Por Kenneth Cubillo Vargas - Estudiante de la carrera de Psicología
Como psicólogo ¿una de mis funciones es ayudar a una persona a ser funcional? Sin duda alguna puede ser una pregunta difícil si no se tiene claridad del objeto de estudio de la psicología desde su epistemología, sin embargo, claro está, es una de las metas fundamentales. Las condiciones que presenta el mundo actual han desatado una serie de alteraciones de la salud mental que han producido una repercusión negativa en la funcionalidad de las personas. Esta disminución de la funcionalidad en las personas se da producto de la manifestación de la sintomatología de alguna patología como algún trastorno y que genera cuadros graves de salud que afectan el diario vivir. Para poder comprender este fenómeno, primeramente, hay que saber reconocer síntomas y signos que son patológicos.
En la clínica, uno de los aspectos más importantes para poder establecer un adecuado diagnóstico y poder planificar una intervención adecuada a la patología presente, es el análisis de los síntomas y signos que presente una persona. Desviat (2010) hace una distinción exacta de lo que es un síntoma -fenómeno expresado por la persona referente a lo que siente- y un signo -más comprendido como aquel hecho que es observable y del cual se puede tener pruebas-. Este mismo autor menciona que el síntoma, como tal, cobra una relevancia significativa en la biografía del sujeto y se llega a traducir en enfermedad según un imaginario colectivo (Desviat, 2010). Desde la psicología, el síntoma psicopatológico puede entenderse como una interacción entre la señal biológica producida por el sistema nervioso y “las capas de códigos psicosociales, calificadas como ruido, que participan en el proceso de formación del síntoma” (Desviat, 2010, p. 127). Si estos síntomas no son abordados oportunamente el trastorno se puede agravar.
Es oportuno conceptualizar lo que se puede comprender como trastorno. Para esto, la APA (2014) en el DSM-5 lo describe como “un síndrome caracterizado por una alteración climácicamente significativa del estado cognitivo, la regulación emocional o el comportamiento del individuo que refleja una disminución de los procesos psicológicos, biológicos o del desarrollo que subyacen en su función mental” (p. 20) Desde esta definición, se denota la alteración de la función mental como un problema a abordar. Y es que este problema se puede dar tanto por factores internos o externos de la persona -o una combinación de ambos- y no todos tienen la misma capacidad para afrontarlo según los recursos con lo que cuenten. Si los problemas no se afrontan correctamente y en tiempo oportuno, se tiene el riesgo de agravar la sintomatología patológica de la persona a nivel de presentar una disfuncionalidad (Osorio, 2017), y es acá donde como profesionales en salud mental entra el arduo trabajo de buscar que la persona se recupere del cuadro patológico y recupere su estado de funcionalidad.
La funcionalidad como abordaje para los síntomas patológicos es un modelo actual. Por lo general, en la clínica tradicional, los abordajes han sido desarrollados entorno a la atención de la enfermedad (Martínez, 2018), pero esta visión se está transformando hacia la búsqueda de ayudar a generar una funcionalidad cognitiva, social y psicológica, y no tanto en la visualización de la enfermedad aislada como tal. Si bien es cierto esto es un modelo de atención, no estoy seguro de si cumple con los criterios para clasificarlo como un tipo de terapia o intervención psicológica.
Lo que es cierto es que parte fundamental del trabajo como profesionales en psicología es buscar estrategias que generen una mejoría en las personas que estén afrontando algún problema de salud mental. Dentro de lo que se puede establecer se encuentra abordar los síntomas que está presentando la persona con tal de disminuir aquellos que generan más problemas, limitan la realización de actividades de la vida diaria y generan disfunción social, laboral, familiar, entre otros, a la persona. Este abordaje quizás no puede ser llamado técnica psicológica como tal, pero sin duda alguna puede convertirse en uno de los objetivos terapéuticos de carácter primordial en la intervención realizada con los pacientes a los que se les brinda el servicio profesional.