Después de numerosos intentos, regresé a la playa, cómo en mis vacaciones de niña. Disfrutar del mar, la sensación de las olas como abrazos, el aire limpio y compartir con la familia sumaron una gran alegría a este episodio de fin de año.

Fue fácil notar que la industria del turismo costarricense y todos los que dependen de ella apenas están volviendo a ver la luz.

Seré breve, ya que el acento de estas vacaciones fue conocer a un joven que atiende en un restaurante frente a la costa pacífica. Probablemente no lo volveré a ver nunca más en mi vida y él, sin duda, ya no recuerda ni siquiera mi nombre. Vamos a decir que este chico se llama Hugo. Para mí, Hugo representa a los trabajadores del sector turismo que están ayudando a levantar al país con dificultad.

Hugo se levanta a las 4 am todos los días, excepto los lunes por ser su día de descanso. Toma el trasporte público desde su barrio hasta Playa Avellanas, trayecto que dura poco más de una hora. A partir de las 7 a.m. recibe a numerosos turistas hambrientos que empiezan a arribar, como tortugas marinas, a desayunar. Acomoda la fruta fresca de las cajas que llegan por la mañana mientras saluda a sus amigos de la cocina y a los baristas que preparan cientos de tazas de café cada día.

El visitante de la mesa de al lado se queja de la comida y con estudiado irrespeto ha devuelto las bebidas y el desayuno en dos ocasiones. Primera ocasión, dice que prefiere jugo de kiwi al de papaya, ya que no le sabe tan bien. Hugo le explica que la papaya crece en esta zona y que el kiwi cuesta mucho conseguirlo. Segunda ocasión, por su naturaleza ridícula, no la voy a mencionar acá. No sólo su comportamiento excéntrico dejó asombrado a Hugo sino a todos los que presenciamos las exigencias del foráneo quien con insuficientes reclamos decide abandonar la mesa.

Recordemos que la irritabilidad, agotamiento y cansancio se ha duplicado con la pandemia pero no justifica el aumento en el maltrato a los trabajadores esenciales que están al frente de esta batalla. Como lo menciona la periodista Elda Cantú en el artículo Quiero hablar con un gerente:

qué ómicron sea más leve es producto de la evolución del virus y del avance de la vacunación, y debería ser motivo de tranquilidad. Pero este nuevo brote parece encontrarnos fastidiados”

Hugo es ameno y de carácter noble. Me cuenta, entre otras cosas, que su terapia es jugar fútbol. En su día libre juega hasta dos “mejengas”. Hugo concluyó el tercer año de secundaria pero por la necesidad de proveer para su familia tiene los últimos años pendientes. Habla poco inglés y algunas palabras en francés, lo necesario para descifrar lo que solicitan algunos visitantes .

El café que carga en un recipiente con su mano derecha sabe como recién bajado de la montaña. Nos da la bienvenida a mí y a mi familia a la provincia de Guanacaste. Lugar que lo vio nacer, pensaría, hace unos treinta años.

Guanacaste ha cambiado muchísimo —dice— mientras sirve más café. Las propiedades se han disparado y el costo de vida también. La gente ha llegado escapando de ciudades monstruosas, aglomeradas, que nosotros mismos hemos creado. Es una zona que depende aterradoramente del turismo y las opciones para estudiar son para muchos un sueño lejano.

El trabajo dignifica, todos lo sabemos, y fortalece las comunidades, pero trabajar para gente que valore poco lo que haces se vuelve agotador. Se convierte en una lucha por sobrepasar una nube de incertidumbres cotidianas. Quizá nos cueste entender que somos una simbiosis y aunque las relaciones con otras personas parecieran acontecimientos intranscendentes, son de hecho, lo que nos hace felices. Y mucho depende de nuestra actitud porque sobra decir que la felicidad no se compra. Por ahí leí que la felicidad es también una forma de resistir.

Se me ocurre que la industria del turismo podría contribuir con información a priori para sus visitantes sobre la comunidad o región que se está por visitar. No limitarse a las atracciones sino también a costumbres y tradiciones. Muchos lugares ya aplican el etnomarketing, la etnografía aplicada al estudio del consumidor y a los fines de consumo. No se puede beneficiar única y exclusivamente al que compra sino también tenemos que tomar en cuenta el beneficio de las personas y el ambiente que producen la experiencia del consumidor. Los científicos sociales que trabajan con la herramienta del etnomarketing y la antropología del consumo coinciden en que es de suma importancia transformar el comportamiento de los consumidores para generar un nuevo entendimiento. Es decir, es más probable que en Costa Rica se ofrezca jugo de papaya, cas o mango a jugo de kiwi o café costarricense a café de otras regiones, lo que se conoce como efecto país de origen fundamental para acentuar la naturaleza de los recursos inmediatos.

Podría pensar, por lo que vi esa mañana, que un alma triste no tiene salvación. Pero no, aún creo en el poder de la amabilidad. En una educación desde la palabra y las acciones, lo que también depende mucho de los códigos de trabajo empresarial, del apoyo que podamos recibir de nuestros empleadores antes situaciones como esta. Procuremos ahí, por donde pasemos, dejar también sonrisas y energías lindas, no todo en esta vida se resume a transacciones monetarias.

¡Feliz año nuevo! Arranquemos con abundante cortesía, generosidad y respeto.

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