Vivimos malos tiempos para las democracias del planeta.  Los vientos de guerra en Europa y los estragos causados por la pandemia, agravan los numerosos problemas políticos, económicos y sociales comunes a las naciones democráticas, tales como la crisis de representación política y de los sistemas de partidos, el auge del populismo y de diversas corrientes autoritarias, la corrupción, la desinformación, la recesión económica, la exclusión de sectores sociales o la profundización de las desigualdades, entre otros.  El hastío, la indignación y la desesperanza son sentimientos cada vez más presentes en la aldea global.

Costa Rica no es la excepción; nuestro sistema político enfrenta múltiples desafíos que exigen respuestas urgentes.  Para acometer semejante tarea conviene hacer acopio de nuestras fortalezas como comunidad nacional. Los estudios comparados suelen ubicar a Costa Rica entre las democracias más longevas y estables del planeta, a pesar de ser un país pequeño y de renta media.  El Proyecto de Integridad Electoral, elaborado por varias de las universidades más prestigiosas del planeta, clasifica a nuestro país entre el reducido grupo de naciones con democracias liberales consolidadas y con un alto grado de integridad electoral durante el período 2012-2018.  A nivel mundial, Costa Rica ocupa el octavo puesto junto con Suiza y Estonia.  Costa Rica fue el único país de renta media que se coloca entre de los primeros diez lugares en la calificación mundial, solamente superado por Dinamarca, Finlandia, Noruega, Suecia, Islandia, Alemania y Holanda. En la calificación del continente americano, Costa Rica está a la cabeza, seguido por Uruguay, Canadá y Chile.

Más recientemente, el Índice de Democracias Liberales para el año 2022 del V-Dem Institute de Estocolmo, Suecia, coloca a Costa Rica en el cuarto puesto a nivel mundial en cuanto a atributos de la democracia liberal, que mide desde procesos electorales, hasta la libertad de expresión o calidad de la deliberación democrática.  En la categoría de democracias electorales, V-Dem nos otorga la tercera mejor calificación del mundo, solo superados por Dinamarca y Noruega.  Por su parte, el Democracy Index del Economist Intelligence Unit, nos ubica en el selecto grupo de democracias plenas.  En ese índice ocupamos el puesto 20 entre 167 países, mientras que en la categoría referente a la organización de procesos electorales ascendemos hasta el puesto 12.

Las calificaciones obtenidas por el país suelen atribuirse a fortalezas del diseño institucional, al compromiso de los actores políticos e institucionales y a la existencia de una cultura cívica que sustenta el juego democrático. Esa valoración ratifica el éxito de los constituyentes de 1949 cuando decidieron crear un andamiaje institucional que garantizara la pureza del sufragio bajo la responsabilidad de un Tribunal Supremo de Elecciones independiente, permanente y especializado que se empeña en alcanzar la más alta calidad de procesos electorales según estándares técnicos internacionales.  Durante los últimos 70 años, tanto los partidos políticos como la ciudadanía han participado en los distintos procesos electorales manteniendo altos niveles de civilidad, de respeto y de confianza en la transparencia del sufragio.  Un reciente Estudio de Opinión Pública elaborado por el Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica indica que casi un 88% de los costarricenses confían en la labor del TSE como encargado de organizar y vigilar los procesos electorales.  De igual manera, un 68% de los costarricenses asegura que los resultados electorales en Costa Rica son muy confiables mientras que otro 27% dice que son algo confiables.

En suma, los estudios comparados ubican a Costa Rica entre las democracias más longevas y estables del planeta. Con todos nuestros defectos como sociedad, debemos reconocer la herencia de una cultura cívica pacifista y respetuosa del sufragio que durante las últimas décadas ha propiciado la libre circulación de ideas, la deliberación pacífica y la alternancia de los gobiernos.  Esa forma de convivencia, que a los ticos nos parece normal, lamentablemente constituye una excepción en un mundo caótico.  Tenemos serios problemas, sí, pero durante siete décadas hemos perseverado en enfrentarlos desde la convicción de que los problemas de la democracia se enfrentan con más democracia.

Para quienes desde los cinco continentes subsisten bajo sistemas autoritarios, violentos y excluyentes, la democracia costarricense resulta ser un inusual milagro cívico.  El Tribunal Supremo de Elecciones garantiza a la ciudadanía el derecho a elegir y a ser electos, en condiciones de igualdad y respeto a la dignidad, que desearían miles de millones de personas en el mundo.  El próximo 3 de abril salgamos a votar sintiendo no solo el deber, sino también el privilegio de poder hacerlo en el difícil momento que vive la humanidad entera.

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