiendo las redes de trata y tráfico humano, narcotráfico y crimen que va desde el organizado hasta el robo común que es el que hace que, cuando lleguen aquí, muchos migrantes si acaso traigan lo que tienen puesto.

El cruce de la selva es rudísimo: hace unos meses la migrante Rosmary González, de 45 años, le contó a Los Angeles Times como perdió a su hijo de cuatro años y a su esposo de 50, mientras cruzaba la selva, luego de que el llamado “río muerte” se los llevara, junto con las pocas pertenencias que traían con ellos.

Caminamos siete días con los pies hundidos hasta las rodillas en lodo. Mi hijo, el mayor, me decía ‘mamá, mira ese cuerpo allí, mira ese cuerpo allá', y yo decía, ‘no, no, yo no quiero ver nada'… Cuando pasó lo que les pasó a mi esposo y a mi bebé, me pegó durísimo. Nunca pensé que alguien de mi familia también moriría”, relató al diario estadounidense.

A eso hay que sumar violaciones, robos, asesinatos, extorsiones y la misma selva, pues de hecho, hace unas semanas Teletica expuso el caso de unos venezolanos que ayudaron a una mujer africana a salir de la selva, luego de que esta se quebrase una pierna en el recorrido y su grupo la abandonada en medio de la nada.

El camino es "un verdadero infierno" y si me he extendido tanto en explicárselos es porque quiero dejar claro cuál es el panorama al que se enfrentaron las miles de personas que llegan al país día a día, después de haber cruzado esa selva.

Ahí es donde entra el caso de Pamela Rodríguez y de su familia y el por qué esta nota está en el Súper Reporte.

"Somos una familia que se organizó para ayudar"

Pamela Rodríguez Oreamuno es una vecina de Mata de Plátano que, junto con sus conocidos y familiares, lleva aproximadamente un mes llevando ayuda a los migrantes que llegan a la capital tras salir del Darién.

Estos migrantes, que vienen desde Panamá, llegan a Costa Rica y se preparan para seguir su camino, ya sea tomando de una vez un bus hacia la frontera o descansando en las carpas que organizaciones como la Fundación Lloverá y Obras del Espíritu Santo, entre otras, ponen alrededor de las principales paradas de autobús a las fronteras: la Terminal 7-10 que los lleva a Los Chiles y la de Tracopa, que los trae de Panamá.

Según señaló Pamela en una entrevista concedida a Delfino.cr esta semana:

Nosotros nos vemos ninguna organización ni nada: somos simplemente por una familia que se puso de acuerdo y coordinó con amistades, compañeros de trabajo, conocidos y vecinos, para tratar de que ayudemos en conjunto. Empezamos hace casi un mes, un domingo, llevando comida y ropa que habíamos recogido, con el fin de medir cómo estaba la situación y cómo podíamos colaborar".

Fotografía cortesía de Pamela Rodríguez.

Rodríguez señaló que en una primer instancia estuvieron ayudando a quienes llegaban a la Terminal 7-10 pero que ahora se pasaron a Tracopa, pues ahí es donde llegan los buses desde Panamá, con muchos extranjeros que "únicamente vienen con lo que traen puesto":

Cuando usted los agarra ahí en Tracopa, muchos de ellos vienen únicamente con lo que traen puesto, por eso nosotros nos hemos enfocado en recoger ropa, especialmente de hombre porque la gente de mucha ropa de mujer, de hombre no tanto; cobijas, abrigos... Muchos de ellos han perdido todo en la selva y vienen solamente con lo que traen puesto. Por eso también recogemos artículos de aseo personal, toallas sanitarias, papel higiénico, jabones, pastas de dientes... Mucha gente también nos ha donado comida pero como ellos no tienen donde cocinar, lo que hacemos es que mi mamá y algunas amistades de ella cocinan y les llevamos los alimentos ya preparados".

El grupo de ayuda va aproximadamente dos veces por semana y, cuando es posible, les acompaña una enfermera conocida de la familia, quien les ayuda a atender a las personas que vienen enfermas tras el cruce de la selva. Según Rodríguez, hay gente que viene con mucha diarrea, fiebre y problemas en piernas y pies.

La recepción de la ayuda, dice Pamela, es súper buena y agradecida, a pesar del infierno que les significó llegar hasta aquí:

Ellos son super lindos, super agradecidos. Si ellos no necesitan algo, ellos no lo toman. Por ejemplo, si uno les da un par de zapatos pero ellos no los están necesitando tanto o ven a alguien que los necesite más, ellos se lo entregan. Son super agradecidos y la prioridad para ellos siempre son las mujeres y los niños, si ya después queda para que los hombres coman, pues bien, si no ellos se sacrifican".

Sin embargo las historias con las que se han topado son tan duras como las que relatábamos más arriba en esta nota:

Las historias son durísimas: hemos escuchado a familias que cuentan cómo han perdido a sus hijos, cómo a una muchacha le mataron a su hijo de seis añitos de un disparo en la selva. Es bastante duro y también es muy triste lo que se aprovechan de ellos aquí y de aquí para arriba, porque uno les sigue dando seguimiento a los casos. Hay taxistas en Costa Rica que cobran hasta 10 dólares por persona para movilizarlos de Tracopa a la Terminal 7-10, cuando el trayecto es de apenas dos kilómetros y más adelante, tenemos un caso de unos muchachos que se fueron hace dos semanas y que después de estar desde agosto en el país vendiendo popis y tratando de recolectar algo de dinero, llegaron a San Pedro Sula y les robaron todo lo que habían recolectado aquí. También tenemos el caso de una familia que andaba con tres chiquitos: una bebé de un año, un niño de tres y una chiquita de cinco años y casi pierden al chiquito de tres años en la selva. La semana pasada nos dijeron que ya habían llegado a Estados Unidos pero que los asaltaron en México y les robaron el celular".

Actualmente, Pamela y su familia están solicitando ropa, de hombre especialmente, medias, zapatos y cobijas en buen estado; así como medicamentos para la fiebre, la diarrea y el dolor de cuerpo; insumos para poder llevarles bebidas calientes en las noches para que aguante el frío y agua y galletas.

A su vez, también están llevando acabo una campaña para que les donen dinero para pagar los buses, ya que cada tiquete cuesta casi 5 mil colones y 5 mil colones son un lujo en esas condiciones.

Según Rodriguez:

Actualmente la compañía de buses tiene únicamente dos autobuses a Los Chiles, un sale a las 5 de la mañana y el otro sale a las 3 de la tarde. El costo de pasajes de 4660 colones. Sin embargo, y aunque salen dos diarios a Los Chiles, desde Paso Canoas entran mínimo 10 buses diarios, por lo que claramente no están dando abasto. Por eso hay otra opción que de San José, se van a Ciudad Quesada y de Ciudad Quesada se van a Los Chiles pero el costo es mucho mayor: es de aproximadamente 1500 más por persona y la gente está tomando esa alternativa porque hay muchos que dicen que quieren ir ya. Nosotros hemos montado a alrededor de 70 personas y por eso pedimos ayuda para seguir movilizando más".

Pamela señaló que, como los tiquetes de autobús no se pueden comprar con anticipación, es necesario llegar bien temprano a hacer fila, un proceso en el que el grupo de ayuda le acompaña para dejarlos ya en el bus, con el pago realizado. Por su parte, y si se van por Ciudad Quesada, lo que el grupo hace es darle la plata del segundo tiquete a una persona del grupo.

Nosotros no les entregamos el dinero, nosotros los dejamos ya montados en el bus", señaló Rodríguez.

Para contactar a esta familia y apuntarse a ayudar en esta tarea, los interesados pueden contactar a Pamela y a su hermana María Fernanda, a los teléfonos 8319-1934 y 8709-3798.

Además, no son el único grupo o familia que está apoyando en esta causa y por eso Pamela recomendó seguir la cuenta de TikTok de Hermanos Sin Fronteras para apuntarse a ayudar también por ahí.

Uno piensa que por pasar la selva ya pasaron lo más feo pero no es así: es bastante duro lo que les toca de aquí para arriba porque además, nos han dicho que en Guatemala, Honduras y México no les ayudan y que hay familias que han tenido que aguantar hambre hasta dos días, por eso la ayuda es tan importante", finalizó Rodriguez.