La 15 edición del Global Media Forum de la DW se celebró el 20 y 21 de junio en la ciudad de Bonn, Alemania. Gracias a las gestiones de la embajada de Alemania en Costa Rica y una amable invitación del ministerio de relaciones exteriores de ese país Delfino.CR fue becado para poder asistir al evento.

A nivel personal este gesto representó uno de los momentos más importantes de mi vida por varias razones. Primero, la Deutsche Welle es un referente de primer nivel en la casa de mi madre, así que doña Tere estaba realizada. Segundo, el viaje me permitió visitar a mi hermana en Europa por primera vez desde que se fue, hace más de veinte años. Tercero, Alemania se convirtió en la sede de mi propuesta de matrimonio a Victoria. Esto fue especialmente simbólico porque cuando nació Delfino.CR fue ella quien me acompañó de madrugada en cada uno de nuestros primeros reportes y quien editó los audios a esas horas imposibles cuando todavía no habíamos contratado a Eduardo y los grababa yo. Cuarto, porque cinco años después de que un muñeco de Skeletor diera origen a un medio de comunicación improbable esta invitación de Alemania vino a recordarle a todo el equipo que hemos conformado desde entonces cuánto hemos avanzado y cuánto hemos consolidado juntos. Quinto, porque por primera vez desde que nació el reporte, pude hacer una pausa y confiar (¡sin tener cómo revisar!) en que May podría encargarse de sacarlo adelante por su cuenta. Tanto él como el resto del equipo demostraron que no solo el reporte, todo el medio, es mucho más la suma de sus partes que el aporte individual de cualquiera de nosotros.

Al llegar a Bonn lo primero que me llamó la atención es que dentro del grupo de becados (calculo éramos como 100) no encontré otra persona de  Latinoamérica. El grueso de mis compañeros y compañeras eran de Asia y África y otra buena parte de Europa del Este. Si bien el evento como tal empezaba el lunes nosotros arrancamos desde el domingo con una pequeña bienvenida e inducción y algunos primeros talleres. Yo me apunté en uno sobre desinformación y “noticias” falsas.

Como podrán imaginarse los retos que enfrenta Alemania y la DW en la materia son similares a los que experimentamos aquí. Si bien disponen de más recursos y experiencia entrándole al tema está claro que es una batalla casi que imposible. Durante la conferencia Njoki Chege, directora del Centro de Innovación de la Universidad Aga Khan dijo algo que comparto: “Debemos fortalecer nuestros medios públicos porque la verdad está detrás de un paywall y las mentiras son gratuitas”.

Par de acotaciones. Sobre “la verdad” ya sabemos lo complejo que resulta hablar. Sin ir muy lejos esta semana un lector me acusó de “prensa canalla” (antiGobierno) y otra lectora de ser la vocería del Gobierno. Es decir, “la verdad” suele ser relativa y estar directamente asociada a nuestra propia percepción de las circunstancias. Hablemos entonces de los hechos que en efecto podemos corroborar, de la información precisa, clara, sustentada. Esa requiere trabajo y buen periodismo y el buen periodismo requiere recursos. Por eso los medios recurren a suscripciones, para poder financiarse. En cambio, las páginas de desinformación no requieren de mucho para hacer su trabajo por eso pueden difundirlo de forma gratuita y generar caos. A eso apunta Chege y creo que lleva razón.

Ahora bien, el caso de Costa Rica es complejo. Podríamos decir que Costa Rica Noticias y Semanario Universidad (por ejemplo) son medios públicos (se financian con nuestros impuestos) y defender la importancia de fortalecerlos, tesis que yo respaldo. Sin embargo, no se puede perder de vista que están lejos de casos como el de la BBC, o la DW, en los cuales abundan ejemplos de su verdadera independencia. En nuestro país es bien sabido que una dirección incómoda en los medios citados que se aleje de la visión que desean las autoridades termina siendo guillotinada.

Eso nos coloca en una posición particular y compleja y es un tema al que hay que prestarle atención. No solo se trata de fortalecer la diversidad de los medios de comunicación en Costa Rica, se trata de asegurar la subsistencia de las voces independientes (me atrevo a decir que somos una de ellas) sin limitarle a la audiencia el acceso a la información detrás de un muro de pago. Es por ese motivo que nosotros desde un inicio decidimos que las noticias de última hora y los artículos de opinión en Delfino.CR serían (y siguen siendo) de libre acceso.

El punto es que ese equilibrio es complicado y la ventaja, la llevan, por mucho, las fuentes de desinformación, cuyo contenido, además, al ser más incendiario, resulta más atractivo a los algoritmos de las redes sociales y por supuesto de la mente humana. Esto se convierte en un nuevo desafío por sí mismo. Recuerdo por ejemplo el documental Plandemic que se convirtió en una de las piezas de desinformación más extendidas al inicio de la pandemia. Podríamos describirlo como una verdadera obra de arte en su especie, pues presentó un alud de mentiras sin validación científica alguna de la forma más efectiva posible, alcanzando una viralidad monstruosa en Facebook y WhatsApp.

La periodista científica Tara Haella describe el “documental” como una pieza de propaganda extremadamente exitosa en promover desinformación gracias a tres motivos clave. #1. Aprovecha la ansiedad, incerteza y necesidad de respuestas de la gente. #2. Tiene una presentación “profesional” y utiliza elementos de producción propios de documentales serios. #3. Explota efectivamente varios métodos de persuasión como un narrador que genera simpatía, la técnica del Gish Gallop (ametralladora de falacias), el apelar a la emoción y por supuesto utilizar imágenes que pasan por “científicas”.

El ser humano, en general, es una criatura emocional. La incertidumbre en la que vivíamos en ese momento profundizó en muchas personas una genuina desesperación que les llevó a buscar culpables y a aceptar cualquier respuesta sin fundamento con tal de dar rienda suelta a la angustia el enojo y el miedo. Plandemic se aprovechó de todo eso y se esparció como la pólvora.

Medios de todo el mundo (incluyendo este) intentaron de todas las formas posibles refutar cada una de las mentiras del video. Todos estos esfuerzos, por completos que fueron (pues lleva mucho trabajo ir punto por punto desmintiendo sandeces) no llegaron ni a acariciar el impacto masivo de Plandemic. Bien lo dijo Jonathan Swift desde 1710: “La mentira vuela y la verdad viene cojeando detrás de ella”.

Nótese que sigo hablando apenas de la primera problemática abordada en el foro, el propio domingo. Así de grande es el reto (y así de grande el evento). Otro desafío bien acotado por Asha Mwilu (fundadora y editora de Debunk Media) durante su participación, es la necesidad de fortalecer a los medios independientes como contrapeso a la élite mediática a fin de evitar el desastre provocado por la desinformación. Es bien sabido que si el poder de comunicar está en pocas y no muy diversas manos la narrativa “oficial” puede plegarse fácilmente al interés de élites muy específicas. Esta problemática también es de corte internacional: pasa en todo lado y Costa Rica no es la excepción.

En ese sentido, reitero, el mejor escenario es aquel en el que existen voces plurales, disímiles, con distintas perspectivas, que cubren la agenda noticiosa atendiendo los intereses del colectivo y no solo de grupos específicos. Un robusto grupo de medios independientes es sinónimo de una democracia sólida y funcional. Por ese lado, a Costa Rica claramente todavía le queda mucho trecho por andar.

Algo que me llamó mucho la atención de este taller fue que mis compañeras y compañeros expresaron con confianza, seguridad y aplomo su descontento porque el grueso de la conversación giró en torno a Ukrania. Si bien es fácil de entender por qué se utilizó ese conflicto como caso de estudio también fue oportuno y necesario que periodistas de India, Pakistán, Burma y Afganistán (entre otras naciones) alzaran la voz y visibilizaran la necesidad de una abordar otras problemáticas y otras realidades más allá de las europeas.

Aunado a eso, no puedo dejar de mencionar que cada vez que alguien tomaba la palabra y describía la situación de su país me resultaba inevitable reconocer y agradecer el inmenso privilegio de ejercer este oficio en este país. Bastaba con escuchar algunos de aquellos testimonios para recordar por qué Costa Rica es número 8 del mundo en libertad de prensa. También la importancia de seguir trabajando para regresar al top 5 en el que estuvimos el año anterior.

Por eso soy tan necio con no permitir que tonteras como “prensa canalla” se conviertan en discursos oficiales. Son generalizaciones falaces, populistas, simplistas y peligrosas, pues terminan por erosionar la credibilidad de toda una profesión cuyo fin primordial es (o ha de ser) servir a la población. Un pueblo mejor informado toma mejores decisiones y por ende tiene mejor calidad de vida.

Al final del día, de eso se trata. No de titulares amarillistas, información manipulada, agendas ocultas, intereses mezquinos y peor todavía, distraer y “entretener” a la ciudadanía mientras por detrás del escenario se van hilvanando una tras otra las canalladas.

En fin, tema para otra jornada. Tampoco quiero enviarles una biblia monumental en su domingo de descanso pero sí quería compartir con ustedes un poco de lo que pude recabar por allá. En términos generales puedo decirles que los retos locales no distan mucho de los globales. Ya mencioné el tema de la desinformación, ya mencioné el tema de la sostenibilidad, pero también se habló del peligro de la dependencia de las redes sociales e incluso del desafío de conectar con nuevas audiencias con rangos de atención cada vez menores absolutamente seducidas por plataformas como TikTok donde inevitablemente, muy a mí pesar, en algún momento tendrá que entrar Delfino.CR. Espero dar ese paso con la misma combinación de humor y resignación que mostró el community manager  del equipo de fútbol de Venezia, que recientemente hizo olas en Twitter con el anuncio. 

Después de todo, de ahí nacimos, del humor. Y hasta aquí hemos llegado. Ojalá quede mucho camino por delante. Gracias por ayudarnos a construirlo. Y gracias, por supuesto, a la embajada de Alemania, por una experiencia que si no fuera por su gentil gestión jamás habría podido vivir. La recordaré toda mi vida.