Por Paula Garita Piedra - Estudiante de la carrera de Ingeniería en Seguridad Laboral y Ambiental
La rápida propagación del virus SARS-CoV-2 ha generado grandes inquietudes alrededor del mundo. Los gobiernos se han visto forzados a implementar estrategias y planes de acción para controlar y disminuir la transmisión del virus a nivel comunitario y en los centros de atención sanitaria. La enfermedad ha demostrado ser altamente contagiosa debido a que uno de los mecanismos principales de propagación es la vía aérea, es decir, puede propagarse de persona a persona a través de las gotículas procedentes de la nariz o la boca que se generan cuando una persona infectada tose o estornuda (Organización Mundial de la Salud, 2020). Por esta razón, dentro de las principales intervenciones para prevenir y controlar la propagación del virus, se ha dispuesto el uso obligatorio de mascarillas y respiradores en los habitantes.
Como un dispositivo de protección respiratoria, las mascarillas son dispositivos diseñados para evitar la expulsión y proteger al portador de posibles agentes infecciosos que se encuentran en el aire, principalmente partículas grandes. Existen diferentes versiones de mascarillas, dentro de las más comunes y las más utilizadas durante la pandemia COVID-19 se encuentran las mascarillas quirúrgicas. Estas son desechables y no brindan un sello facial, por lo que quedan más flojas y no filtran alrededor del borde cuando el usuario habla. Sobre todo, son utilizadas por el personal médico para protegerse contra salpicaduras de líquidos potencialmente contaminados en cirugías y otros procedimientos invasivos. En un contexto de contagio comunitario por el nuevo coronavirus, se ha evidenciado la eficacia del uso de mascarillas quirúrgicas para evitar o controlar la transmisión del virus debido a que se controla la propagación de gotas respiratorias de una persona a otra (Instituto Nacional de Salud, 2020).
A diferencia de las mascarillas, los respiradores son equipos que están diseñados para filtrar todas las partículas del aire que respira la persona que los utiliza, se puede decir que estos ofrecen una mejor protección debido a que crean un sello hermético contra la piel, lo cual imposibilita el paso de partículas hasta de 0,3 micras que se encuentran suspendidas en el aire y su capacidad de filtración puede ser mayor al 95% dependiendo del tipo de respirador (Torres y Sevilla, 2009). De igual manera que las mascarillas quirúrgicas, los respiradores juegan un papel importante como un método de protección contra la transmisión del virus. Existen muchos tipos diferentes de respiradores, sin embargo, el más recomendado para el uso de la población y para el equipo médico de atención sanitaria ante el manejo de la pandemia es el respirador N95, debido a que el respirador filtra al menos un 95% de las partículas que se encuentran en el aire.
El conocimiento actual sobre el nuevo coronavirus permite conocer las medidas de protección para evitar o disminuir los contagios en la comunidad o en los centros de atención sanitaria. Como se puede evidenciar, los respiradores y mascarillas juegan un papel crucial en el sistema de salud, a nivel mundial, para disminuir la propagación del nuevo coronavirus de persona a persona. Por tanto, si no fuera por la implementación de estos métodos de protección, la cantidad de contagios en las comunidades podría ser de mucho mayor impacto, a pesar de que en un principio se ponía en duda su eficacia para afrontar la pandemia. Sin embargo, al igual que con otras enfermedades respiratorias, no se puede dejar de lado al resto de las medidas de prevención complementarias como el lavado frecuente de manos.